La crisis del euro
La reestructuración financiera
Las acciones de las principales entidades se desploman
El ajuste contempla recortes sociales y subidas fiscales
CLAUDI PÉREZ / EL PAÍS
Las pintadas en las calles contra el Gobierno, contra la UE, contra el FMI, contra la banca y contra casi todo se multiplican en Dublín. "Prefiero confiar en un camello de una esquina mal iluminada antes que en un banquero embutido en un traje", podía leerse ayer en un inglés mucho más directo en una pared del céntrico Temple Bar. No hay algaradas sociales, pero la tensión crece a diario y se refleja en esa literatura callejera y en la irritación creciente de los irlandeses.
Si el Gobierno pensaba que el rescate europeo iba a calmar las aguas, tiene todo lo contrario: el Ejecutivo se tambalea, las protestas van subiendo de tono y los mercados no dan tregua con tanta incertidumbre sobre el rescate europeo, los presupuestos y la estabilidad política y financiera. El Banco de Irlanda contribuyó ayer a elevar un escalón el grado del desasosiego al colgar el cartel de "se vende" a toda la banca, la principal causante de todos los males de Irlanda.
"En lo que a mí respecta todos los bancos están en venta", subrayó el gobernador del banco central, Patrick Honohan. Los inversores recogieron el guante de inmediato: los dos mayores grupos bancarios, AIB y Bank of Ireland, llegaron a caer más del 30% en Bolsa. "Durante años he defendido que los países pequeños deben tener capital extranjero en sus bancos", afirmó poco antes de defender nuevas pruebas de esfuerzo para determinar el agujero real del sector financiero. La banca necesita nuevas inyecciones de liquidez: a pesar de que Irlanda ha metido ya 50.000 millones de euros en sus bancos, los colchones de capital son insuficientes, aseguró Honohan. Se especula con que el Ejecutivo destinará 35.000 de los 85.000 millones del rescate a nacionalizar completamente las entidades. Pero no hay confirmación oficial, y eso no hace más que alimentar la ansiedad de los inversores.
Irlanda reestructurará sus bancos, seis en total, de los que los tres principales (Anglo, AIB y Bank of Ireland) están total o parcialmente nacionalizados y reducirá su tamaño, que en los años del boom multiplicaba por cinco el PIB irlandés. Una vez saneados y jibarizados los pondrá a la venta, aunque queda por ver cuál será la factura final de toda esa operación. Tantas incógnitas en el sector financiero se dejaron notar ayer con una caída de la Bolsa de Dublín del 3,4%, con la prima de riesgo (la diferencia entre los bonos irlandeses y los alemanes) de nuevo avanzando a toda velocidad.
Los bancos financiaron la locura inmobiliaria irlandesa de la última década, las aventuras con el ladrillo en el exterior (con operaciones en Europa del Este, en la costa española y en el centro de Londres) e hincharon una burbuja que ha dejado a los irlandeses que adquirieron viviendas en los últimos años financieramente noqueados.
La mayoría de las hipotecas firmadas desde 2007 superan con mucho el valor de la vivienda, que en algunas zonas ha llegado a caer un 50%. Con ese panorama, "lo fundamental ahora es arreglar la banca, y paralelamente acertar con el plan de austeridad para estabilizar la posición de Irlanda en los mercados", explicó Philip Lane, economista del Trinity College. "Hay una falta de crédito alarmante que está ahogando a las empresas irlandesas y complica mucho la recuperación", abundó Thomas Conefrey, del Instituto de Investigación Económica y Social (ESRI).
Los incendios acechan en todos los flancos. La convocatoria de elecciones anticipadas una vez se aprueben los presupuestos no ha rebajado la tensión política, con el primer ministro Brian Cowen contra las cuerdas. La oposición, los partidos que hasta ahora le daban apoyo en la coalición de Gobierno e incluso miembros de su propia formación política redoblan la presión para que dimita. Cowen no lo hará hasta que salgan adelante los Presupuestos, esenciales para obtener la ayuda europea.
La prueba de fuego llegará hoy, con la presentación del drástico plan de recortes aprobado el pasado domingo: 15.000 millones de euros (el 10% del PIB) en cuatro años, de los que 6.000 millones saldrán del severo tijeretazo a los Presupuestos de 2011.
El diablo está en los detalles, y los detalles se conocerán hoy, aunque la prensa irlandesa ha adelantado ya por dónde van los tiros: una rebaja del salario mínimo (el Fondo Monetario Internacional reclamó ayer esa medida, que supondría reducir en torno al 10% los actuales 1.500 euros mensuales), el despido de unos 20.000 funcionarios, recortes en los subsidios y en prácticamente todas las partidas del gasto, hasta sumar dos tercios de ese paquete de austeridad.
El resto del ajuste serán subidas de impuestos, entre las que no cabe descartar el impuesto de sociedades, que ha provocado un enconado debate en Irlanda y con los socios de la eurozona, por la competencia fiscal desleal irlandesa de los últimos años. Los sindicatos han convocado una manifestación de protesta para el próximo sábado. Pero los citados detalles pueden precipitar las cosas.
