domingo, 28 de noviembre de 2010

EL DESEO DE MEDIR LA FELICIDAD

ROBERT COLE / EL PAÍS
David Cameron quiere saber cuál es la mejor forma de medir el bienestar de los ciudadanos británicos. El primer ministro acierta al afirmar que el desarrollo económico no solo se mide por el dinero. Pero para tener éxito allí donde otros han fracasado, el indicador debe ser cuantitativo y amplio. El índice de precios de venta al público (RPI) de Reino Unido es un buen modelo.
Para ser útil, el índice de felicidad debe ser simple. Como reconoce la Oficina Nacional de Estadística de Reino Unido, solo tendrá éxito si todo el mundo lo acepta y lo comprende. Para que valga la pena, también debe medir la infelicidad, además de la felicidad. Si acaba siendo un pobre ejercicio de relaciones públicas diseñado para hacer creer a la gente que está en mejor situación de lo que cree será una pérdida de tiempo.
En cualquier caso, será fácil que se burlen del índice. Pero el escepticismo despectivo ignora la verdad básica de que la actividad económica existe para mejorar elementos de la calidad de vida que escapan a las medidas convencionales del PIB. También ignora las opiniones de grandes pensadores como los ganadores del premio Nobel de Economía Amartya Sen y Joseph Stiglitz, autores de un informe reciente encargado por el presidente francés Nicolas Sarkozy.
Pero para que resulte creíble, el índice de felicidad debe compilarse de acuerdo con el tipo de criterios inflexibles que los mercados financieros estarán dispuestos a aceptar. Más que intentar identificar un único parámetro o un pequeño número de ellos que parezca que compendian el bienestar actualmente, el índice debería imitar al RPI y analizar un amplio abanico de factores. Puede que no tenga que medir un conjunto de 600 productos, como hace el RPI actualmente. Pero el indicador debe ser diverso, y mezclar la esperanza de vida y los ingresos con medidas menos convencionales como la obesidad y las prescripciones de antidepresivos.
Cada elemento debe ser también claramente cuantificable. Preguntar a la gente hasta qué punto es feliz probablemente no sea un buen comienzo. Medir cambios en las opiniones de un grupo sería más apropiado. Si se construye como el RPI, los diversos elementos pueden sustituirse, o adquirir más o menos peso, con el tiempo. De esa forma, el total puede seguir siendo un número único y simple que sea fácil de entender. Este es un criterio que merece la pena establecer.

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