¡El mundo
al revés! Pareciera que el marco institucional mexicano fue diseñado por
políticos y gobernantes para desincentivar la creación de empleos formales.
Le doy un
par de ejemplos.
La actual
Ley Federal del Trabajo, con todo y sus mil 10 artículos, un amplio catálogo de
derechos laborales consagrados en ella, y una multitud de líderes sindicales y
políticos defendiéndola a ultranza sin conceder un ápice, ha sido durante todos
estos años una barrera para la creación de nuevos empleos formales incentivando
a millones de trabajadores y de jóvenes a la informalidad.
Si bien
el pobre desempeño de la economía en las últimas tres décadas, derivado de los
escasos incentivos a la inversión productiva, ha sido el factor principal de la
raquítica creación de empleos formales; la Ley Federal del Trabajo se convirtió
en un escollo adicional para el fomento del empleo en una economía globalizada.
Otro caso
de desincentivo a la creación de empleos formales es el impuesto a las nóminas
que aplican la mayoría de los gobiernos estatales a los empleadores.
Resulta
difícil de comprender cómo en un país con casi 30% de su población en la
informalidad, según INEGI, y con 29 millones de trabajadores ocupados que no
están registrados ante el IMSS o ante el ISSSTE, se “castigue” fiscalmente a
las empresas con un impuesto de 2% sobre la nómina de sus trabajadores (en la
mayoría de los casos) por crear empleos formales. En otras economías es al
revés: Los gobiernos “premian” con beneficios fiscales a los empleadores que
generan nuevos empleos formales.
En el
caso de los jóvenes la situación del desempleo es particularmente grave. Más de
4.4 millones de jóvenes -entre 15 y 29 años- están desempleados, una cifra cuyo
porcentaje de desocupación (8.7% de la población económicamente activa) casi
duplica el promedio nacional. Lo preocupante es que en la actual Ley Federal
del Trabajo no se ofrecen alternativas para incorporar a estos jóvenes al mundo
laboral a través, por ejemplo, de contratos de aprendiz o de prueba; tampoco
para ampliar las posibilidades en los contratos a tiempo parcial para aquellos
jóvenes que aún estudian pero que requieren trabajar. Claro que en todas estas
modalidades de contratos laborales se requieren cláusulas que eviten abusos o
vicios que amenacen los derechos de estos noveles trabajadores.
Por eso
he dicho aquí que la iniciativa de reformas a la Ley Federal del Trabajo que
envió el Ejecutivo al Congreso se quedó corta. La actual Ley Federal del
Trabajo es un amplio catálogo de defensa de los derechos laborales que
prácticamente se mantienen intactos en la iniciativa que ahora discuten los
diputados.
Incorporar
nuevas modalidades de contratación, ampliar las oportunidades de participación
de jóvenes y mujeres en la vida laboral, desincentivar la informalidad y
transparentar la vida de los sindicatos -como entidades públicas que son- no
deben escandalizar a nadie que busca el bienestar colectivo.
Son
medidas racionales y necesarias para comenzar a enderezar el marco
institucional y quitar trabas a la generación de empleos en un país plagado de
informales y con millones de desempleados adicionales por venir si no hacemos
algo pronto.
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