Manuel Villa / El Financiero
No es trivial que el presidente de la República hable, no de política, sino de las elecciones en tiempos de veda, en una reunión privada de banqueros, sin que se pueda aclarar el motivo. Es un muy mal síntoma, porque no es un hecho aislado. Durante todo su gobierno el jefe del Ejecutivo se ha servido a su antojo publicitario de los más diversos foros para declarar lo que le conviene, tenga o no relación con el tema del acto y sus fines; tranquilamente habla de la lucha contra la delincuencia en una reunión sobre salud o sobre educación. Causa un doble daño, producto de su abuso, desplaza la atención del objetivo de la reunión y desmerece el esfuerzo y el trabajo de los demás. Lo ocurrido en la reunión de banqueros es grave porque llevó una tendencia absolutamente reprobable a consecuencias crispantes.
Este comportamiento define y establece el sello del gobierno de Calderón. Un presidente depredador. En lo sustancial, la conducta depredadora es precisamente la que, en función de objetivos tan particulares que rayan en lo mezquino y avaricioso, conducen a irse contra los demás, causando, sin miramientos ni cálculo de consecuencias, estropicios y daños. En esto radica el carácter innegablemente nocivo del modo de operación político y gubernamental del calderonismo.
Esto es evidente, como se ha sostenido desde los más diversos puntos de vista y posiciones, exactamente, en la acción más distintiva del actual gobierno, la guerra contra la delincuencia. Ya el solo hecho de que siendo una acción militar, del Ejército y la Armada, se le quiera hacer aparecer como una política pública, es revelador de la dificultad del gobierno para reconocer sus acciones y sobre todo legitimarlas.
La guerra contra el narcotráfico lleva, en efecto, de manera emblemática, el sello político de Calderón, la tendencia depredadora. Nacida de la circunstancia y la angustia personal del presidente entrante por legitimarse, se puso en marcha la acción militar, anteponiendo la urgencia personal para llenar un inmenso vacío. Los costos y los efectos nocivos para la nación están a la vista, pero todavía no las consecuencias de mediano plazo que se padecerán con toda seguridad en el próximo sexenio. En esta lógica, ahora el hombre de Los Pinos deja ver que cueste lo que cueste -sin límites a la depredación- buscará que gane la candidata de su partido y que obstaculizará a otros contendientes.
Sólo que hay que andarse con cuidado, Calderón no está sólo, le acompañan los pontificadores que tienen recetas para todo. Un especialista en el saber banalizado, armado de frases célebres y generalidades retóricas, Sergio Sarmiento (Reforma 24-II-012), en efecto, pontifica, queriendo ver, CENSURA "En los países realmente democráticos es habitual que los presidentes y los primeros ministros hablen de política. En México una supuesta referencia del Presidente en una reunión privada a lo que en todo caso sería una mala encuesta genera una tormenta. Esto es indicativo del daño que hace la censura. Mejor sería eliminar todas las mordazas." En los países democráticos lo que importa no es si hablan los gobernantes, sino la pertinencia y sensatez para hacerlo y, en los no democráticos, hablan todavía más de política, como en Venezuela y en Rusia. Este tipo de banalizaciones son precisamente las que favorecen la insensatez presidencial y se diría que la auspician.
El daño depredador que hace el presidente está a la vista: en una encuesta abierta, no estadísticamente representativa pero muy indicativa, del portal de MSN Noticias, se pregunta ¿Le crees a las encuestas electorales? De 31 mil 300 respuestas: 54 por ciento Nunca (17 mil 72 votos); 14 por ciento Casi nunca (cuatro mil 319); 3 por ciento Siempre (848); 6 por ciento Casi siempre (mil 889); 22 por ciento A veces (seis mil 745). Y algo insólito, uno por ciento No sé (427); es decir, No creen 68 por ciento (25-II-2012)
Actitudes e intromisiones y manipulaciones como las de Calderón y su staff en Los Pinos, son las que provocan estos lamentables resultados. Y todavía así, el efecto depredador sigue en marcha. En la ceremonia conmemorativa del Día de la Bandera, el mandatario aseguró que actuará en todo momento como demócrata, estrictamente apegado a la ley, velando por el buen desarrollo del proceso electoral, y respetará tanto el resultado como a quien resulte vencedor. Sin el menor recato Calderón desplaza el objetivo cívico, se sirve de la ocasión para cubrirse de su despropósito del día anterior.
