“Anda mal. El país anda mal. Está en una crisis verdaderamente profunda. México es hoy como hace un siglo durante el Porfiriato, un país pleno de desigualdades”.
Dr. David Ibarra, Economista
Porque no acertamos a ponernos de acuerdo. Porque compramos tesis económicas y políticas que riñen con nuestra tradición revolucionaria. Porque nos echamos de cabeza a un neoliberalismo sin la mínima protección de un paracaídas. Porque nuestros empresarios -recalcitrantes personajes de derecha- aspiran a negocios de corto plazo. Porque ciframos nuestra recuperación en la de Estados Unidos. ¡Grave yerro! .
Porque en México no hay empleo. Porque el éxodo de 400 mil mexicanos que se iban cada a año a Estados Unidos se frenó. Porque importantes economistas mexicanos -ignorantes de nuestras peculiaridades y raíces- pasaron por una suerte de hechizo ante lo extranjero. Porque hubo en ellos ansia de poder. Anhelo de codearse con potentados de aquí y de fuera. Porque privatizaron empresas mexicanas en beneficio de extranjeros. ¿Por qué? .
La Revolución Mexicana nos legó una tradición de luchar por hacer que la política mandase sobre la economía.
Triunfo de ese movimiento empezamos a atender a los excluidos. Creamos entonces instituciones para el desarrollo: Reforma Agraria, Banca de Desarrollo, Seguridad Social.
¿Qué nos acarreó esto?: Prosperidad económica. Esa que nos permitió aprovechar la II Guerra Mundial, la escasez de abastos e iniciar nuestra industrialización y la absorción de mano de obra excedente agrícola. Creció la urbanización con la demanda interna.
Nos pusimos de acuerdo en reunir, atraer, juntar a los "excluidos". Jalarlos fue la tarea. ¡Floreció el negocio!. Tuvieron poder de compra. He aquí la explicación al periodo de más intenso crecimiento nacional, de los 30 hasta avanzados los 70, con todo y la gestión del Presidente Luis Echeverría y la devaluación de septiembre del 76.
En realidad el Presidente Echeverría debió devaluar antes, en 1972, en el momento en que Estados Unidos deja de respaldar con oro el valor del dólar.
México tenía -tiene hoy- un déficit en su balanza de pagos. Se liga a Estados Unidos. Echeverría temía aquello de que “Presidente que devalúa es Presidente devaluado”. Le aconsejé: “Devalúe o será esclavo del tipo de cambio”.
Hubo opiniones en contra. Ernesto Fernández Hurtado, Horacio Flores de la Peña temían a la devaluación. Aquí las devaluaciones siempre han sido traumáticas. Agravian y agravan a los débiles.
Vea. Piense. ¿Cuál es el éxito de los países de Asia? ¡Su tipo de cambio sub-va-lua-do! Les permite exportar. Su industria florece. Los empleos van en ascenso. Nosotros, en cambio, buscamos un tipo sobrevaluado. Eso nos resta capacidad exportadora. Así se somete a la agricultura y a la industria nuestras a una artificial competencia externa. Pues ese peso sobrevaluado hace más competitivos los abastos del exterior. En contraste, limito a mis exportadores. Mi producción es muy cara. En la mismísima fábrica. Así no puede competir. Japón, China, Taiwán, Corea del Sur no hicieron caso a recomendaciones externas. ¡Nosotros sí!. ¿Por qué?.
La visión aquí fue de corto – cortísimo – plazo. Aquí nos embarcamos en un neoliberalismo sin un paracaídas. Lo hicimos con la creencia de que el mercado y la apertura hacia el exterior resolverían todos los problemas y que nosotros no tendríamos que hacer mayor cosa. ¡Esta es sólo una parte del problema!
La otra es la debacle del mercado de trabajo. ¡No hay trabajo! Según la OCDE -donde trabaja José Ángel Gurría- México tiene el 50 por ciento de su fuerza de trabajo en el sector informal. Apenas se cubre a un tercio de la fuerza de trabajo por las instituciones de salud: IMSS, ISSSTE, etc.
Esta situación se agrava todavía más porque 400 mil mexicanos que cada año se marchaban a trabajar en Estados Unidos, ya no se van. Ese flujo está detenido. Cesó el éxodo porque allá no hay trabajo.
Debo decir que tenemos muchas tensiones en el mercado de trabajo. La prelación esencial del gobierno de Felipe Calderón debía ser la multiplicación de empleos en el sector moderno de la economía.
