viernes, 21 de septiembre de 2012

EPN: GANÓ LA ELECCIÓN, NO EL PODER

José Fernández Santillán / El Universal 

Hay una frase que ha sido utilizada machaconamente en esta temporada de intenso análisis y debate político: “el PRI perdió el poder en el año 2000”. Eso, en términos electorales, es cierto. No así en términos de real politik.

A mi entender, el instituto político fundado por Plutarco Elías Calles en 1929, perdió el poder mucho antes de que fuese derrotado por el panista Vicente Fox. ¿Cómo fue que sucedió esto? Años antes de que el partido fundado por Manuel Gómez Morín lo sacara de Los Pinos, el PRI fue desplazado del mando por la tecnocracia. Por tanto, no está dicho que al haber ganado las elecciones automáticamente retome la batuta.
Me explico: diversos analistas del sistema político mexicano, entre ellos Raymond Vernon (El dilema del desarrollo económico de México, México, Diana 1966, pp. 153-169) mostraron que el PRI dejó de ser, paulatinamente, el gran proveedor de cuadros para el gobierno federal. Una burocracia profesionalizada y especializada fue sustituyendo a lo largo de varias décadas a los priístas de las secretarías de Estado. Ciertamente esa burocracia abanderó los principios del nacionalismo revolucionario hasta principios de los años ochenta.
Luego, como lo destaca Roderic Ai Camp (La política en México, México, Siglo XXI, 1995, pp. 126-147) tomó la batuta la tecnocracia neoliberal. Su presencia fue palpable, sobre todo, en las instituciones gubernamentales del sector económico y financiero. Sobra decir que esa élite, desde su aparición, tuvo fuertes conexiones con los grupos empresariales del mismo ramo. Ambos grupos han logrado forjar un trabuco el cual, no importando el partido que se encuentre en el poder, sigue manejando buena parte del poder real en este país.
En los últimos dos sexenios priístas (1988-2000) hubo una pugna entre “políticos” y “tecnócratas”. Muchos de los políticos ubicados en el PRI fueron reacios a respaldar las políticas “modernizadoras” impuestas desde las oficinas públicas por juniors educados en universidades norteamericanas y sin una pizca de sensibilidad social. Los tecnócratas redujeron al PRI a oficina de asuntos electorales; proveedora de respaldos populares a políticas económicas antipopulares. Los priístas hacían la “talacha” para que los nuevos patrones se instalaran cómodamente en los puestos de mando a disfrutar de las mieles del triunfo.
Luego, a partir de 2000, ascendieron los panistas. La identificación entre los tecnócratas y los blanquiazules fue instantánea en vista de la “extracción de clase”; unos y otros pertenecen a la misma aristocracia. Ahondan sus raíces en la época porfiriana. Vienen de familias de abolengo; con espíritu revanchista en contra del régimen de la Revolución; católicos de cepa.
Las políticas neoliberales implantadas en México desde principios de los años ochenta han sido factor determinante para que las izquierdas levantaran la voz y dieran cauce al descontento social. Esa fue la labor de Cuauhtémoc Cárdenas y sus tres sucesivas postulaciones presidenciales (1988, 1994 y 2000). Lo mismo sucedió con las dos candidaturas de Andrés Manuel López Obrador (2006 y 2012). Conviene apuntar que, en esta última ocasión fue más obvio que la vertiente neopopulista y antidemocrática de AMLO quiso imponer su hegemonía.
Peña Nieto ganó las elecciones del 1 de julio, pero aún no conquista el poder. Allí está esa tecnocracia que desplazó del mando al PRI mucho antes del año 2000. Es un grupo empecinado en imponer la misma política económica ya fracasada. Es una estrategia que le ha dado municiones al lopezobradorismo para seguir manteniendo su radicalismo.
Se presenta la oportunidad para que el PRI recupere las riendas del país y lo lleve por una senda distinta. Salir del falso dilema entre el estatismo y el libre mercado; es decir, una tercera vía. Fórmula que, de paso, le restaría fuerza al chavismo autóctono.

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