No es la primera vez que Paul Krugman insiste en que
las políticas de rigurosa austeridad sumen a las economías deprimidas en una depresión
aún más profunda. El Nobel de Economía incide hoy en la misma idea. Ve
positivas medidas como el plan del BCE, pero tiene claro que Draghi no será
capaz de salvar la Eurozona si sus líderes siguen pensando que la política de
"infligir dolor por el bien de infligir dolor" es la adecuada.
En su
blog del New York Times Krugman señala que la historia básica de la
crisis del euro sigue siendo la misma: es esencialmente una crisis de balanza
de pagos, mal interpretada como una crisis fiscal. La pregunta clave,
indica, "es si la devaluación interna es realmente viable".
"Las
raíces de la crisis no se encuentran en el despilfarro de los gobiernos, sino
en los grandes flujos de capital principalmente desde Alemania hacia los países
de la periferia durante los años de bonanza". Estos flujos de capital,
explica, "impulsaron el boom de los periféricos y unos salarios y
unos precios relativamente altos en los países como Grecia, Irlanda, Portugal,
España e Italia en relación con Alemania".
La
combinación de las economías periféricas profundamente deprimidas (con
crecientes déficits presupuestarios) y los temores ante una ruptura del euro se
ha traducido en un auténtico ataque contra la deuda de los periféricos,
prosigue. Pero la raíz sigue siendo la balanza de pagos/coste del problema. Y
cualquier solución a esta situación debe pasar por devolver precios y costes de
nuevo a una senda sostenible.
Es, en
este contexto, en el que hay que enmarcar las acciones anunciadas en el último
año por el Banco Central Europeo. Primero con las dos subastas a tres años de
diciembre y febrero y luego con su plan para comprar deuda, ha intervenido para
limitar los rendimientos de los bonos fuera de control, frenando la fuga de
capitales.
"Me
alegro por él". Pero todavía es necesaria una "devaluación
interna": una fuerte caída en los costes y precios en relación con
Alemania. "Y esto es un proceso lento y doloroso", señala Krugman.
¿De qué sirve la austeridad?
Y la
austeridad, ¿dónde encaja en toda esta historia?, se pregunta. "Mayormente
no lo hace". Recortar un par de puntos de déficit no hará mucho por
mejorar la solvencia a largo plazo, y tampoco hará mucho para acelerar el ritmo
de devaluación interna. Sin embargo, contribuirá a incrementar aún más los
niveles de desempleo, y causará un gran sufrimiento interno a través de los
recortes que se aplicarán en los programas de recortes sociales, recuerda.
Entonces,
¿cuál es el por qué tanta austeridad y tantas reformas? Europa sigue
funcionando con la falsa teoría de que se trata fundamentalmente de una
cuestión fiscal. Y eso es debido, en parte, a que se intenta calmar a los
alemanes. En efecto, "la política es infligir dolor por el bien de
infligir dolor", señala.
Lo cual
nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Cuánto puede durar esto? ¿Cuándo las
economías afectadas dirán que no pueden más? Las noticias procedentes de
España, con grandes protestas y debates sobre secesión, sugieren que este
momento puede estar acercándose rápidamente, opina Krugman.
"Realmente
creo que Draghi lo ha hecho muy bien. Pero él no puede hace el trabajo de
devaluación interna por sí mismo y no puede salvar a Europa si sus líderes siguen
pensando que infligir gratuitamente dolor es una buena política",
concluye.
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