¿Pero qué es lo que se busca hoy? A saber:
A) Estabilidad de precios.
B) Tipo de cambio persistentemente revaluado – sobrevalorado
C) Y ahora el combate al crimen organizado.
Todos esos propósitos se pueden defender, son defendibles, pero ninguno ataca el problema esencial que es la falta de oportunidades de empleo. Por eso estamos mal. Y México es, otra vez, como en el Porfiriato, un país desigual. Un país de desigualdades.
El paradigma de Brenton Woods daba amplísima autonomía a los gobiernos para que eligiesen su modelo de desarrollo a su arbitrio, y esto favorecía la democracia pues se ponían a oír y a satisfacer demandas populares. En cambio, hoy ocurre todo lo contrario: Hoy es el mercado el que manda y la política hace de sirviente de ese mercado. Es por esto que los gobiernos difícilmente pueden atender las demandas de la gente, no importa cuán urgentes sean ni lo justificadas que resulten.
¿Es que todo esto no lo ven nuestros gobernantes?.
Quién sabe. No lo ven o no lo quieren ver. ¿Cómo no ver a los excluidos?. Es que no los vemos. La marginación lleva a la invisibilidad de los necesitados.
El sector empresarial nuestro -tan de derechas- prefiere ganancias de cortísimo plazo a fortalecer y favorecer la demanda interna. Ese sector mexicano da la espalda a los negocios prósperos de mediano y largo plazo.
Un hombre que dirigió Nafinsa aseguraba que en México no hay empresarios: negociantes sí.
En México a la pequeña y a la mediana industria se les dejó solas. Se les quitó todo apoyo. Se les dejó sin financiamiento. Se les quitó a Nafinsa. De banca de desarrollo se tornó de segundo piso, útil tan sólo para descontar préstamos de bancos privados.
Se perdió toda iniciativa. ¿Cuál es el semillero empresarial?. Pues la pequeña y mediana industria y empresa. Sin apoyos se mató al innovador, al que arriesga.
Vea las cifras del Banco de México. Más del 50 por ciento del crédito que reciben la pequeña y la mediana industria proviene de proveedores y usureros, y parte del otro 50 por ciento -un poco- de la banca privada. A la pequeña y mediana industria la banca privada no le da más del 29 por ciento. ¡Mucho es redescuentos!.
Pongamos que un banco le presta a Reyes Razo. Lo hace si Nafin redescuenta para que el banco tenga menos riesgos. Se traslada así la función de la banca de desarrollo de promover empresarios y empresas a la de "engordar el caldo" de la banca privada, tan fuertemente extranjerizada.
La banca privada no presta para la producción. Sí presta al consumidor con tasa de crédito estratosférica, y al gobierno. Sin riesgo, no expone. No obstante, la tasa de interés activa, la tasa a la que prestan los bancos es enormemente alta en cualquier comparación internacional que se haga. Hay que detener esta clase de problemas.
Estamos ante lo no visto.
Hoy se debate sobre los efectos de las crisis económicas, que si la del año 29, que si la presente. Lo cierto es que se trata de 2 jalones terribles -hecatombes- para la economía de países y el mundo.
China e India se salvan. Nosotros ¡ay! estamos en una de las peores situaciones. No hacemos lo que podríamos hacer.
Hoy desperdiciamos nuestro "bono demográfico". Este aparece cuando la población cesa su bárbaro crecimiento. Con la tasa de población en un 1.5 por ciento crece la proporción de trabajadores y mengua la de niños. A esta hora México tiene más trabajadores en edad productiva que ancianos y niños, y no acertamos a dar empleo. Tampoco al incremento de la fuerza de trabajo.
Le daré otro ejemplo: esperanzarse en que se va a recuperar la economía de Estados Unidos y nos va a salvar.
La recuperación de la economía de Estados Unidos va a tardar porque se había construido como una economía que depende del consumo de su población -su mercado interno- y de lo que le presta el mundo para sostener ese consumo. Estados Unidos es el país más endeudado del mundo.
China tiene gigantescas reservas económicas, de alrededor de 2 billones de billones. China también exporta mucho. Compra títulos y bonos del Tesoro de Estados Unidos. Estados Unidos recibe financiamiento del mundo.
Y los consumidores, las familias norteamericanas durante mucho tiempo no gastarán. Perdieron sus ahorros en la Bolsa. Toda la clase media de aquel país está en la Bolsa. Invirtieron en fondos de pensiones… y perdieron. Más del 25 por ciento disminuyó el valor de sus propiedades. Bienes que servían de aval, garantía para créditos.
