jueves, 4 de noviembre de 2010

HACIA UN CONSENSO NACIONAL (I)

Francisco Suárez Dávila / El Universal
México es una sociedad joven y vigorosa que se sabe enferma y en crisis. Su dinamismo lo demuestra despertando su espíritu de supervivencia y generando anticuerpos. Una manifestación de vitalidad es el surgimiento de grupos de reflexión, ávidos de adquirir información sobre lo que ocurre, para discutir y analizar. Luego sobreviene el cansancio frente al exceso de diagnósticos o de pesimismo. Se avanza hacia otra etapa, el deseo de “aterrizar las cosas”, generar propuestas para resolver los problemas y, finalmente, las acciones, que demandan liderazgo.
Así han proliferado recientemente grupos de reflexión de la sociedad civil. Muchos han sido estimulados por la conmemoración de los Centenarios; algunos, orientados al problema de seguridad; otros, a lo económico: “Construyendo Futuros”, “El México que Queremos”. “Doscientos” de EL UNIVERSAL. También diversos grupos e instituciones académicas han presentando libros de propuestas: el Grupo de la UNAM, sobre el Nuevo Curso de Desarrollo; el CIDE: El Juicio del Siglo e Hipotecando el Futuro; el libro de Castañeda y Aguilar Camín. La nota característica es una gran dispersión. Todo ello indica que ahora es un momento propicio para consolidar estos esfuerzos importantes y extraer elementos comunes.
A nivel político, es difícil que pueda haber algo más que avances marginales. El Ejecutivo persigue como objetivo monotemático la seguridad. La lucha por la sucesión presidencial ya se ha detonado con casi dos años de antelación; primero, la batalla por el Estado de México y, luego, por México. Le corresponde a la sociedad civil aprovechar el tiempo y construir consensos que le faciliten la tarea al nuevo gobierno de cualquier signo, que muy probablemente reciba un país paralizado y rezagado.
Estos acuerdos, para permitirnos avanzar, deben reunir ciertos requisitos: es fundamental que se identifiquen los obstáculos principales y, en función de ello, se propongan las soluciones básicas, no las accesorias. Partir de una visión integral de largo plazo, no caer en “la pedacería” de seudorreformas minimalistas e inconexas. Formular propuestas transformadoras que rompan el statu quo y necesariamente afecten intereses en aras de fines nacionales.
Aprovechando la gentil invitación del periódico EL UNIVERSAL para reanudar mis contribuciones periódicas, doy comienzo a una serie de artículos que presentan lo que, a mi juicio, son los elementos fundamentales hacia un consenso nacional.
Actuar eficazmente para restablecer la seguridad de los ciudadanos y lograr reformas políticas que den gobernabilidad al país, son los prerrequisitos esenciales. Yo me referiré sólo a los económico-sociales. Identifico cinco temas. Un país que, según cifras del FMI, en la década, tiene un crecimiento acumulado que lo ubica en el lugar 150 de 180 países y cuyo tamaño de la economía cae del décimo lugar al décimo cuarto, tiene que tener como prioridad, a la cual se sometan todas las políticas económicas, un crecimiento mínimo del 6% anual, con generación de un millón de empleos. México está entre los países más desiguales. No sólo por justicia, sino para ampliar el mercado interno, debe realizar una gran reforma de la red de protección social, incluyendo ampliar la cobertura de salud e “ideas fuerza”, como la creación de un seguro de desempleo y un ISR a las personas físicas progresivo, que recaude y redistribuya.
Debe conformarse una verdadera Agenda Nacional de Educación, que nos permita avanzar en la Sociedad del Conocimiento, logrando, desde que los alumnos entiendan lo que leen, se expresen y cuenten bien, hasta ampliar el acceso a la educación media y superior, en vinculación con la empresa. Pemex debe dejar de ser la caja recaudadora del gobierno para convertirse, bajo la rectoría del Estado, en una empresa pública de clase mundial, que pueda realizar alianzas, contratos riesgo, colocar capital minoritario y abrir espacios a la participación privada, para convertirse en un motor del desarrollo. Para sustentar todos esos grandes fines, sí se puede lograr el apoyo social para una reforma fiscal integral. No “recaudar para gasto corriente dispendioso”. En próximos artículos detallaré las propuestas. Agradeceré al lector sus amables comentarios.
Ex subsecretario de Hacienda

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