La responsabilidad del Estado de regular la economía para el bien de los mexicanos no debe ser declinable, porque no se regula sola.
Jesús Alberto Cano Vélez / Excelsior
Como se temía, la semana pasada la eurozona entró en declive, con cinco países en recesión por sufrir dos trimestres consecutivos de caídas en su actividad económica, de 0.3% en su Producto Interno Bruto (PIB); entre ellos figuraron: Italia, Holanda, Bélgica, Grecia y Portugal, mientras que otros —Alemania y España— registraron contracciones, también de 0.3% en diciembre, situándose en el mismo camino recesivo.
Todos los gobiernos del “viejo Continente” siguieron políticas similares, de contracción en el gasto, particularmente del sector público, mismos que se habían elevado en demasía.
Por su parte, Estados Unidos tuvo una economía que fue ganando fuerza, en respuesta a la actuación decidida de su banco central —la Reserva Federal— y de una política fiscal claramente expansionaria.
Ambas acciones gubernamentales contracíclicas indujeron un PIB creciente y una reducción en la tasa de desempleo.
Mientras que el gobierno de México, fiel creyente en la religión neoliberal, opuesto a la acción gubernamental en materia económica, registró crecimientos anuales de 1.53% durante los primeros cinco años de Felipe Calderón y 1.55% en promedio, en igual periodo del gobierno de Vicente Fox.
A la vez y en direcciones similares, bajo el liderazgo de Alemania, los demás países de la región estuvieron instrumentando reformas y políticas que redujeran el gasto interno y, con ello, la demanda agregada. Tanto España como Italia, Portugal y Grecia fortalecieron dichas acciones.
Aparte de Grecia, quizás Italia fue el que aplicó la mayor energía. Canceló los Juegos Olímpicos originalmente programados a celebrarse en Roma en 2020, y determinó la reducción de las fuerzas armadas de 183 mil militares y 30 mil civiles para que fueran 43 mil menos, o sea, un recorte de 20% en el personal castrense. También determinó un recorte en gastos, como la reducción de compras de aviones de combate F-35 de 131 a 90; y en los próximos cinco años el Ejército tendrá que adelgazar su gasto en 30 por ciento.
Adicionalmente, el gobierno de Mario Monti redujo los ingresos de pensionistas y trabajadores, además de que recortó los privilegios históricos de los gremios más influyentes, como los notarios y los taxistas.
Y también comunicó a la Comisión Europea que tiene previsto recortar los privilegios de que disfruta la Iglesia en el impuesto de bienes inmuebles.
Ahora tendrá que pagar a Hacienda cuando utilice sus inmuebles para actividades comerciales.
El impacto ha sido tal que muchos italianos se preguntan cuánto irá a durar el primer ministro.
Los políticos callan y los sindicatos parecen anestesiados. Y la prensa reporta que las calles están en calma.
Mientras, recientemente en Estrasburgo, ante la Eurocámara, el primer ministro Monti dijo: “Estamos llevando a Italia fuera de la zona de sombra. Italia ya no es una fuente de contagio”. Y continuó: “Los sacrificios que le hemos pedido a los italianos no fueron impuestos por Europa, pero sí necesarios para la mejora de la vida económica, social y civil de los italianos y en defensa de los intereses de nuestros hijos.
Mientras tanto, el ex primer ministro Silvio Berlusconi se sigue defendiendo de acusaciones de cohecho y fraude fiscal en la compraventa de derechos para las cadenas de Mediaset, su grupo televisivo.
Nosotros podemos derivar dos claras lecciones para México del caso italiano: La primera es que la responsabilidad del Estado de regular la economía para el bien de los mexicanos no debe ser declinable, porque claramente la economía no se regula sola, cuando se trata de generar empleos y propiciar justicia para todos; y la segunda: que la corrupción es un grave lastre para el buen funcionamiento de la economía nacional.
Hasta el país capitalista del mundo, nuestro vecino, lo supo entender.