Estados Unidos ya no volverá a ser como antes. Sufre ese país por el desempleo. Alrededor del 10 por ciento de su población trabajadora se halla desocupada. Grave problema de desocupación abierta.
De tal suerte que la economía de Estados Unidos va a tener que tomar largo tiempo para recuperarse: cambiar su modelo de desarrollo. Desendeudar familias y gobierno. Nosotros estamos a la cola de esa recuperación. Dramático.
En México, la maquila se estancó, se quedó pobre, en el mero embalaje. China incorporó partes de su industria – creció. Aquí no. No se encadenó a la maquila con el resto de la economía.
Hubo Centros de Investigación Tecnológica Vinculada a la Exportación. Uno en México, filial de la General Motors. Lo cerraron.
En China existen 7 o 8. De lo mejor del mundo en esa materia.
Nosotros estamos postrados, paralizados.
En mis tiempos había presión externa por cambiar nuestra política económica, pero no tan intensa.
La élite cambió. Se convenció del neoliberalismo, y buena parte de los economistas más influyentes también. Muchos habían ido al exterior a estudiar. Carecían de conocimiento de nuestras instituciones y de las realidades y peculiaridades de México. Fuerzas externas e internas fueron dominadas para evitar que cayéramos en extremos de la ortodoxia económica. Dejó de mandar la política para que el mercado y sus nuevas reglas determinaran la suerte del país.
Esos estudiosos sufrieron una suerte de hechizo. Algo parecido a un deslumbramiento.
El otro elemento es estar al lado de los poderosos. Es estar no al lado de los débiles. De los poderosos. Los del mundo. Los de aquí.
Observe la suerte que corrieron nuestras grandes empresas públicas. Acabaron privatizadas. Peor todavía: Extranjerizadas. ¿A quién sirven? A los poderosos de aquí y a los poderosos de fuera.
México es la única excepción en el mundo, al tener privatizada el 85 por ciento de su banca. Sin la autonomía financiera que es tan cara -tan defendida- por todos los países.
Todo se echó por la borda. ¿Mi ánimo? Pues me preocupo por lo que le pasa a México. Y porque no acertamos a salir de esta situación de crisis económica, política y social.
[Extraído de una plática con Miguel Reyes Razo (OEM)]
Dr. David Ibarra, Economista
Porque no acertamos a ponernos de acuerdo. Porque compramos tesis económicas y políticas que riñen con nuestra tradición revolucionaria. Porque nos echamos de cabeza a un neoliberalismo sin la mínima protección de un paracaídas. Porque nuestros empresarios -recalcitrantes personajes de derecha- aspiran a negocios de corto plazo. Porque ciframos nuestra recuperación en la de Estados Unidos. ¡Grave yerro! .
Porque en México no hay empleo. Porque el éxodo de 400 mil mexicanos que se iban cada a año a Estados Unidos se frenó. Porque importantes economistas mexicanos -ignorantes de nuestras peculiaridades y raíces- pasaron por una suerte de hechizo ante lo extranjero. Porque hubo en ellos ansia de poder. Anhelo de codearse con potentados de aquí y de fuera. Porque privatizaron empresas mexicanas en beneficio de extranjeros. ¿Por qué? .
La Revolución Mexicana nos legó una tradición de luchar por hacer que la política mandase sobre la economía.
Triunfo de ese movimiento empezamos a atender a los excluidos. Creamos entonces instituciones para el desarrollo: Reforma Agraria, Banca de Desarrollo, Seguridad Social.
¿Qué nos acarreó esto?: Prosperidad económica. Esa que nos permitió aprovechar la II Guerra Mundial, la escasez de abastos e iniciar nuestra industrialización y la absorción de mano de obra excedente agrícola. Creció la urbanización con la demanda interna.
Nos pusimos de acuerdo en reunir, atraer, juntar a los "excluidos". Jalarlos fue la tarea. ¡Floreció el negocio!. Tuvieron poder de compra. He aquí la explicación al periodo de más intenso crecimiento nacional, de los 30 hasta avanzados los 70, con todo y la gestión del Presidente Luis Echeverría y la devaluación de septiembre del 76.
En realidad el Presidente Echeverría debió devaluar antes, en 1972, en el momento en que Estados Unidos deja de respaldar con oro el valor del dólar.
