martes, 12 de enero de 2010

LA PRESENTE DÉCADA

Francisco Rojas
Decía con alivio el presidente Calderón el pasado diciembre, que por fortuna 2009 estaba terminando y sugería que con el año acabarían también los problemas y el peligro para el mundo y el país. Por desgracia no es así. En el entorno mundial ha habido signos positivos en algunos países pero en otros continúan la baja actividad, el desempleo y la escasez del crédito. En los mercados de valores se observan burbujas que podrían estallar debido a que no están resueltos los problemas de la economía real. El presidente Obama está sujeto a fuertes presiones por su aparente tolerancia con los bancos y la falta de reformas a los organismos financieros internacionales.
La lenta reactivación de la economía estadunidense y el vuelco de los consumidores hacia los productos locales, auguran que México no tendrá una pronta recuperación de las exportaciones, las remesas y el turismo. No hemos superado la recesión, pese al optimismo del gobierno; incrementos parciales no aseguran resultados permanentes y menos con algunas medidas de política económica adoptadas, que siguen insistiendo en recetas superadas en otros países, que empiezan a cosechar éxitos precisamente por haberlas desechado.
La creación de empleos es ínfima frente a la desocupación y el poder de compra de las familias sigue a la baja por el aumento de precios de la canasta básica, el abuso de los comerciantes y el encarecimiento de otros satisfactores básicos, en abierta violación a pactos y compromisos explícitos. La economía informal sigue creciendo y más de siete millones de jóvenes no tienen oportunidad de estudiar o trabajar; además, algunos temen un recrudecimiento de la inseguridad pública, porque se ha comprometido a las fuerzas armadas en una lucha sin el complemento indispensable de una sólida política social y acciones para promover el crecimiento económico en dichas regiones.
Nada de esto vino de afuera ni del pasado; se debe a la incompetencia de equipos que no han aprendido a gobernar y que continúan enfocando los problemas con la óptica de un partido de oposición. Basta un indicador: en la primera década de este siglo, según datos del FMI y el INEGI, el crecimiento medio anual del PIB fue de 1.6 por ciento, la cifra más baja en los últimos noventa años; menor incluso al 2.6 por ciento de los años treinta, al 2.2 por ciento de los ochenta e incomparablemente más baja al promedio de 6.5 por ciento de los años 40 a 70. Esto no es una casualidad.
La economía no presenta síntomas de una recuperación estable, pese a que hasta 2007 hubo cuantiosos excedentes presupuestales, incluyendo petróleo, aumentaron las exportaciones manufactureras, el país recibió abundantes remesas, así como fuertes ingresos por turismo e inversiones extranjeras. A diferencia de Brasil, Chile e incluso Perú, en México no se supo aprovechar el auge para ampliar la infraestructura, la generación de energía y los proyectos productivos. Los recientes movimientos en la alta burocracia, atribuidos a objetivos electorales, exigen un período de aprendizaje que reducirá la capacidad del gobierno para sortear la crisis.
Las soluciones planteadas se reducen a promesas, discursos y propuestas inacabadas, como el decálogo político que parte del falso criterio de que la sociedad y la política son antagónicas, parece querer fortalecer un presidencialismo inoperante y debilitar al Congreso. Se ha dicho que el Ejecutivo prepara iniciativas de reformas laboral, fiscal y una energética de “segunda generación”. El contenido de ésta última se desconoce pero sin duda reincidirá en la privatización petrolera, que fue desechada en 2008. Es igualmente previsible que la reforma laboral se reduzca a dar rango legal a las pautas arbitrarias de la gestión del actual secretario del Trabajo.
Los legisladores del PRI estamos abiertos a discutir cualquier tema con seriedad y respeto a nuestros interlocutores. Lo que no haremos es aprobar medidas opuestas a los intereses de la nación, que mantengan el estancamiento de la producción y la recuperación del empleo. Mi partido tiene programa, rumbo y respuestas sólidas y de largo plazo a las demandas de la sociedad. Tenemos la convicción y el deber de hacer desde el Congreso cuanto esté a nuestro alcance para recuperar lo que ha perdido el país en la primera década del siglo XXI y fortalecer la gobernabilidad. No rehuiremos nuestra responsabilidad pero tampoco asumiremos la del Ejecutivo.
Fuente: El Universal

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