Se ha evitado otra Gan Depresión, pero no se ha logrado una recuperación sostenible
JOAQUÍN ESTEFANÍA / EL PAÍS
Al tiempo que se conozcan los resultados de las elecciones en EE UU, mañana y el miércoles se reunirá la Reserva Federal (Fed). De ahí pueden salir las primeras medidas económicas que marcarán la segunda parte del mandato de Obama y, en parte, su destino como presidente. Hay consenso en que durante estos dos años de presidencia demócrata se ha evitado otra Gran Depresión como la de los años treinta del siglo pasado, pero no se ha conseguido impulsar una recuperación sostenida ni acabar con el desempleo. El temor es que EE UU se halle empantanado en lo que se denomina "una lóbrega Nueva Normalidad" (con mayúscula) que podría prolongarse varios años más; llámese recesión o estancamiento, para decenas de millones de estadounidenses no hay mucha diferencia.
Por lo tanto, la acción de la Fed y el resto de agentes económicos tratará de revitalizar la economía y evitar que la actual coyuntura devenga en crónica. Ben Bernanke, el gobernador de la Fed, es uno de los mejores expertos académicos en la Gran Depresión y como tal conoce que, en 1937, como consecuencia de una retirada apresurada de los estímulos económicos con el objetivo de volver a una ortodoxia de consolidación fiscal, la economía entró en un nuevo valle que solo terminó con la presencia de EE UU en la II Guerra Mundial.
En qué consistirá la acción de la Fed es hasta ahora solo una conjetura. De la transcripción de las actas de su última reunión se desprende su preocupación por una evolución deflacionista tipo Japón. Poco después, Bernanke declaró: "Los tipos de interés reales son demasiado altos, dado el estado de la economía, y el riesgo de deflación es mayor de lo deseable". De lo que se desprende que la Fed prepara medidas para rebajar el precio del dinero inyectando liquidez en la economía americana: activar de nuevo la máquina de fabricar dinero. Para ello iniciará previsiblemente una segunda ronda de quantitative Ealing (QE2) -expansión monetaria cuantitativa- consistente en la compra en el mercado de bonos del Tesoro y deuda hipotecaria.
No se sabe por cuánto valor y en qué periodo, lo cual determina cualquier valoración. Hasta ahora, y durante la recesión, la Fed ha movilizado alrededor de 1,75 billones de dólares en la compra de activos de deuda pública y en valores con respaldo hipotecario y obligaciones de las agencias semipúblicas Fannie Mae y Freddie Mac, hoy totalmente intervenidas por el sector público. La pasada semana se vendieron, por primera vez en la historia, bonos a cinco años protegidos contra la inflación, a un tipo negativo del 0,55%. ¿Qué armas le quedan a la Fed? Los economistas del Bank of America son escépticos: "Piense en la Fed como un grupo de soldados en una trinchera. Han disparado sus antitanques y su munición de asalto... y ahora están utilizando sus revólveres". Recuérdese que los estatutos de la Fed son muy diferentes, por ejemplo, de los del Banco Central Europeo: entre sus finalidades no figura solo asegurar el control de la inflación sino favorecer el crecimiento y el empleo. Por ello tiene un papel tan central en la política económica de EE UU.
Un paquete como el de la Fed no afectará solo a la política interna de EE UU sino que vinculará, más allá de sus consecuencias más directas, a otras partes del mundo. Por ejemplo, los europeos temen que la inyección masiva de dólares significará de hecho la devaluación del dólar frente al euro, con lo que las posibilidades de exportación de los países de la Unión Europa, base de su frágil recuperación, disminuirán. La "guerra de divisas" y las devaluaciones competitivas, consideradas el inicio de una etapa de proteccionismo y de las políticas de empobrecimiento del vecino (que tan bien definió la economista Joan Robinson) figuran en los primeros puntos del orden del día del inmediato G-20 de Seúl.
Un crecimiento económico reducido y muy por debajo de su potencial (2% en tasa anualizada en el tercer trimestre del año), una tasa de paro del 9,6% (en cifras absolutas, la mayor desde la II Guerra Mundial), y una inflación del 1,1% en tasa anual (la subyacente tan solo en el 0,8%, la menor desde el año 1961) subrayan la necesidad urgente de reacción de la economía americana.