México tenía -tiene hoy- un déficit en su balanza de pagos. Se liga a Estados Unidos. Echeverría temía aquello de que “Presidente que devalúa es Presidente devaluado”. Le aconsejé: “Devalúe o será esclavo del tipo de cambio”.
Hubo opiniones en contra. Ernesto Fernández Hurtado, Horacio Flores de la Peña temían a la devaluación. Aquí las devaluaciones siempre han sido traumáticas. Agravian y agravan a los débiles.
Vea. Piense. ¿Cuál es el éxito de los países de Asia? ¡Su tipo de cambio sub-va-lua-do! Les permite exportar. Su industria florece. Los empleos van en ascenso. Nosotros, en cambio, buscamos un tipo sobrevaluado. Eso nos resta capacidad exportadora. Así se somete a la agricultura y a la industria nuestras a una artificial competencia externa. Pues ese peso sobrevaluado hace más competitivos los abastos del exterior. En contraste, limito a mis exportadores. Mi producción es muy cara. En la mismísima fábrica. Así no puede competir. Japón, China, Taiwán, Corea del Sur no hicieron caso a recomendaciones externas. ¡Nosotros sí!. ¿Por qué?.
La visión aquí fue de corto – cortísimo – plazo. Aquí nos embarcamos en un neoliberalismo sin un paracaídas. Lo hicimos con la creencia de que el mercado y la apertura hacia el exterior resolverían todos los problemas y que nosotros no tendríamos que hacer mayor cosa. ¡Esta es sólo una parte del problema!
La otra es la debacle del mercado de trabajo. ¡No hay trabajo! Según la OCDE -donde trabaja José Ángel Gurría- México tiene el 50 por ciento de su fuerza de trabajo en el sector informal. Apenas se cubre a un tercio de la fuerza de trabajo por las instituciones de salud: IMSS, ISSSTE, etc.
Esta situación se agrava todavía más porque 400 mil mexicanos que cada año se marchaban a trabajar en Estados Unidos, ya no se van. Ese flujo está detenido. Cesó el éxodo porque allá no hay trabajo.
Debo decir que tenemos muchas tensiones en el mercado de trabajo. La prelación esencial del gobierno de Felipe Calderón debía ser la multiplicación de empleos en el sector moderno de la economía.
¿Pero qué es lo que se busca hoy? A saber:
A) Estabilidad de precios.
B) Tipo de cambio persistentemente revaluado – sobrevalorado
C) Y ahora el combate al crimen organizado.
Todos esos propósitos se pueden defender, son defendibles, pero ninguno ataca el problema esencial que es la falta de oportunidades de empleo. Por eso estamos mal. Y México es, otra vez, como en el Porfiriato, un país desigual. Un país de desigualdades.
El paradigma de Brenton Woods daba amplísima autonomía a los gobiernos para que eligiesen su modelo de desarrollo a su arbitrio, y esto favorecía la democracia pues se ponían a oír y a satisfacer demandas populares. En cambio, hoy ocurre todo lo contrario: Hoy es el mercado el que manda y la política hace de sirviente de ese mercado. Es por esto que los gobiernos difícilmente pueden atender las demandas de la gente, no importa cuán urgentes sean ni lo justificadas que resulten.
¿Es que todo esto no lo ven nuestros gobernantes?.
Quién sabe. No lo ven o no lo quieren ver. ¿Cómo no ver a los excluidos?. Es que no los vemos. La marginación lleva a la invisibilidad de los necesitados.
El sector empresarial nuestro -tan de derechas- prefiere ganancias de cortísimo plazo a fortalecer y favorecer la demanda interna. Ese sector mexicano da la espalda a los negocios prósperos de mediano y largo plazo.
Un hombre que dirigió Nafinsa aseguraba que en México no hay empresarios: negociantes sí.
En México a la pequeña y a la mediana industria se les dejó solas. Se les quitó todo apoyo. Se les dejó sin financiamiento. Se les quitó a Nafinsa. De banca de desarrollo se tornó de segundo piso, útil tan sólo para descontar préstamos de bancos privados.
Se perdió toda iniciativa. ¿Cuál es el semillero empresarial?. Pues la pequeña y mediana industria y empresa. Sin apoyos se mató al innovador, al que arriesga.
Vea las cifras del Banco de México. Más del 50 por ciento del crédito que reciben la pequeña y la mediana industria proviene de proveedores y usureros, y parte del otro 50 por ciento -un poco- de la banca privada. A la pequeña y mediana industria la banca privada no le da más del 29 por ciento. ¡Mucho es redescuentos!.
