viernes, 15 de enero de 2010

LA COMPETITIVIDAD EN MÉXICO Y EL TIPO DE CAMBIO

Por Alejandro Gómez Tamez (*)
Tal vez el reto más grande en materia económica que enfrentará el país durante 2010 es el de la creación de empleos, dada la enorme pérdida que se registró durante 2009. De acuerdo con datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el saldo neto que ha dejado la crisis económica en el empleo formal del país es una pérdida de 557 mil 849 puestos de trabajo desde octubre de 2008, cuando alcanzó el máximo histórico de 14 millones 564 mil 569 plazas laborales.
Si a esto le sumamos el hecho de que el aparato productivo nacional está severamente golpeado y que de acuerdo a previsiones, como las del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), será hasta el año 2012 cuando se recupere el nivel de producción observado en 2008, entonces urge tomar medidas que apuntalen la planta productiva nacional.
El año 2010 ha comenzado con serios problemas económicos, ya que el alza en los precios de algunos bienes y servicios (gasolina, diesel, gas, etc.) ha comenzado a repercutir negativamente en el consumo, ya que éstos son bienes de primera necesidad que las personas requieren seguir consumiendo, por lo que los consumidores optan por disminuir sus gastos en otros productos, tales como ropa, calzado, esparcimiento, etc.
Aunado a esta situación, el incremento en los impuestos (Impuesto Sobre la Renta, Impuesto al Valor Agregado, nuevo impuesto a las telecomunicaciones, y el Impuesto Especial a la Producción y Servicios) hace que el ingreso disponible para las familias sea aun más bajo, lo que también limita la cantidad de bienes y servicios que se pueden adquirir. El impacto negativo en el consumo es de considerable importancia cuando tomamos en cuenta que en el caso de México el consumo privado representó durante el 2009 el 53.9 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). En otras palabras, con estas medidas se está dando un duro golpe al pilar más importante de la economía nacional.
Así, las reformas estructurales siguen siendo urgentes para darle dinamismo a la economía nacional, la cual se encuentra desde hace varios años en una etapa de estancamiento o recesión en varios de los subsectores de actividad del sector manufacturero. Para ilustrar lo anterior, tenemos que si comparamos el Índice de Volumen Físico de la Producción Manufacturera en el periodo de enero a noviembre de 2003 respecto a los mismos meses de 2009 varios subsectores de actividad muestra cifras alarmantes: la Fabricación de equipo de computación, comunicación, medición y de otros equipos, componentes y accesorios electrónicos observa una caída de -25.72 por ciento; la Fabricación de prendas de vestir un retroceso de -23.43 por ciento; la Fabricación de insumos textiles menos 21.96 por ciento; la Industria de la madera caída de -12.17 por ciento; la Fabricación de muebles y productos relacionados -12.10 por ciento; las Industrias metálicas básicas -10.35 por ciento; la Confección de productos textiles, excepto prendas de vestir -8.57 por ciento; la Fabricación de productos de cuero, piel y materiales sucedáneos, excepto prendas de vestir -8.39 por ciento; y la Fabricación de equipo de transporte -0.86 por ciento.
Estas cifras son terribles, ya que muestran como buena parte de nuestra actividad manufacturera no sólo no crece, sino que se está contrayendo a lo largo de un periodo de tiempo amplio.
Aunado a lo anterior, está el problema fiscal que enfrenta nuestro país, el cual no tiene perspectivas de mejorar en el corto plazo, no obstante la reciente alza de impuestos. La Secretaría de Hacienda acaba de informar que al mes de noviembre de 2009, los ingresos del gobierno federal muestran una baja en términos nominales de 3.48 por ciento respecto a lo originalmente previsto, y una caída de 12.7 por ciento en términos reales en relación con el billón 115 mil 383.8 millones de pesos captados en los primeros 11 meses de 2008.
Podemos afirmar que el problema fiscal del país va a continuar debido a que a juicio de muchos analistas, el alza de impuestos lo que ocasionará es un incremento en las actividades informales y una mayor evasión fiscal. Para muchos empresarios, será más fácil comprar facturas o vender sin facturar, que cumplir con las nuevas disposiciones fiscales. Parece que los Diputados no conocen el concepto de la Curva de Laffer.
Dado este sombrío panorama, y debido a que al Congreso de la Unión no se le ve prisa por aprobar ninguna reforma estructural importante que haga más competitivo a nuestro país, se deben implementar medidas de corto plazo que apoyen a la planta productiva nacional, a la creación de empleos y a las finanzas públicas. Y una de estas medidas consiste en evitar que el peso se siga fortaleciendo respecto al dólar como lo ha hecho en los últimos meses.
