martes, 14 de febrero de 2012

¿RECURSOS PROPIOS?

José Blanco / La Jornada
En la UNAM se llaman recursos propios; en el IPN se les denominó recursos autogenerados. Hay otras denominaciones en las instituciones de educación superior públicas (IES), pero todas se refieren a lo mismo: algunos recursos adicionales que las IES consiguen por servicios prestados a diversos segmentos de la sociedad.
En la UNAM hay entidades notables en esta tarea, como el Instituto de Ingeniería, que alcanza importantes recursos propios, muy de la mano del Colegio de Ingenieros. Existe también el caso extremo, el de las entidades académicas que por la índole de su actividad están prácticamente impedidas de obtener esos recursos, porque no existe un mercado interesado en pagar sus “productos”. En la Facultad de Filosofía podrían ser los programas de filosofía, geografía, historia, letras clásicas, letras hispánicas, letras modernas, literatura dramática y teatro o pedagogía.
Llegaron los años de a globalización neoliberal, con una economía que no entiende la economía y, por tanto, formula unas políticas públicas culturalmente raquíticas y económicamente tan equivocadas, que metió al mundo en la profunda crisis que vive –hoy, especialmente la Unión Europea–, porque recetó, y continúa haciéndolo, drásticas dosis de ingestas de alimentos tan leves como el vapor, a un enfermo que padece anemia aguda.
El neoliberalismo empezó, mediante un cruzada emprendida y sostenida por la baronesa Margaret Hilda Thatcher, que inició su carrera pública visible como presidenta de la Asociación de Conservadores de la Universidad de Oxford en 1946. De ella se sabe que fue fuertemente influida por Camino de servidumbre (1944), de Friedrich von Hayek, considerado uno de los padres del liberalismo moderno.
Fue primera ministra del Reino Unido de 1979 a 1990. Y la suya fue una administración ultraconservadora, que abolió el poder de los sindicatos. Inicialmente química, se trocó en abogada. Pero esta insensible abogada antes de ser primera ministra fue designada secretaria de Estado de Educación y Ciencia, de 1970 a 1975. Ahí nació su repulsión hacia la profesión académica. No es difícil imaginar lo que pensaría Thatcher de una obra producida en Cambridge, como Producción de mercancías por medio de mercancías: preludio a una crítica de la teoría económica, del ricardiano y marxista Piero Sraffa, amigo, compañero, custodio de la obra intelectual de su compatriota Antonio Gramsci. Ésa, la principal obra de Sraffa, es uno de los textos más importantes del pensamiento económico del siglo XX; de escasas 90 páginas, le llevó a su autor cerca de 40 años producirlo. A Thatcher, seguramente, Sraffa le habría parecido un zángano o un simulador.
Thatcher eliminó cuantos subsidios pudo, y a las IES públicas les fueron en gran medida asignados los recursos a programas que el Estado determinó. Esta idea del financiamiento de la educación superior se extendió por el mundo, bajo el criterio de costo-beneficio. Está claro por qué las artes, la cultura en general, el pensamiento abstracto tuvieron un estrecho lugar en las neuronas de la Dama de Hierro.
Últimamente la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) anda, probablemente de un modo subrepticio y a través de terceros, buscando vías para que las universidades públicas se alleguen recursos a través de servicios que las IES pueden proveer a los sectores productivos: es que, como siempre, los recursos son escasos.
El asunto no necesariamente está mal, por cuanto las IES están para resolver problemas de la sociedad. Pero hay muchos temas que discutir aquí. ¿Qué parte de los recursos académicos debieran destinarse directamente a la solución de problemas concretos de la sociedad, y cuáles han de ser dedicados en exclusiva al trabajo académico? ¿Qué con la enorme cantidad de recursos académicos que sirven a la creación y recreación de la cultura, cuyos “productos” no tienen mercado?
La formación de recursos no da. Será la investigación en ciencia y tecnología. Ocurre, sin embargo, que desde 1980 y violando la ley, la SHCP asigna entre 0.38 y 0.4 por ciento del PIB, una de las más bajas del mundo, a esa actividad fundamentalísima. Entre tanto, la educación superior y, aún más, la investigación, se han vuelto cada vez más intensivas en capital, se han vuelto más “caras” debido al progreso tecnológico. Los afanes de la SHCP son contradictorios.
Al hacer sus previsiones presupuestarias, la SHCP hace su numeralia financiera, mira cuánto se asignó en años pasados, cuánto adicional podría considerarse, si es que el asunto no es más bien, cuánto recorta. Es decir, el contenido académico concreto de lo que ha de ser realizado lo ignora; aún más, no le importa. No sabe que la planeación de la educación superior es la planeación del futuro de la sociedad, por cuanto forma los cuadros dirigentes que se harán cargo del país en su sector público y en su sector privado.
Desde luego, al mirar la estrechez de los recursos públicos, los que debe distribuir en una multitud de actividades, olvida que hace más de medio siglo que en este país dizque se discute una reforma hacendaria que nunca ha llegado a ninguna conclusión. Tampoco se da por enterada de que México es uno de los países con menor carga fiscal en el planeta. Con suerte y los precios del crudo se mantienen altos y nos da pa’más.

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