El Pentágono reconoce que los restos de varias víctimas de los atentados del 11-S acabaron en un vertedero de Virginia
Cristina F. Pereda Washington / El País
El Pentágono reconoció ayer que pequeños restos de víctimas de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 fueron arrojados a un vertedero después de su incineración. Esta revelación, que afecta únicamente a la Base de la Fuerza Aérea en Dover, en Delaware, se une a la lista de errores cometidos en la gestión de los cadáveres de soldados fallecidos en las guerras de Irak y Afganistán.
Barack Obama recibió este martes toda la información de parte de Abizaid y mostró “profunda preocupación” por los vertidos y por “la inaceptable gestión de los restos” en Dover, según afirma un comunicado de la Casa Blanca. El presidente norteamericano también “apoya todos los esfuerzos llevados a cabo por el Pentágono para acometer los cambios estructurales necesarios para garantizar que no se repiten incidentes de este tipo”.
“No podemos creerlo”, declaró en un comunicado Lisa Linden, portavoz de las familias de los pasajeros del vuelo 93, secuestrado por los terroristas, y que se estrelló en Pensilvania. Según Linden, los familiares desconocían que los restos de los pasajeros fueran enviados a instalaciones de las Fuerzas Armadas y no al forense del condado de Shanksville, como creían hasta ahora.
En otoño de 2011, una investigación del diario The Washington Post reveló que los restos de algunos soldados habían sido arrojados en vertederos, partes de dos cadáveres recuperados en 2009 habían desaparecido y que estos errores se cometían desde hacía varios años. El Pentágono anunció entonces una revisión de todos los procedimientos funerarios, la gestión de los cadáveres y la manipulación de restos sin identificar. Desde el año pasado, los restos humanos son incinerados, colocados en urnas y arrojados al mar.
Barack Obama recibió este martes toda la información de parte de Abizaid y mostró “profunda preocupación” por los vertidos y por “la inaceptable gestión de los restos” en Dover, según afirma un comunicado de la Casa Blanca. El presidente norteamericano también “apoya todos los esfuerzos llevados a cabo por el Pentágono para acometer los cambios estructurales necesarios para garantizar que no se repiten incidentes de este tipo”.
“No podemos creerlo”, declaró en un comunicado Lisa Linden, portavoz de las familias de los pasajeros del vuelo 93, secuestrado por los terroristas, y que se estrelló en Pensilvania. Según Linden, los familiares desconocían que los restos de los pasajeros fueran enviados a instalaciones de las Fuerzas Armadas y no al forense del condado de Shanksville, como creían hasta ahora.
En otoño de 2011, una investigación del diario The Washington Post reveló que los restos de algunos soldados habían sido arrojados en vertederos, partes de dos cadáveres recuperados en 2009 habían desaparecido y que estos errores se cometían desde hacía varios años. El Pentágono anunció entonces una revisión de todos los procedimientos funerarios, la gestión de los cadáveres y la manipulación de restos sin identificar. Desde el año pasado, los restos humanos son incinerados, colocados en urnas y arrojados al mar.
El Pentágono afirma que sólo se arrojaron a un vertedero “algunas porciones de restos” que “no pudieron ser identificados ni examinados”
El Secretario de Defensa, Leon Panetta, encargó una investigación para aclarar si los cuerpos de soldados fallecidos habían recibido los servicios funerarios adecuados y explicar las diferentes iniciativas adoptadas por los mandos del Ejército norteamericano para garantizar un correcto tratamiento de los cadáveres.
Las conclusiones salieron a la luz ayer y, tal y como adelantó The Washington Post, el informe escondía un dato desconocido hasta ahora: los errores cometidos en Dover con restos de militares afectaron también a algunas de las víctimas de los atentados del 11 de Septiembre, en concreto, a los pasajeros del vuelo UA93, que se estrelló en Pensilvania y del ataque al Pentágono.
El documento, redactado por el general retirado John Abizaid, especifica que sólo se arrojaron a un vertedero “algunas porciones de restos” que “no pudieron ser identificados ni examinados” para analizar su ADN. Los restos de las víctimas fueron incinerados para después introducir las cenizas en contenedores y entregarlas a una empresa subcontratada por el Departamento de Defensa para proceder a su eliminación. Esta compañía, que también se encargaba de la destrucción de restos bioquímicos, acabó arrojando los restos a un vertedero.