JOAQUÍN ESTEFANÍA / EL PAÍS
Al tiempo que se conozcan los resultados de las elecciones en EE UU, mañana y el miércoles se reunirá la Reserva Federal (Fed). De ahí pueden salir las primeras medidas económicas que marcarán la segunda parte del mandato de Obama y, en parte, su destino como presidente. Hay consenso en que durante estos dos años de presidencia demócrata se ha evitado otra Gran Depresión como la de los años treinta del siglo pasado, pero no se ha conseguido impulsar una recuperación sostenida ni acabar con el desempleo. El temor es que EE UU se halle empantanado en lo que se denomina "una lóbrega Nueva Normalidad" (con mayúscula) que podría prolongarse varios años más; llámese recesión o estancamiento, para decenas de millones de estadounidenses no hay mucha diferencia.
Por lo tanto, la acción de la Fed y el resto de agentes económicos tratará de revitalizar la economía y evitar que la actual coyuntura devenga en crónica. Ben Bernanke, el gobernador de la Fed, es uno de los mejores expertos académicos en la Gran Depresión y como tal conoce que, en 1937, como consecuencia de una retirada apresurada de los estímulos económicos con el objetivo de volver a una ortodoxia de consolidación fiscal, la economía entró en un nuevo valle que solo terminó con la presencia de EE UU en la II Guerra Mundial.
En qué consistirá la acción de la Fed es hasta ahora solo una conjetura. De la transcripción de las actas de su última reunión se desprende su preocupación por una evolución deflacionista tipo Japón. Poco después, Bernanke declaró: "Los tipos de interés reales son demasiado altos, dado el estado de la economía, y el riesgo de deflación es mayor de lo deseable". De lo que se desprende que la Fed prepara medidas para rebajar el precio del dinero inyectando liquidez en la economía americana: activar de nuevo la máquina de fabricar dinero. Para ello iniciará previsiblemente una segunda ronda de quantitative Ealing (QE2) -expansión monetaria cuantitativa- consistente en la compra en el mercado de bonos del Tesoro y deuda hipotecaria.
No se sabe por cuánto valor y en qué periodo, lo cual determina cualquier valoración. Hasta ahora, y durante la recesión, la Fed ha movilizado alrededor de 1,75 billones de dólares en la compra de activos de deuda pública y en valores con respaldo hipotecario y obligaciones de las agencias semipúblicas Fannie Mae y Freddie Mac, hoy totalmente intervenidas por el sector público. La pasada semana se vendieron, por primera vez en la historia, bonos a cinco años protegidos contra la inflación, a un tipo negativo del 0,55%. ¿Qué armas le quedan a la Fed? Los economistas del Bank of America son escépticos: "Piense en la Fed como un grupo de soldados en una trinchera. Han disparado sus antitanques y su munición de asalto... y ahora están utilizando sus revólveres". Recuérdese que los estatutos de la Fed son muy diferentes, por ejemplo, de los del Banco Central Europeo: entre sus finalidades no figura solo asegurar el control de la inflación sino favorecer el crecimiento y el empleo. Por ello tiene un papel tan central en la política económica de EE UU.
Un paquete como el de la Fed no afectará solo a la política interna de EE UU sino que vinculará, más allá de sus consecuencias más directas, a otras partes del mundo. Por ejemplo, los europeos temen que la inyección masiva de dólares significará de hecho la devaluación del dólar frente al euro, con lo que las posibilidades de exportación de los países de la Unión Europa, base de su frágil recuperación, disminuirán. La "guerra de divisas" y las devaluaciones competitivas, consideradas el inicio de una etapa de proteccionismo y de las políticas de empobrecimiento del vecino (que tan bien definió la economista Joan Robinson) figuran en los primeros puntos del orden del día del inmediato G-20 de Seúl.
Un crecimiento económico reducido y muy por debajo de su potencial (2% en tasa anualizada en el tercer trimestre del año), una tasa de paro del 9,6% (en cifras absolutas, la mayor desde la II Guerra Mundial), y una inflación del 1,1% en tasa anual (la subyacente tan solo en el 0,8%, la menor desde el año 1961) subrayan la necesidad urgente de reacción de la economía americana.
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