sábado, 22 de septiembre de 2012

¿QUÉ LE HA PASADO A NUESTRO CAPITAL SOCIAL?

Jorge A. Chavez Presa / El Universal
“Septiembre, mes de la Patria” es el lugar común. Muchas fechas de aniversario para conmemorar y festejar, pero muy poco para reflexionar. Debemos tener una idea compartida, clara, de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde queremos llevar hacia adelante a este país que es México.
Para poner mi granito de arena, escribo sobre un tema al que le hemos dedicado menos tiempo del que merece, y que contribuye a explicar nuestra realidad económica y nuestra incapacidad para transformarla en beneficio de las mayorías; más allá de las trilladas “reformas estructurales”. Me refiero al capital social (CS) de un país o una sociedad, término que desafortunadamente parece propio de los círculos académicos.
Aclaro que mi principal fuente de consulta ha sido, www.oecd.org/social/ socialpoliciesanddata/societyataglance2011-oecdsocialindicators.htm.
Hay muchas definiciones de CS, que tienen en común las relaciones entre personas. Entre las de organizaciones internacionales destacan la del Banco Mundial y la OCDE. La del primero la sintetizo como “lo que une a las instituciones detrás de una sociedad”, y la de la segunda, como “las redes junto con las normas, valores y entendimientos que facilitan la cooperación dentro y entre grupos” (traducción propia). Me atraen las definiciones de varios académicos: Fukuyama lo describe como “la habilidad de las personas de trabajar juntas en grupo o en organizaciones para propósitos comunes”; Portes y Sensenbrenner lo exponen como “aquellas expectativas de acción dentro de una colectividad que afectan las metas económicas y la conducta de sus miembros orientada a alcanzar metas, aun cuando esas expectativas no estén orientadas hacia el ámbito económico”. Patricia López y Rodolfo de la Torre, investigadores mexicanos, lo expresan como “simpatía entre individuos o grupos…” y lo miden “… con las transferencias voluntarias otorgadas por las personas a miembros de otros hogares o a instituciones”.
En este contexto, ¿cómo medimos el CS y de cuánto CS disponemos en México? No es fácil medirlo y menos aún decir que se es poseedor de la verdadera y auténtica medición. Lo bueno es que la investigación académica en el mundo se está ocupando de conceptualizar y de proponer métodos específicos para cuantificarlo. En México hay que trabajar aún más, pero los hallazgos de López y De la Torre en su investigación de 2004 para el PNUD ya son reveladores.
Cito sólo dos sujeto al riesgo de sacarlos de contexto: “el capital social ha venido disminuyendo desde 1998, que mientras el desarrollo humano presentaba una tendencia creciente el capital social iba en descenso a partir de 1999, y que el capital social se encuentra concentrado principalmente entre los más pobres”. “La oferta de capital social aumenta con la escolaridad, con la menor movilidad física, con el tamaño de la localidad, con el menor número de miembros en el hogar, con la presencia de la mujer en el hogar, y con una situación conyugal que demanda la presencia física de los padres en el hogar.”
En otra investigación publicada por el Centro de Estudios y Programas Interamericanos (ITAM) de Terrazas, Layton y Moreno, Encuesta Nacional sobre Filantropía y Sociedad Civil: Capital Social en México, a partir de “indicadores como la membresía y participación en organizaciones de manera voluntaria, en el caso de las redes sociales, y las creencias y actitudes de las personas hacia los demás, en el caso de la reciprocidad y la confianza”, encuentran que la confianza interpersonal es menor en México que en América Latina y que el promedio internacional y casi el 68 por ciento de las personas en México piensa que los demás se aprovecharían de uno. En reciprocidad, sólo el 38 por ciento está de acuerdo en que sus vecinos lo han ayudado cuando lo ha necesitado.
En breve, tenemos que trabajar mucho más para incrementar el capital social mexicano para que el capital humano y el capital físico eleven su rendimiento.

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