*Presidente de El Colegio Nacional de Economistas
Jesús Alberto Cano Vélez / Excelsior
Como se temía, la semana pasada la eurozona entró en declive, con cinco países en recesión por sufrir dos trimestres consecutivos de caídas en su actividad económica, de 0.3% en su Producto Interno Bruto (PIB); entre ellos figuraron: Italia, Holanda, Bélgica, Grecia y Portugal, mientras que otros —Alemania y España— registraron contracciones, también de 0.3% en diciembre, situándose en el mismo camino recesivo.
Todos los gobiernos del “viejo Continente” siguieron políticas similares, de contracción en el gasto, particularmente del sector público, mismos que se habían elevado en demasía.
Por su parte, Estados Unidos tuvo una economía que fue ganando fuerza, en respuesta a la actuación decidida de su banco central —la Reserva Federal— y de una política fiscal claramente expansionaria.
Ambas acciones gubernamentales contracíclicas indujeron un PIB creciente y una reducción en la tasa de desempleo.
Mientras que el gobierno de México, fiel creyente en la religión neoliberal, opuesto a la acción gubernamental en materia económica, registró crecimientos anuales de 1.53% durante los primeros cinco años de Felipe Calderón y 1.55% en promedio, en igual periodo del gobierno de Vicente Fox.
A la vez y en direcciones similares, bajo el liderazgo de Alemania, los demás países de la región estuvieron instrumentando reformas y políticas que redujeran el gasto interno y, con ello, la demanda agregada. Tanto España como Italia, Portugal y Grecia fortalecieron dichas acciones.
Aparte de Grecia, quizás Italia fue el que aplicó la mayor energía. Canceló los Juegos Olímpicos originalmente programados a celebrarse en Roma en 2020, y determinó la reducción de las fuerzas armadas de 183 mil militares y 30 mil civiles para que fueran 43 mil menos, o sea, un recorte de 20% en el personal castrense. También determinó un recorte en gastos, como la reducción de compras de aviones de combate F-35 de 131 a 90; y en los próximos cinco años el Ejército tendrá que adelgazar su gasto en 30 por ciento.
Adicionalmente, el gobierno de Mario Monti redujo los ingresos de pensionistas y trabajadores, además de que recortó los privilegios históricos de los gremios más influyentes, como los notarios y los taxistas.
Y también comunicó a la Comisión Europea que tiene previsto recortar los privilegios de que disfruta la Iglesia en el impuesto de bienes inmuebles.
Ahora tendrá que pagar a Hacienda cuando utilice sus inmuebles para actividades comerciales.
El impacto ha sido tal que muchos italianos se preguntan cuánto irá a durar el primer ministro.
Los políticos callan y los sindicatos parecen anestesiados. Y la prensa reporta que las calles están en calma.
Mientras, recientemente en Estrasburgo, ante la Eurocámara, el primer ministro Monti dijo: “Estamos llevando a Italia fuera de la zona de sombra. Italia ya no es una fuente de contagio”. Y continuó: “Los sacrificios que le hemos pedido a los italianos no fueron impuestos por Europa, pero sí necesarios para la mejora de la vida económica, social y civil de los italianos y en defensa de los intereses de nuestros hijos.
Mientras tanto, el ex primer ministro Silvio Berlusconi se sigue defendiendo de acusaciones de cohecho y fraude fiscal en la compraventa de derechos para las cadenas de Mediaset, su grupo televisivo.
Nosotros podemos derivar dos claras lecciones para México del caso italiano: La primera es que la responsabilidad del Estado de regular la economía para el bien de los mexicanos no debe ser declinable, porque claramente la economía no se regula sola, cuando se trata de generar empleos y propiciar justicia para todos; y la segunda: que la corrupción es un grave lastre para el buen funcionamiento de la economía nacional.
Hasta el país capitalista del mundo, nuestro vecino, lo supo entender.
*Presidente de El Colegio Nacional de Economistas
No hay comentarios:
Publicar un comentario