Enrique Peña Nieto se ha comprometido a una reforma
fiscal, calificada de estructural, ante la baja recaudación tributaria que
enfrenta el país; misma que ha sido compensada mayormente con los ingresos
fiscales del petróleo. Aunque una reforma fiscal debería abarcar no sólo el
tema de los ingresos, sino también de los egresos, parece que tal compromiso se
ha centrado, hasta ahora, esencialmente en el debate de los impuestos.
Coincidentemente, la reforma prometida se da en un contexto internacional en el
que los países desarrollados han emprendido modificaciones fiscales que han
significado aumentos de impuestos y reducción generalizado de los egresos
públicos.
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