“Admitiré inmediatamente que hemos llevado a cabo investigaciones dentro del depósito de cadáveres y que no se tomaron las medidas adecuadas una vez conocidos los resultados”, reconoció el general Abizaid, director de la investigación.
La Base Militar de Dover es la primera parada en su regreso a casa para las tropas norteamericanas que participan en las misiones de Irak y Afganistán. Allí también se han procesado los cadáveres de miles de soldados fallecidos durante la última década.
La investigación de The Washington Post concluyó en otoño que los restos de varios soldados muertos habían acabado en un vertedero tras pasar por la morgue de Dover. El Ejército reconoció que las prácticas afectaron al menos a 274 soldados entre 2003 y 2008, que ninguno de los restos podía ser identificado y que las familias habían dado su permiso. Además, relacionaron los vertidos con el procedimiento para eliminar desechos médicos.
“No hemos empleado demasiado tiempo ni energía investigando. No es nuestra responsabilidad, nuestra obligación es mirar hacia delante”, declaró el General Abizaid, quien negó además que el Pentágono vaya a publicar más detalles sobre la gestión de lo restos en Dover.
Según reconoció Abizaid durante una comparecencia en el Pentágono, la documentación consultada contiene evidencias de errores cometidos desde los años 90, aunque los investigadores no han indagado en profundidad porque lo que se les había encargado era encontrar ejemplos de mejoras. “Consideramos que era importante establecer un historial de errores para entender lo que estaba ocurriendo. Se hicieron muchas cosas mal por una falta de coordinación, dirección y supervisión técnica, y por la escasa vigilancia de las normas aplicadas”.
El Secretario de Defensa, Leon Panetta, encargó una investigación para aclarar si los cuerpos de soldados fallecidos habían recibido los servicios funerarios adecuados y explicar las diferentes iniciativas adoptadas por los mandos del Ejército norteamericano para garantizar un correcto tratamiento de los cadáveres.
Las conclusiones salieron a la luz ayer y, tal y como adelantó The Washington Post, el informe escondía un dato desconocido hasta ahora: los errores cometidos en Dover con restos de militares afectaron también a algunas de las víctimas de los atentados del 11 de Septiembre, en concreto, a los pasajeros del vuelo UA93, que se estrelló en Pensilvania y del ataque al Pentágono.
El documento, redactado por el general retirado John Abizaid, especifica que sólo se arrojaron a un vertedero “algunas porciones de restos” que “no pudieron ser identificados ni examinados” para analizar su ADN. Los restos de las víctimas fueron incinerados para después introducir las cenizas en contenedores y entregarlas a una empresa subcontratada por el Departamento de Defensa para proceder a su eliminación. Esta compañía, que también se encargaba de la destrucción de restos bioquímicos, acabó arrojando los restos a un vertedero.
“Admitiré inmediatamente que hemos llevado a cabo investigaciones dentro del depósito de cadáveres y que no se tomaron las medidas adecuadas una vez conocidos los resultados”, reconoció el general Abizaid, director de la investigación.
La Base Militar de Dover es la primera parada en su regreso a casa para las tropas norteamericanas que participan en las misiones de Irak y Afganistán. Allí también se han procesado los cadáveres de miles de soldados fallecidos durante la última década.
La investigación de The Washington Post concluyó en otoño que los restos de varios soldados muertos habían acabado en un vertedero tras pasar por la morgue de Dover. El Ejército reconoció que las prácticas afectaron al menos a 274 soldados entre 2003 y 2008, que ninguno de los restos podía ser identificado y que las familias habían dado su permiso. Además, relacionaron los vertidos con el procedimiento para eliminar desechos médicos.
“No hemos empleado demasiado tiempo ni energía investigando. No es nuestra responsabilidad, nuestra obligación es mirar hacia delante”, declaró el General Abizaid, quien negó además que el Pentágono vaya a publicar más detalles sobre la gestión de lo restos en Dover.
Según reconoció Abizaid durante una comparecencia en el Pentágono, la documentación consultada contiene evidencias de errores cometidos desde los años 90, aunque los investigadores no han indagado en profundidad porque lo que se les había encargado era encontrar ejemplos de mejoras. “Consideramos que era importante establecer un historial de errores para entender lo que estaba ocurriendo. Se hicieron muchas cosas mal por una falta de coordinación, dirección y supervisión técnica, y por la escasa vigilancia de las normas aplicadas”.
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