La reestructuración financiera
Las acciones de las principales entidades se desploman
El ajuste contempla recortes sociales y subidas fiscales
CLAUDI PÉREZ / EL PAÍS
Las pintadas en las calles contra el Gobierno, contra la UE, contra el FMI, contra la banca y contra casi todo se multiplican en Dublín. "Prefiero confiar en un camello de una esquina mal iluminada antes que en un banquero embutido en un traje", podía leerse ayer en un inglés mucho más directo en una pared del céntrico Temple Bar. No hay algaradas sociales, pero la tensión crece a diario y se refleja en esa literatura callejera y en la irritación creciente de los irlandeses.
Si el Gobierno pensaba que el rescate europeo iba a calmar las aguas, tiene todo lo contrario: el Ejecutivo se tambalea, las protestas van subiendo de tono y los mercados no dan tregua con tanta incertidumbre sobre el rescate europeo, los presupuestos y la estabilidad política y financiera. El Banco de Irlanda contribuyó ayer a elevar un escalón el grado del desasosiego al colgar el cartel de "se vende" a toda la banca, la principal causante de todos los males de Irlanda.
"En lo que a mí respecta todos los bancos están en venta", subrayó el gobernador del banco central, Patrick Honohan. Los inversores recogieron el guante de inmediato: los dos mayores grupos bancarios, AIB y Bank of Ireland, llegaron a caer más del 30% en Bolsa. "Durante años he defendido que los países pequeños deben tener capital extranjero en sus bancos", afirmó poco antes de defender nuevas pruebas de esfuerzo para determinar el agujero real del sector financiero. La banca necesita nuevas inyecciones de liquidez: a pesar de que Irlanda ha metido ya 50.000 millones de euros en sus bancos, los colchones de capital son insuficientes, aseguró Honohan. Se especula con que el Ejecutivo destinará 35.000 de los 85.000 millones del rescate a nacionalizar completamente las entidades. Pero no hay confirmación oficial, y eso no hace más que alimentar la ansiedad de los inversores.
Irlanda reestructurará sus bancos, seis en total, de los que los tres principales (Anglo, AIB y Bank of Ireland) están total o parcialmente nacionalizados y reducirá su tamaño, que en los años del boom multiplicaba por cinco el PIB irlandés. Una vez saneados y jibarizados los pondrá a la venta, aunque queda por ver cuál será la factura final de toda esa operación. Tantas incógnitas en el sector financiero se dejaron notar ayer con una caída de la Bolsa de Dublín del 3,4%, con la prima de riesgo (la diferencia entre los bonos irlandeses y los alemanes) de nuevo avanzando a toda velocidad.
Los bancos financiaron la locura inmobiliaria irlandesa de la última década, las aventuras con el ladrillo en el exterior (con operaciones en Europa del Este, en la costa española y en el centro de Londres) e hincharon una burbuja que ha dejado a los irlandeses que adquirieron viviendas en los últimos años financieramente noqueados.
La mayoría de las hipotecas firmadas desde 2007 superan con mucho el valor de la vivienda, que en algunas zonas ha llegado a caer un 50%. Con ese panorama, "lo fundamental ahora es arreglar la banca, y paralelamente acertar con el plan de austeridad para estabilizar la posición de Irlanda en los mercados", explicó Philip Lane, economista del Trinity College. "Hay una falta de crédito alarmante que está ahogando a las empresas irlandesas y complica mucho la recuperación", abundó Thomas Conefrey, del Instituto de Investigación Económica y Social (ESRI).
Los incendios acechan en todos los flancos. La convocatoria de elecciones anticipadas una vez se aprueben los presupuestos no ha rebajado la tensión política, con el primer ministro Brian Cowen contra las cuerdas. La oposición, los partidos que hasta ahora le daban apoyo en la coalición de Gobierno e incluso miembros de su propia formación política redoblan la presión para que dimita. Cowen no lo hará hasta que salgan adelante los Presupuestos, esenciales para obtener la ayuda europea.
La prueba de fuego llegará hoy, con la presentación del drástico plan de recortes aprobado el pasado domingo: 15.000 millones de euros (el 10% del PIB) en cuatro años, de los que 6.000 millones saldrán del severo tijeretazo a los Presupuestos de 2011.
El diablo está en los detalles, y los detalles se conocerán hoy, aunque la prensa irlandesa ha adelantado ya por dónde van los tiros: una rebaja del salario mínimo (el Fondo Monetario Internacional reclamó ayer esa medida, que supondría reducir en torno al 10% los actuales 1.500 euros mensuales), el despido de unos 20.000 funcionarios, recortes en los subsidios y en prácticamente todas las partidas del gasto, hasta sumar dos tercios de ese paquete de austeridad.
El resto del ajuste serán subidas de impuestos, entre las que no cabe descartar el impuesto de sociedades, que ha provocado un enconado debate en Irlanda y con los socios de la eurozona, por la competencia fiscal desleal irlandesa de los últimos años. Los sindicatos han convocado una manifestación de protesta para el próximo sábado. Pero los citados detalles pueden precipitar las cosas.
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