José Fernández Santillán / El Universal
Hay una frase que ha sido utilizada machaconamente en esta temporada de intenso análisis y debate político: “el PRI perdió el poder en el año 2000”. Eso, en términos electorales, es cierto. No así en términos de real politik.
A mi entender, el instituto político fundado por Plutarco Elías
Calles en 1929, perdió el poder mucho antes de que fuese derrotado por
el panista Vicente Fox. ¿Cómo fue que sucedió esto? Años antes de que el
partido fundado por Manuel Gómez Morín lo sacara de Los Pinos, el PRI
fue desplazado del mando por la tecnocracia. Por tanto, no está dicho
que al haber ganado las elecciones automáticamente retome la batuta.
Me explico: diversos analistas del sistema político mexicano, entre
ellos Raymond Vernon (El dilema del desarrollo económico de México,
México, Diana 1966, pp. 153-169) mostraron que el PRI dejó de ser,
paulatinamente, el gran proveedor de cuadros para el gobierno federal.
Una burocracia profesionalizada y especializada fue sustituyendo a lo
largo de varias décadas a los priístas de las secretarías de Estado.
Ciertamente esa burocracia abanderó los principios del nacionalismo
revolucionario hasta principios de los años ochenta.
Luego, como lo destaca Roderic Ai Camp (La política en México,
México, Siglo XXI, 1995, pp. 126-147) tomó la batuta la tecnocracia
neoliberal. Su presencia fue palpable, sobre todo, en las instituciones
gubernamentales del sector económico y financiero. Sobra decir que esa
élite, desde su aparición, tuvo fuertes conexiones con los grupos
empresariales del mismo ramo. Ambos grupos han logrado forjar un trabuco
el cual, no importando el partido que se encuentre en el poder, sigue
manejando buena parte del poder real en este país.
En los últimos dos sexenios priístas (1988-2000) hubo una pugna entre
“políticos” y “tecnócratas”. Muchos de los políticos ubicados en el PRI
fueron reacios a respaldar las políticas “modernizadoras” impuestas
desde las oficinas públicas por juniors educados en universidades
norteamericanas y sin una pizca de sensibilidad social. Los tecnócratas
redujeron al PRI a oficina de asuntos electorales; proveedora de
respaldos populares a políticas económicas antipopulares. Los priístas
hacían la “talacha” para que los nuevos patrones se instalaran
cómodamente en los puestos de mando a disfrutar de las mieles del
triunfo.
Luego, a partir de 2000, ascendieron los panistas. La identificación
entre los tecnócratas y los blanquiazules fue instantánea en vista de la
“extracción de clase”; unos y otros pertenecen a la misma aristocracia.
Ahondan sus raíces en la época porfiriana. Vienen de familias de
abolengo; con espíritu revanchista en contra del régimen de la
Revolución; católicos de cepa.
Las políticas neoliberales implantadas en México desde principios de
los años ochenta han sido factor determinante para que las izquierdas
levantaran la voz y dieran cauce al descontento social. Esa fue la labor
de Cuauhtémoc Cárdenas y sus tres sucesivas postulaciones
presidenciales (1988, 1994 y 2000). Lo mismo sucedió con las dos
candidaturas de Andrés Manuel López Obrador (2006 y 2012). Conviene
apuntar que, en esta última ocasión fue más obvio que la vertiente
neopopulista y antidemocrática de AMLO quiso imponer su hegemonía.
Peña Nieto ganó las elecciones del 1 de julio, pero aún no conquista
el poder. Allí está esa tecnocracia que desplazó del mando al PRI mucho
antes del año 2000. Es un grupo empecinado en imponer la misma política
económica ya fracasada. Es una estrategia que le ha dado municiones al
lopezobradorismo para seguir manteniendo su radicalismo.
Se presenta la oportunidad para que el PRI recupere las riendas del
país y lo lleve por una senda distinta. Salir del falso dilema entre el
estatismo y el libre mercado; es decir, una tercera vía. Fórmula que, de
paso, le restaría fuerza al chavismo autóctono.
No hay comentarios:
Publicar un comentario