Pongamos que un banco le presta a Reyes Razo. Lo hace si Nafin redescuenta para que el banco tenga menos riesgos. Se traslada así la función de la banca de desarrollo de promover empresarios y empresas a la de "engordar el caldo" de la banca privada, tan fuertemente extranjerizada.
La banca privada no presta para la producción. Sí presta al consumidor con tasa de crédito estratosférica, y al gobierno. Sin riesgo, no expone. No obstante, la tasa de interés activa, la tasa a la que prestan los bancos es enormemente alta en cualquier comparación internacional que se haga. Hay que detener esta clase de problemas.
Estamos ante lo no visto.
Hoy se debate sobre los efectos de las crisis económicas, que si la del año 29, que si la presente. Lo cierto es que se trata de 2 jalones terribles -hecatombes- para la economía de países y el mundo.
China e India se salvan. Nosotros ¡ay! estamos en una de las peores situaciones. No hacemos lo que podríamos hacer.
Hoy desperdiciamos nuestro "bono demográfico". Este aparece cuando la población cesa su bárbaro crecimiento. Con la tasa de población en un 1.5 por ciento crece la proporción de trabajadores y mengua la de niños. A esta hora México tiene más trabajadores en edad productiva que ancianos y niños, y no acertamos a dar empleo. Tampoco al incremento de la fuerza de trabajo.
Le daré otro ejemplo: esperanzarse en que se va a recuperar la economía de Estados Unidos y nos va a salvar.
La recuperación de la economía de Estados Unidos va a tardar porque se había construido como una economía que depende del consumo de su población -su mercado interno- y de lo que le presta el mundo para sostener ese consumo. Estados Unidos es el país más endeudado del mundo.
China tiene gigantescas reservas económicas, de alrededor de 2 billones de billones. China también exporta mucho. Compra títulos y bonos del Tesoro de Estados Unidos. Estados Unidos recibe financiamiento del mundo.
Y los consumidores, las familias norteamericanas durante mucho tiempo no gastarán. Perdieron sus ahorros en la Bolsa. Toda la clase media de aquel país está en la Bolsa. Invirtieron en fondos de pensiones… y perdieron. Más del 25 por ciento disminuyó el valor de sus propiedades. Bienes que servían de aval, garantía para créditos.
Estados Unidos ya no volverá a ser como antes. Sufre ese país por el desempleo. Alrededor del 10 por ciento de su población trabajadora se halla desocupada. Grave problema de desocupación abierta.
De tal suerte que la economía de Estados Unidos va a tener que tomar largo tiempo para recuperarse: cambiar su modelo de desarrollo. Desendeudar familias y gobierno. Nosotros estamos a la cola de esa recuperación. Dramático.
En México, la maquila se estancó, se quedó pobre, en el mero embalaje. China incorporó partes de su industria – creció. Aquí no. No se encadenó a la maquila con el resto de la economía.
Hubo Centros de Investigación Tecnológica Vinculada a la Exportación. Uno en México, filial de la General Motors. Lo cerraron.
En China existen 7 o 8. De lo mejor del mundo en esa materia.
Nosotros estamos postrados, paralizados.
En mis tiempos había presión externa por cambiar nuestra política económica, pero no tan intensa.
La élite cambió. Se convenció del neoliberalismo, y buena parte de los economistas más influyentes también. Muchos habían ido al exterior a estudiar. Carecían de conocimiento de nuestras instituciones y de las realidades y peculiaridades de México. Fuerzas externas e internas fueron dominadas para evitar que cayéramos en extremos de la ortodoxia económica. Dejó de mandar la política para que el mercado y sus nuevas reglas determinaran la suerte del país.
Esos estudiosos sufrieron una suerte de hechizo. Algo parecido a un deslumbramiento.
El otro elemento es estar al lado de los poderosos. Es estar no al lado de los débiles. De los poderosos. Los del mundo. Los de aquí.
Observe la suerte que corrieron nuestras grandes empresas públicas. Acabaron privatizadas. Peor todavía: Extranjerizadas. ¿A quién sirven? A los poderosos de aquí y a los poderosos de fuera.
México es la única excepción en el mundo, al tener privatizada el 85 por ciento de su banca. Sin la autonomía financiera que es tan cara -tan defendida- por todos los países.
Todo se echó por la borda. ¿Mi ánimo? Pues me preocupo por lo que le pasa a México. Y porque no acertamos a salir de esta situación de crisis económica, política y social.
[Extraído de una plática con Miguel Reyes Razo (OEM)]
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