lunes, 15 de noviembre de 2010

CLASES MEDIAS ARRINCONADAS

Guillermo Knochenhauer / El Financiero
Las clases medias son el alma y corazón de las naciones; una manera, entre otras, de identificarlas, es que la familia, después de cubrir su alimentación y vivienda, puede gastar a discreción un tercio o más de su ingreso. Tan amplísimo criterio deja ver que las clases medias son muy diversas por el monto de sus recursos, aunque son mayoritariamente asalariadas.
Lo que mejor distingue a los países desarrollados de los que no lo son, es el tamaño de sus clases medias. El 78 por ciento de la sociedad estadounidense pertenece a esos grupos sociales, mientras que en Europa rondan el 60 por ciento. Puede decirse sin lugar a dudas, que lo es bueno para las clases medias es bueno para los países capitalistas.
Sucede que en México, las clases medias no han visto la suya desde hace varios lustros, particularmente durante el último decenio. Lo que han perdido en poder adquisitivo, poder político y movilidad social deja ver las causas principales por las que las generaciones que entraron al mundo laboral a partir de los años noventa del siglo pasado, vivirán peor que sus padres.
Desde aquellos años, la contracción de la masa salarial en relación al PIB ha sido constante, igual que la pérdida de poder adquisitivo de los sueldos ante el alza de los precios. Por consecuencia, los asalariados que pueden disponer de un tercio de su sueldo a su antojo, son menos de la cuarta parte de la fuerza laboral, proporción que sigue disminuyendo y de manera cada vez más acelerada.
Al empobrecimiento material de las clases medias se suma su arrinconamiento político, desde que la clase política dejó de comunicarse con las clases populares.
Antonio Delhumeau ha subrayado que la progresiva indiferenciación entre los jerarcas del Estado y poderosos intereses asociados a privilegios, junto con la apertura a los mercados internacionales, le hicieron perder a las clases medias canales y posibilidades de ejercer su función mediadora. “El acercamiento de la élite política a la jerarquía eclesiástica, a la burguesía ligada con ésta y a los intereses pronorteamericanos, sostiene Delhumeau, erosionó su papel como articuladoras económicas, traductoras de la semántica del poder entre gobernantes y gobernados, y portadoras de lo que significa hacer política en la unidad nacional”.
La sustitución que hizo el neoliberalismo de la noción del Estado de bienestar con la idea de que la mejor forma de favorecer la prosperidad es conseguir altas tasas de crecimiento y de creación de empleo conforme a las exigencias de competitividad del mercado, dejó a la clase política sin argumentos para convencer a la población de que estaba dedicada a elevar la justicia social.
La política perdió entonces su principal halo de legitimación y quedó como un sucio juego de intereses que ya no conduce al poder para lograr las metas que se habían mantenido como ideales. Uno de esos ideales fue la movilidad social ascendente, esperanza que se perdió hace décadas.
Uno de los vehículos principales de la movilidad social fue la educación pública, laica y gratuita, mientras fue de calidad. Ha dejado de serlo porque el gobierno abandonó la educación pública en manos de las organizaciones sindicales (SNTE y CNTE) y ha favorecido la educación privada a cargo de empresas y organizaciones religiosas. En este sistema, la educación pública no tiene proyecto ni rumbo, ni funciona ya como mecanismo de movilidad social, indispensable para la recomposición del tejido social y la modernización económica del país.
La recomposición del sistema educativo tomará decenios a partir del momento en que la presión de las clases medias lograra que se redefiniera el proyecto educativo del país. No lo hará la clase política, porque revertir el daño que ha hecho la mala educación pública tomará muchos años y los políticos son cortoplacistas, piensan en la duración de su cargo, no en la posteridad de sus acciones.
Mucho se dice que México anda a la deriva, sin rumbo, que falta un acuerdo nacional entre los bandos políticos que permita abordar los problemas ciudadanos. Una ventaja es que hay consensos importantes en el diagnóstico de todas las fuerzas sobre los retos que enfrenta México. Nadie discute que la economía tiene el peor desempeño entre naciones semejantes y que el país padece altos niveles de pobreza y desigualdad.
Falta incorporar a ese diagnóstico el deterioro de las clases medias para revertirlo, como un elemento crucial para recuperar terreno de acciones comunes, que merezcan el apoyo de la mayoría del país.
knochenhauer@prodigy.net.mx

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