domingo, 19 de febrero de 2012

LOS GORRONES CONTRA LA ASISTENCIA SOCIAL

Paul Krugman / El País
Primero, Atlas se encogió de hombros. Luego, se rascó la cabeza perplejo. Los republicanos modernos son muy, muy conservadores; incluso se podría decir (si uno fuese Mitt Romney) que rigurosamente conservadores. Los especialistas en ciencias políticas que usan los votos del Congreso para medir esas cosas opinan que la actual mayoría del Partido Republicano es la más conservadora desde 1879, que es lo más lejos que llegan sus cálculos
Y lo que estos conservadores severos odian, por encima de todo, es la dependencia de los programas del Gobierno. Rick Santorum afirma que el presidente Obama está enganchando a Estados Unidos al “narcótico de la dependencia”. Romney advierte de que los programas gubernamentales “fomentan la pasividad y la pereza”. El representante Paul Ryan, presidente del Comité Presupuestario de la Cámara, exige que los empleados en plantilla lean La rebelión de Atlas de Ayn Rand, en la que los heroicos capitalistas luchan contra los “gorrones” que intentan robarles su muy merecida riqueza, una batalla que ganan los héroes suspendiendo su esfuerzo productivo y dando discursos interminables.
Por eso, muchos lectores de The New York Times se sorprendieron al enterarse gracias a un excelente artículo publicado el fin de semana pasado de que las regiones de Estados Unidos más enganchadas al narcótico de Santorum —las regiones en las que los programas del Gobierno representan la mayor proporción de la renta personal— son precisamente las regiones que eligen a esos conservadores severos. ¿No se suponía que el Estados Unidos republicano era la tierra de los valores tradicionales, donde la gente no come comida tailandesa y no depende de las limosnas?
El artículo respaldaba sus argumentos con mapas que mostraban la distribución de la dependencia, pero se puede llegar a la misma conclusión a partir de una comparación más formal. Aaron Carroll, de la Universidad de Indiana, nos dice que, en 2010, los habitantes de los 10 Estados que Gallup considera “más conservadores” recibieron el 21,2% de sus ingresos en forma de transferencias gubernamentales, mientras que el porcentaje de los 10 Estados más liberales fue de solo el 17,1%.
Los Estados más conservadores reciben más ayudas de planes del Gobierno
Ahora bien, no hay ningún misterio en la dependencia de los programas gubernamentales de los Estados republicanos. Estos Estados son relativamente pobres, lo que significa que sus habitantes tienen menos fuentes de ingresos aparte de los programas de protección social, y que hay un número mayor de personas que tienen derecho a beneficiarse de programas en los que se comprueban los recursos económicos, como es el caso de Medicaid.
Por cierto, la misma lógica explica por qué ha habido un repunte de la dependencia desde 2008. Al contrario de lo que Santorum y Romney dan a entender, Obama no ha ampliado radicalmente los programas de protección social. Ha sido más bien la precaria situación de la economía la que ha reducido los ingresos y ha hecho que más personas puedan optar a esos beneficios, especialmente a los subsidios por desempleo. Esencialmente, la red de seguridad es la misma, pero hay más personas cayendo en ella.
¿Pero por qué las regiones que dependen de los programas de protección social eligen a políticos que quieren acabar con ellos? He visto tres explicaciones principales.
En primer lugar, está la tesis de Thomas Frank en su libro ¿Qué pasa con Kansas?: los estadounidenses de clase trabajadora se ven inducidos a votar en contra de sus propios intereses por la explotación de los problemas sociales que lleva a cabo el Partido Republicano. Y es cierto que, por ejemplo, los estadounidenses que suelen ir a misa tienen muchas más probabilidades a recort por los republi para los pobres holgazanes, no las cosas con las que ellos cuentan. Y esta es una confusión que los políticos fomentan deliberadamente. Por ejemplo, cuando Romney respondió al nuevo presupuesto de Obama, le criticó por no afrontar el gasto en ayudas sociales, y acto seguido, le atacó por recortar Medicare.
La verdad, claro está, es que la inmensa mayoría del gasto en ayudas se destina a los mayores, los discapacitados y las familias trabajadoras, así que cualquier recorte importante tendría que recaer fundamentalmente en las personas que creen que no usan ningún programa gubernamental.
La conclusión que extraigo de todo esto es que los expertos que describen a EE UU como un país esencialmente conservador están equivocados. Sí, los votantes mandaron a algunos conservadores rigurosos a Washington. Pero esos votantes se sentirían horrorizados y también furiosos si esos políticos realmente impusiesen su programa de rlos beneficiarios de la Seguridad Social, el 43% de los cuales reciben subsidios por desempleo, y el 40% de los pacientes de Medicare afirman que “no han utilizado ningún programa del Gobierno”.
Presumiblemente, por tanto, los votantes imaginan que las promesas de recortar drásticamente el gasto gubernamental equivalen a recortar los programas para los pobres holgazanes, no las cosas con las que ellos cuentan. Y esta es una confusión que los políticos fomentan deliberadamente. Por ejemplo, cuando Romney respondió al nuevo presupuesto de Obama, le criticó por no afrontar el gasto en ayudas sociales, y acto seguido, le atacó por recortar Medicare.
La verdad, claro está, es que la inmensa mayoría del gasto en ayudas se destina a los mayores, los discapacitados y las familias trabajadoras, así que cualquier recorte importante tendría que recaer fundamentalmente en las personas que creen que no usan ningún programa gubernamental.
La conclusión que extraigo de todo esto es que los expertos que describen a EE UU como un país esencialmente conservador están equivocados. Sí, los votantes mandaron a algunos conservadores rigurosos a Washington. Pero esos votantes se sentirían horrorizados y también furiosos si esos políticos realmente impusiesen su programa de reducción del Gobierno.
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008.

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