lunes, 1 de noviembre de 2010

DÍA DE MUERTOS, ¿FIESTA NACIONAL?

Cuenta atrás
Antonio Navalón / El Universal
En la semana 207 de la cruzada de Calderón contra el narcotráfico, se consolidó una tendencia escalofriante: son tiempos terribles para los jóvenes porque o los mata el hambre o los matan las drogas o los matan los sicarios.
Ya asesinado, la primera reacción del gobierno es encontrar pistas que te vinculen con el narco. La segunda y tercera reacción, queremos suponer, es que busquen a los culpables. Sin embargo, si bien siempre aciertan y te ligan diciendo que eras drogadicto o narcomenudista, la segunda reacción pertenece a esa estadística que nos llena de vergüenza y horror de ser un país donde 95 por ciento de los crímenes nunca se averiguan.
El clima de violencia en México se percibe en todas partes, desde la sala de un Foro de Madrid, España donde nada me conmovió más que las lágrimas de un joven becado, de 22 años, sobrino de un coronel de la policía asesinado en el estado de Sonora cuando decía: “no quiero ser como mis primos ni quiero formar parte de un país donde es posible secuestrar a alguien, pasearlo durante 8 horas por las calles sin que nadie haga nada; en consecuencia, quiero ser servidor público”, hasta ese interminable rosario de ataúdes blancos y azules con flores, con océanos de lágrimas de madres o el asesinato de albañiles que pasaban “erróneamente por ahí” como sucedió en Nayarit, o la señora que caminaba por una calle peatonal en Monterrey y le alcanzó una granada.
Frente a ese dolor están las declaraciones desde la zona cero del Estado mexicano, de quienes dicen: “no pararemos, todo esto demuestra que debemos seguir”, me pregunto: ¿hasta la destrucción final de quién?, ¿en qué dirección vamos? Como ciudadano de a pie, creo que es necesario que los policías sepan serlo y que si hay un patrón de asesinar a jóvenes de ciertas características, alguien, en algún lugar, descubra que quizá es mejor mandar a los policías antes de que los maten.
El número de muertos es tan alto que como pasa con el dolor y el amor si la muerte no tiene cara es un concepto abstracto que no termina de penetrar. Es necesario que los gobernantes sean capaces de sentir el dolor, la soledad y la frialdad que significa que te puedan matar sin que nunca pase nada.
Y cuando los verdaderos asesinos llegan a ser detenidos tienen el aspecto de tranquilidad de quienes saben que en México no recibirán una gran condena, porque ¿qué juez se atreverá?
Mientras tanto, usted o yo debemos rezar para no atravesarnos en medio de un cuerno de chivo, una granda o simplemente no estar junto a un muchacho que por querer dejar de ser drogadicto puede ser ametrallado.
Si no fuera porque hasta los conquistadores españoles pudieron comprobar que la relación con la muerte del pueblo mexicano llega mucho más allá de los dioses de importación, sería terrible porque nunca como hoy, fue tan significativo conmemorar un primero de noviembre. Hoy recordamos a los infantes y a los jóvenes muertos, la cosecha más trágica y más abundante de este año, cuarto año del sexenio de Calderón.

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