Es verdad que tenemos un tipo de cambio de libre flotación y que en teoría el Banco de México no interviene en el mercado cambiario (salvo en las ocasiones que lo hizo en el 2008 y 2009 cuando el peso sufrió fuertes ataques especulativos), pero también es verdad que el banco central si puede influir en el tipo de cambio de manera indirecta modificando las tasas de interés.
Así, cuando el Banxico baja las tasas de interés en el corto plazo aumenta el tipo de cambio spot, mientras que si las sube, entonces el tipo de cambio spot disminuye. Esto se debe a que un alza en las tasas de interés atrae capitales especulativos de corto plazo al país una disminución de la tasa los ahuyenta.. Así pues, reiteramos que sería un grave error en este momento que el Banco de México subiera las tasas de interés, ya que inhibiría el consumo y la inversión, y además provocaría que nuestra moneda se aprecie en el corto plazo.
Debe quedar claro que México necesita un tipo de cambio competitivo que le ayude a promover sus exportaciones, limite las importaciones, fomente el turismo y fortalezca las finanzas públicas. ¿Pero cuál es el nivel de tipo de cambio competitivo?
De acuerdo estimaciones del despacho de consultoría Grupo Asesores en Economía y Administración Pública (GAEAP), el tipo de cambio teórico de equilibrio en enero de 2010 debería ser de aproximadamente $13..20 pesos por dólar. Este cálculo está hecho en función de medir los diferenciales de inflación acumulados desde 1997 a la fecha. Cabe señalar que se eligió como base 1997, ya que este fue el último año en el que México tuvo una balanza comercial en equilibrio.
Así, tenemos que en el periodo de julio de 1997 a diciembre de 2009, los precios en México se elevaron en promedio 129.66 por ciento, mientras que en los Estados Unidos crecieron 34.95 por ciento, y por lo tanto, para mantener un tipo de cambio con el mismo valor en términos reales la paridad debió haber pasado de $7.8210 pesos por dólar en 1997 a $13.2113 pesos por dólar en la actualidad.
De esta manera, si ahora en día el tipo de cambio es de $12.7298 pesos por dólar, esto implica que tenemos un peso sobrevaluado en 2.42 por ciento aproximadamente. Realmente no sé qué le pasa a este país que implementa políticas que tienden a sobrevaluar el peso de manera crónica en lugar de subvaluarlo (como lo hace China con su moneda), siendo que lo que requerimos es un tipo de cambio competitivo. Y debe quedar claro que de la sobrevaluación del peso no tiene la culpa el entorno económico internacional, ya que somos nosotros los que ocasionamos esta recurrente sobrevaluación implementando una política monetaria restrictiva permanentemente (por esa tendencia a controlar la inflación anclando el tipo de cambio).
Ante esta situación, es imprescindible que el Banxico ponga en práctica una política monetaria prudente que no produzca una mayor sobrevaluación del peso. Las autoridades fiscales y monetarias deben comprender que un tipo de cambio competitivo fomenta las exportaciones e inhibe importaciones, lo cual se traduce en más empleos. De igual manera, un tipo de cambio competitivo fomenta el turismo nacional e internacional hacía destinos mexicanos. Un factor adicional es que los recursos en pesos que reciben las familias por concepto de remesas es mayor en la medida en que el tipo de cambio es más elevado y esto fortalece la demanda interna.
Es patético darnos cuenta que la última vez que nuestro país tuvo una balanza comercial en equilibrio fue en 1997. Es decir, llevamos 13 años viviendo déficits con el exterior que lo único que generan es creación de empleos en el resto del mundo y pérdida de empleos en México. No hemos aprendido las importantes lecciones de política económica que los chinos muestran al mundo. Y es que no se trata de “descubrir el hilo negro”, sino simplemente de copiar las mejores partes de los modelos económicos más exitosos.
Por último, es importante comentar que la posición fiscal del gobierno se vería favorecida con un tipo de cambio competitivo. En este sentido podemos comentar que México exportó a Estados Unidos (entre enero y noviembre de 2009) petróleo por $19 mil 392 millones de dólares. Esto implica que un aumento de tan sólo $0.50 pesos en el tipo de cambio le generaría recursos adicionales a Pemex por más de $10 mil millones de pesos en un año. Evidentemente esto fortalece las finanzas públicas sin aumentar las cargas fiscales a empresas y familias.
Así pues, deben tomarse en cuenta las ventajas de un tipo de cambio competitivo y se debe evitar caer en la tentación de manipular el tipo de cambio con el fin de controlar la inflación. Durante la década de los noventas México implementó esta medida y los resultados fueron muy negativos, ya que se acumularon presiones importantes en la paridad, incurrimos en los déficits de la balanza comercial más altos de nuestra historia y se perjudicó a la planta productiva nacional. El Banxico debe actuar con responsabilidad para evitar que México vuelva a vivir una ilusión llamada “superpeso”.
(*) Director general GAEAP
Fuente: El Economista

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