Quizás ya no sea López Obrador el que está mandando al diablo a las instituciones
No es trivial que el presidente de la República hable, no de política, sino de las elecciones en tiempos de veda, en una reunión privada de banqueros, sin que se pueda aclarar el motivo. Es un muy mal síntoma, porque no es un hecho aislado. Durante todo su gobierno el jefe del Ejecutivo se ha servido a su antojo publicitario de los más diversos foros para declarar lo que le conviene, tenga o no relación con el tema del acto y sus fines; tranquilamente habla de la lucha contra la delincuencia en una reunión sobre salud o sobre educación. Causa un doble daño, producto de su abuso, desplaza la atención del objetivo de la reunión y desmerece el esfuerzo y el trabajo de los demás. Lo ocurrido en la reunión de banqueros es grave porque llevó una tendencia absolutamente reprobable a consecuencias crispantes.
Este comportamiento define y establece el sello del gobierno de Calderón. Un presidente depredador. En lo sustancial, la conducta depredadora es precisamente la que, en función de objetivos tan particulares que rayan en lo mezquino y avaricioso, conducen a irse contra los demás, causando, sin miramientos ni cálculo de consecuencias, estropicios y daños. En esto radica el carácter innegablemente nocivo del modo de operación político y gubernamental del calderonismo.
Esto es evidente, como se ha sostenido desde los más diversos puntos de vista y posiciones, exactamente, en la acción más distintiva del actual gobierno, la guerra contra la delincuencia. Ya el solo hecho de que siendo una acción militar, del Ejército y la Armada, se le quiera hacer aparecer como una política pública, es revelador de la dificultad del gobierno para reconocer sus acciones y sobre todo legitimarlas.
La guerra contra el narcotráfico lleva, en efecto, de manera emblemática, el sello político de Calderón, la tendencia depredadora. Nacida de la circunstancia y la angustia personal del presidente entrante por legitimarse, se puso en marcha la acción militar, anteponiendo la urgencia personal para llenar un inmenso vacío. Los costos y los efectos nocivos para la nación están a la vista, pero todavía no las consecuencias de mediano plazo que se padecerán con toda seguridad en el próximo sexenio. En esta lógica, ahora el hombre de Los Pinos deja ver que cueste lo que cueste -sin límites a la depredación- buscará que gane la candidata de su partido y que obstaculizará a otros contendientes.
Sólo que hay que andarse con cuidado, Calderón no está sólo, le acompañan los pontificadores que tienen recetas para todo. Un especialista en el saber banalizado, armado de frases célebres y generalidades retóricas, Sergio Sarmiento (Reforma 24-II-012), en efecto, pontifica, queriendo ver, CENSURA "En los países realmente democráticos es habitual que los presidentes y los primeros ministros hablen de política. En México una supuesta referencia del Presidente en una reunión privada a lo que en todo caso sería una mala encuesta genera una tormenta. Esto es indicativo del daño que hace la censura. Mejor sería eliminar todas las mordazas." En los países democráticos lo que importa no es si hablan los gobernantes, sino la pertinencia y sensatez para hacerlo y, en los no democráticos, hablan todavía más de política, como en Venezuela y en Rusia. Este tipo de banalizaciones son precisamente las que favorecen la insensatez presidencial y se diría que la auspician.
El daño depredador que hace el presidente está a la vista: en una encuesta abierta, no estadísticamente representativa pero muy indicativa, del portal de MSN Noticias, se pregunta ¿Le crees a las encuestas electorales? De 31 mil 300 respuestas: 54 por ciento Nunca (17 mil 72 votos); 14 por ciento Casi nunca (cuatro mil 319); 3 por ciento Siempre (848); 6 por ciento Casi siempre (mil 889); 22 por ciento A veces (seis mil 745). Y algo insólito, uno por ciento No sé (427); es decir, No creen 68 por ciento (25-II-2012)
Actitudes e intromisiones y manipulaciones como las de Calderón y su staff en Los Pinos, son las que provocan estos lamentables resultados. Y todavía así, el efecto depredador sigue en marcha. En la ceremonia conmemorativa del Día de la Bandera, el mandatario aseguró que actuará en todo momento como demócrata, estrictamente apegado a la ley, velando por el buen desarrollo del proceso electoral, y respetará tanto el resultado como a quien resulte vencedor. Sin el menor recato Calderón desplaza el objetivo cívico, se sirve de la ocasión para cubrirse de su despropósito del día anterior.
Quizás ya no sea López Obrador el que está mandando al diablo a las instituciones
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