Robert Shiller / elEconomista.es
Las empresas combinan deuda y capital para financiar sus inversiones y operaciones. Los gobiernos, en cambio, se basan exclusivamente en la deuda.
Pero cuando la economía de un país se frena y la deuda sigue creciendo, esto supone una amenaza para sus contribuyentes. Sin embargo, las cosas podrían cambiar, apunta Robert J. Shiller, profesor de Economía en la Universidad de Yale.
En un artículo que recoge Harvard Business Review propone una alternativa: que los países reemplacen gran parte de su deuda por acciones, vinculadas a la evolución del PIB. Esto les permitiría administrar mejor sus obligaciones financieras y podría ayudar a prevenir futuras crisis, asegura Shiller. Incluso podría reducir los costes de endeudamiento de los países a largo plazo.
¿Cómo funcionarían estas acciones? De la misma forma que las de las empresas que cotizan en bolsa. El Gobierno en cuestión pagaría dividendos de forma regular. Lo ideal sería que fuesen perpetuas, aunque un país podría recomprar sus acciones en el mercado abierto.
Los precios de las acciones fluctuarían diariamente, a medida que surge nueva información sobre el país en cuestión. "La oportunidad de participar en un crecimiento económico incierto del país emisor podría despertar el interés de los inversores, en lugar de ahuyentarles", apunta Shiller.
Más detalles. Este economista y su colaborador, Mark Kamstra, de la Universidad de Nueva York, proponen el pago de un dividendo trimestral. Éste sería igual a una billonésima parte del PIB que cada trimestre registre el país emisor. Para hacerlo más comprensible: Estados Unidos hubiera pagado 13,22 dólares en el año 2010, en cuatro cuotas trimestrales.
La rentabilidad en años futuros podría variar. Si la economía sorprende al alza, los dividendos serían más elevados y menguarían si la situación económica se frenase. Para Shiller, una billonésima parte del PIB de un país es un concepto claro y fácil de entender, lo cual fomenta la confianza entre emisor e inversor.
Pero, ¿es acertado tomar como referencia el PIB de un país para determinar el pago del dividendo? Schiller propone una alternativa: restar al PIB parte de los intereses de la deuda pública y, a partir de ahí, calcular el pago. Al final y al cabo, las empresas restan el coste de sus intereses cuando calculan sus ganancias, precisa.
El mercado sería quien determinase el precio de la acción, que sería volátil. Dependería mucho de las expectativas de los inversores sobre el futuro, que pueden variar cada minuto. Incluso podría 'estar cara' en relación al dividendo, lo cual sería positivo para el gobierno emisor.
Un caso práctico: ¿qué efecto podría haber tenido esta fórmula en Grecia durante la recesión? El PIB de Grecia cayó un 7,4% en 2010. Si estas acciones se hubieran apalancado sustancialmente, el dividendo pagado hubiera caído un 40%. Esto habría ayudado a mitigar el impacto de la crisis y hubiera sido mucho más fácil de soportar para los contribuyentes helenos, sentencia Shiller.
Las empresas combinan deuda y capital para financiar sus inversiones y operaciones. Los gobiernos, en cambio, se basan exclusivamente en la deuda.
Pero cuando la economía de un país se frena y la deuda sigue creciendo, esto supone una amenaza para sus contribuyentes. Sin embargo, las cosas podrían cambiar, apunta Robert J. Shiller, profesor de Economía en la Universidad de Yale.
En un artículo que recoge Harvard Business Review propone una alternativa: que los países reemplacen gran parte de su deuda por acciones, vinculadas a la evolución del PIB. Esto les permitiría administrar mejor sus obligaciones financieras y podría ayudar a prevenir futuras crisis, asegura Shiller. Incluso podría reducir los costes de endeudamiento de los países a largo plazo.
¿Cómo funcionarían estas acciones? De la misma forma que las de las empresas que cotizan en bolsa. El Gobierno en cuestión pagaría dividendos de forma regular. Lo ideal sería que fuesen perpetuas, aunque un país podría recomprar sus acciones en el mercado abierto.
Los precios de las acciones fluctuarían diariamente, a medida que surge nueva información sobre el país en cuestión. "La oportunidad de participar en un crecimiento económico incierto del país emisor podría despertar el interés de los inversores, en lugar de ahuyentarles", apunta Shiller.
Más detalles. Este economista y su colaborador, Mark Kamstra, de la Universidad de Nueva York, proponen el pago de un dividendo trimestral. Éste sería igual a una billonésima parte del PIB que cada trimestre registre el país emisor. Para hacerlo más comprensible: Estados Unidos hubiera pagado 13,22 dólares en el año 2010, en cuatro cuotas trimestrales.
La rentabilidad en años futuros podría variar. Si la economía sorprende al alza, los dividendos serían más elevados y menguarían si la situación económica se frenase. Para Shiller, una billonésima parte del PIB de un país es un concepto claro y fácil de entender, lo cual fomenta la confianza entre emisor e inversor.
Pero, ¿es acertado tomar como referencia el PIB de un país para determinar el pago del dividendo? Schiller propone una alternativa: restar al PIB parte de los intereses de la deuda pública y, a partir de ahí, calcular el pago. Al final y al cabo, las empresas restan el coste de sus intereses cuando calculan sus ganancias, precisa.
El mercado sería quien determinase el precio de la acción, que sería volátil. Dependería mucho de las expectativas de los inversores sobre el futuro, que pueden variar cada minuto. Incluso podría 'estar cara' en relación al dividendo, lo cual sería positivo para el gobierno emisor.
Un caso práctico: ¿qué efecto podría haber tenido esta fórmula en Grecia durante la recesión? El PIB de Grecia cayó un 7,4% en 2010. Si estas acciones se hubieran apalancado sustancialmente, el dividendo pagado hubiera caído un 40%. Esto habría ayudado a mitigar el impacto de la crisis y hubiera sido mucho más fácil de soportar para los contribuyentes helenos, sentencia Shiller.
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