Javier Flores / La Jornada
Es muy importante
situar en una dimensión correcta el artículo de Eric Séralini y sus
colaboradores, en el que se reporta que la ingestión de una variedad de
maíz transgénico provoca muerte prematura y daños orgánicos muy graves
en ratas. Creo que es indispensable dimensionarlo, porque el debate que
ha provocado desde que apareció publicado el pasado miércoles, comienza a
rebasar sus significados estrictos para dar lugar a posturas extremas
que van desde el rechazo absoluto al empleo de organismos genéticamente
modificados (OGM) hasta la defensa a ultranza, incluyendo posiciones
francamente anticientíficas y acusaciones sobre conflictos de interés.
Sin desconocer que este debate existe desde hace varios años, es
indispensable examinar estrictamente los hechos y extraer de ellos sus
posibles significados y consecuencias para nuestro país.
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