Joaquín Estefanía / El País
Hay que identificar qué parte del ajuste que llega se hará con cargo al gasto público
Jamas una medida ha polarizado así: Los empresarios están exultantes y los trabajadores desolados
Jamas una medida ha polarizado así: Los empresarios están exultantes y los trabajadores desolados
Joaquín Estefanía Milton Friedman y su esposa Rose, economistas que tanto gustan a algunos de los que mucho han aplaudido la reforma laboral del PP, publicaron en la primera parte de los años ochenta un librito titulado La tiranía del ‘statu quo’ (editorial Ariel). La idea fuerza que se mantenía en él era que un Gobierno ejecuta la parte más importante de lo que de verdad pretende (no lo que figura en su programa electoral) en los tres, seis o como mucho nueve primeros meses de su mandato, pues luego se impone la tiranía del statu quo: “Una nueva Administración dispone de un periodo de seis a nueve meses para llevar a cabo cambios importantes; si no aprovecha la oportunidad de actuar con firmeza durante ese periodo, no tendrá una segunda oportunidad igual. Los cambios ulteriores o llegan lentamente o no llegan, y siguen las reacciones contra los cambios iniciales. Las fuerzas políticas, desarraigadas temporalmente, se reagrupan y tienden a movilizar a todo aquel que pueda verse perjudicado por los cambios, mientras que, tras las victorias iniciales, los defensores de los cambios tienden a relajarse”.
Mariano Rajoy ha aprendido pronto la lección del máximo representante de la Escuela de Chicago (últimamente editado en España por la Faes) y está tendiendo a concentrar su acción política en los primeros andares de su legislatura. En apenas dos meses ha subido el impuesto sobre la renta a nivel sueco (atención a la nómina que se recibirá en los próximos 10 días), aunque no ha tocado los mecanismos de la evasión fiscal; ha reglamentado la inexistencia de la política fiscal (déficit público) como política anticíclica en coyunturas de recesión o de estancamiento como la actual; ha aprobado una reforma financiera que en realidad es un decreto de saneamiento del sector, con la posibilidad de utilizar el dinero público en el mismo y sin la condicionalidad de que se ayuda a los bancos pero no a los banqueros, ni de que si las entidades financieras accionan las palancas de los apoyos públicos (recapitalización, avales, compras de activos,…) los representantes del interés general deben estar presentes en sus consejos de administración.
Por último, con la reforma laboral ha roto unilateralmente las relaciones de poder en el seno de la empresa a favor de los empresarios, abaratando extraordinariamente el despido y dando la oportunidad a una rebaja de salarios sin acuerdo de las dos partes. Jamás una medida económica ha sido objeto de tan alto grado de concentración de las opiniones: los empresarios están exultantes y los trabajadores desolados. Si se consulta a los abogados laboralistas y son sinceros, lo reconocen a la primera: con esta reforma laboral se puede hacer cualquier cosa en cualquier empresa.
Mariano Rajoy ha aprendido pronto la lección del máximo representante de la Escuela de Chicago (últimamente editado en España por la Faes) y está tendiendo a concentrar su acción política en los primeros andares de su legislatura. En apenas dos meses ha subido el impuesto sobre la renta a nivel sueco (atención a la nómina que se recibirá en los próximos 10 días), aunque no ha tocado los mecanismos de la evasión fiscal; ha reglamentado la inexistencia de la política fiscal (déficit público) como política anticíclica en coyunturas de recesión o de estancamiento como la actual; ha aprobado una reforma financiera que en realidad es un decreto de saneamiento del sector, con la posibilidad de utilizar el dinero público en el mismo y sin la condicionalidad de que se ayuda a los bancos pero no a los banqueros, ni de que si las entidades financieras accionan las palancas de los apoyos públicos (recapitalización, avales, compras de activos,…) los representantes del interés general deben estar presentes en sus consejos de administración.
Por último, con la reforma laboral ha roto unilateralmente las relaciones de poder en el seno de la empresa a favor de los empresarios, abaratando extraordinariamente el despido y dando la oportunidad a una rebaja de salarios sin acuerdo de las dos partes. Jamás una medida económica ha sido objeto de tan alto grado de concentración de las opiniones: los empresarios están exultantes y los trabajadores desolados. Si se consulta a los abogados laboralistas y son sinceros, lo reconocen a la primera: con esta reforma laboral se puede hacer cualquier cosa en cualquier empresa.
Jamás una medida ha polarizado así: los empresarios están exultantes y los trabajadores desolados
Ahora falta conocer los Presupuestos Generales del Estado de este año, que sin duda incorporarán nuevas vueltas de tuerca en la reducción del gasto público y en el incremento de ingresos, a través de los impuestos especiales y el impuesto sobre el valor añadido (IVA), con el objeto de actuar de cortafuegos para la reducción del déficit, objetivo prioritario de la política económica. Se ignora qué parte del ajuste se hará con cargo al gasto público y qué parte mediante subidas de impuestos y tasas (en la mayor parte de los países europeos esa proporción fue de tres cuartas partes de gastos y una cuarta parte de ingresos; en la España de Zapatero fue de 90% de ajuste de gastos y solo un 10% de incremento de impuestos. Ello, finalmente, le costó las elecciones).
El presidente de Gobierno ha sustituido sus tradicionales coletillas (“con sentido común”, “como Dios manda”,…) por las tesis de Friedman. A la vista lo practicado —subida de impuestos en vez de su reducción, abaratamiento del despido después de negarlo sistemáticamente— parece que para Rajoy y su equipo “el sentido común” y el “como Dios manda” son objetivos móviles, no categorías permanentes. Por ello, a pocos les extrañaría que a partir de marzo suba el IVA o empiece una discusión sobre la cuantía y condiciones de las pensiones públicas que finalice con nuevos recortes.
Al fin y al cabo, en ese mismo libro de los Friedman se describe con pelos y señales la tendencia uniforme de los Gobiernos de revertir sus programas electorales una vez en el poder.
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