sábado, 13 de noviembre de 2010

EL G-20 DE LA INSOLIDARIDAD

Antonio Papell / elEconomista.es
La convulsa e infecunda cumbre del G-20 -inmediatamente ulterior a la derrota de Obama en las elecciones norteamericanas a causa, sobre todo, de la pésima situación de la economía USA y consecutiva a la devaluación de facto del dólar provocada por una descomunal inyección de liquidez- ha puesto de manifiesto la gran dificultad de hallar algún sistema de gobernanza de la globalización, ya que no todos los actores tienen intereses semejantes o coherentes entre sí.
La guerra de las divisas, en la que EEUU y China están realizando de forma abierta devaluaciones competitivas en tanto Europa mantiene la fortaleza del euro mediante enormes esfuerzos de estabilidad, oculta, en el fondo, un dilema ideológico aún no resuelto que ya se advirtió en la anterior reunión del G20 en Toronto, en junio: en tanto los EEUU, con un progresista al frente, creían necesario mantener aún políticas expansivas para sustentar la recuperación, Europa apostaba por lo contrario.
Y aunque esa reunión se zanjó con declaraciones ambiguas que insinuaban la existencia de acuerdos, los hechos demuestran lo contrario.
Hoy, Obama, apostado tras la inaceptable idea de poner límite al saldo exterior de los países exportadores (4%), aduce el sofisma de que la mejor manera de contribuir a la recuperación mundial es auspiciando la recuperación de su país. Obviamente, si todos los actores pensaran lo mismo, estaríamos abiertamente en una situación de sálvese quien pueda de resultados desoladores.
Justificación inverosímil
En cualquier caso, es inverosímil la justificación de que la gran inyección de liquidez de la Fed pretende incentivar el crecimiento y no devaluar el dólar; hasta Alan Greenspan, anterior presidente de la Fed, denunció ayer la trampa en el Financial Times y argumentó que, después de este movimiento, Washington pierde toda autoridad moral ante China para instar la apreciación del yuan, como reclama la comunidad internacional hace tiempo.
Sería gravísimo, en todo caso, que los grandes actores económicos, y los países emergentes, no fueran capaces en la práctica de sentar las bases de un equilibrio monetario realista, basado en el criterio objetivo de los propios mercados. Si no se enmienda esta carencia, nos abocaremos al desastre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario