sábado, 20 de noviembre de 2010

ATRAPADOS EN LOS 90...

Alejandra Cullen Benítez / El Universal
¡Se desborda el optimismo! Legislativo y Ejecutivo se felicitan mutuamente. Por primera vez, el presupuesto salió como el gobierno quería. Aunque abruma el júbilo oficial, éste carece de novedades. Avienta algunas bolsas de dinero a los “NINIs” y a Juárez (que no a las zonas de conflicto) sin estrategia ni estructura detrás. Parece un “ya cállense” para los críticos de la guerra, sin forma ni fondo. El resto es más o menos lo mismo: carreteras, oportunidades, seguro popular, nóminas elevadas, un presupuesto equilibrado, deuda controlada…. El mensaje es claro: para cambiar, todo debe quedar igual.
Los panistas nunca cuestionaron el modelo de desarrollo que heredaron. Están convencidos de que las cosas van bien. El rebote económico refuerza su versión. El Producto Interno Bruto crece y oculta la necesidad de cambiar la forma de trabajar.
Como en 1997, al repuntar la economía, las autoridades se auto-convencen de que su modelo de desarrollo funciona. Mantienen los objetivos de finales de la década pasada, sólo que entonces, había que consolidar la estabilidad macroeconómica. Zedillo logró su principal objetivo a costa de la gestación y consolidación de serios problemas sociales.
Sus herederos nunca entendieron que tenían que desarrollar el siguiente paso. Optaron por hacer lo mismo: cuidar a la banca, distribuir subsidios focalizados, y mucho dinero a estados y municipios para que guarden silencio. Cambiar la forma de gastar, adaptar la política pública a las nuevas demandas de la sociedad y modernizar las instituciones serían temas para otra administración.
Se congratulan los panistas con cifras alegres. No se preocupan ni por prepararse para la anunciada desaceleración para el 2011. En el extranjero, aunque las finanzas públicas estén equilibradas, México es un foco rojo. En materia de seguridad, de derechos humanos, de impartición de justicia, de desarrollo social y económico se nos percibe estancados. Para nuestro gobierno esto es sólo un problema de imagen.
Se enorgullecen por la generación de empleos, aunque sean de mala calidad. Recaudan mejor pero gastan peor. Crean fondos de infraestructura pero los sub- ejercen. Tienen política social, la misma de hace años, aunque las necesidades cambien. Presumen ganancias récord de la banca, pero ésta sigue sin prestar. Invierten en policías aunque parezca barril sin fondo: sólo 32% de los policías antisecuestros son confiables. Presumen un consejo de seguridad pública en el que nadie cree. Alfonso Bouzas (investigador de la UNAM) estima que 20 millones de personas trabajan para el crimen organizado, pero el gobierno se concentra en unos cuantos. La pobreza alimentaria se duplico pero el secretario de SEDESOL asegura que en cinco años terminará con ella. La sociedad se mueve. Se multiplican las organizaciones sociales, pero en vez de desarrollar nuevos proyectos, tienen que concentrarse en contener el deterioro institucional.
México está mal, aunque nos tachen de pesimistas. El gobierno presume triunfos numéricos para rehuir el trabajo de fondo que atienda el profundo deterioro social. No superan el discurso de las finanzas públicas sanas.
No se trata de romper el equilibrio presupuestal sino de redefinir prioridades y la manera de hacer las cosas. La sociedad pide cambios a gritos, pero el gobierno federal lo reduce todo a un problema de “confianza del consumidor”.
El deterioro social e institucional es palpable, pero la economía crece. Los mexicanos nos matamos en las calles, pero no hay déficit. No hay opciones para los jóvenes pero con deuda de muy largo plazo se financia la inmediata. El mercado interno se desarrolla en la informalidad, mientras México mantiene su apuesta en la exportación, la maquiladora y la captura de narcotraficantes.
Frustra la falta de cuestionamiento sobre la viabilidad del modelo de desarrollo. Para hacer cambios se debe definir su orientación y nadie ha hecho ese trabajo. Establecer una visión de país va más allá de los llamados cambios estructurales. El rumbo es la gasolina de las naciones para superar sus tropiezos. Generar sueños empuja a las sociedades a salir adelante. La proyección a futuro incentiva el pago impuestos, no a la inversa.
La estabilidad macroeconómica era un objetivo razonable al final de los 90s, pero prescribió. Esperemos que la próxima administración entienda la necesidad de cambio. Ojalá que los muertos, los narcos, los “NiNis”, los “ponchis”, los migrantes, los pobres, y las clases medias motiven a nuestros candidatos a soñar. Que la necesidad de esperanza de los mexicanos los inspiren para guiarnos como sociedad en la construcción un mejor destino. Ese es el liderazgo que necesitamos para superar la década de los noventa.


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