JORGE A. CHÁVEZ PRESA / EL UNIVERSAL
No hay país exento de problemas. Para efectos prácticos, más allá de hablar entre economías desarrolladas, emergentes y en desarrollo, el mundo puede clasificarse entre países que han aprendido a administrar y resolver sus problemas y los que definitivamente no.
El galardonado con el Premio Nobel de Economía 1993, Douglass North, nos diría parafraseando a Clinton: "Son las instituciones, estúpido."
La evidencia histórica que encuentra North es que quienes logran gobernarse por un conjunto de reglas formales e informales que generan incentivos adecuados y los cumplen tienen un mejor desempeño que aquellos que no las tienen y no las practican.
Argumenta además que hay países que en ocasiones se quedan atorados en arreglos institucionales disfuncionales, como la ausencia del Estado de derecho y un sistema de procuración y administración de justicia que no cumple adecuadamente con su trabajo.
Ese parece ser el caso mexicano, en donde un régimen de partido hegemónico que controlaba la vida política, económica y social del país no ha podido ser sustituido a plenitud por uno nuevo donde domine el imperio de la ley dentro de una vida democrática. En contraste, un país que ha sabido forjarse un mejor destino con base en arreglos institucionales comprometidos con el cumplimiento a la ley ha sido Canadá.
México y Canadá tenemos en común ser socios, junto con Estados Unidos, del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. En ambos casos, Estados Unidos es y ha sido el principal comprador de bienes de nuestras economías. En el 2011 Canadá exportó a Estados Unidos 72% y México 78%.
México y Canadá, como países individuales, somos también los principales proveedores de hidrocarburos de Estados Unidos, y sumados prácticamente hemos igualado lo que le venden los países de la OPEP. Sin embargo, actualmente Canadá exporta a Estados Unidos más del doble de los hidrocarburos que México.
En 2009, el año donde se manifestó la gran crisis financiera y económica global, el PIB canadiense se contrajo 2.8%, mientras que en el de México cayó 6.2%. En términos per cápita, las pérdidas fueron de 3.9 y 7%, respectivamente. Con sólo 34 millones de habitantes, el PIB de Canadá supera al de México en más de 48%.
¿Qué pudo hacer Canadá diferente en el manejo económico de la crisis global? Para empezar, dos cosas: pudo ejercer políticas monetaria y fiscal expansivas. La tasa objetivo del banco central canadiense descendió de 3% en el 2008 a 0.25% en el 2009. En cambio en México la reacción fue tardía y no tan agresiva, la tasa de referencia en el 2008 cerró en 8.25%, empezó a bajar lentamente en enero del 2009 para situarse en 4.5% en julio hasta nuestros días.
Para estos mismos años, Canadá y México expandieron el gasto público a tasas muy similares; sin embargo, el gasto público en Canadá tiene una mayor participación dentro del PIB que el de México. En el 2009, mientras que en Canadá el gasto público como porcentaje del PIB fue de 44% del PIB, en México el porcentaje equivalente, sin contar paraestatales, fue de cerca de 16%.
¿Dónde radica la diferencia? En la carga tributaria (el cociente de la recaudación de impuestos y el PIB). Mientras que Canadá tiene una carga de alrededor de 32%, la de México palidece con una tasa, en el mejor de los casos, de 11%. Otra gran diferencia se encuentra en los órdenes de gobierno que recaudan. Aquí las cifras son muy reveladoras: en Canadá los gobiernos de las provincias recaudan más de 12% del PIB, y los gobiernos locales 3% del PIB. En México estas tasas son de 0.4 y 0.2%, respectivamente.
Para finalizar, aunque la lista de diferencias la podría continuar, hay dos aspectos distintivos de la economía canadiense. Primero, allá llevan un par de décadas de haber superado el nacionalismo/chovinismo y estatismo en el manejo de los hidrocarburos. Ya es parte de la historia cuando allá había un monopolio para la explotación del petróleo y el gas, y donde su paraestatales dejaron de ser objetivos para transformarse en instrumentos del desarrollo. Segundo, han logrado tener un buen marco jurídico y buenos reguladores no sólo en materia de hidrocarburos, sino también en otras áreas, para promover y proteger el interés público.
No hay país exento de problemas. Para efectos prácticos, más allá de hablar entre economías desarrolladas, emergentes y en desarrollo, el mundo puede clasificarse entre países que han aprendido a administrar y resolver sus problemas y los que definitivamente no.
El galardonado con el Premio Nobel de Economía 1993, Douglass North, nos diría parafraseando a Clinton: "Son las instituciones, estúpido."
La evidencia histórica que encuentra North es que quienes logran gobernarse por un conjunto de reglas formales e informales que generan incentivos adecuados y los cumplen tienen un mejor desempeño que aquellos que no las tienen y no las practican.
Argumenta además que hay países que en ocasiones se quedan atorados en arreglos institucionales disfuncionales, como la ausencia del Estado de derecho y un sistema de procuración y administración de justicia que no cumple adecuadamente con su trabajo.
Ese parece ser el caso mexicano, en donde un régimen de partido hegemónico que controlaba la vida política, económica y social del país no ha podido ser sustituido a plenitud por uno nuevo donde domine el imperio de la ley dentro de una vida democrática. En contraste, un país que ha sabido forjarse un mejor destino con base en arreglos institucionales comprometidos con el cumplimiento a la ley ha sido Canadá.
México y Canadá tenemos en común ser socios, junto con Estados Unidos, del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. En ambos casos, Estados Unidos es y ha sido el principal comprador de bienes de nuestras economías. En el 2011 Canadá exportó a Estados Unidos 72% y México 78%.
México y Canadá, como países individuales, somos también los principales proveedores de hidrocarburos de Estados Unidos, y sumados prácticamente hemos igualado lo que le venden los países de la OPEP. Sin embargo, actualmente Canadá exporta a Estados Unidos más del doble de los hidrocarburos que México.
En 2009, el año donde se manifestó la gran crisis financiera y económica global, el PIB canadiense se contrajo 2.8%, mientras que en el de México cayó 6.2%. En términos per cápita, las pérdidas fueron de 3.9 y 7%, respectivamente. Con sólo 34 millones de habitantes, el PIB de Canadá supera al de México en más de 48%.
¿Qué pudo hacer Canadá diferente en el manejo económico de la crisis global? Para empezar, dos cosas: pudo ejercer políticas monetaria y fiscal expansivas. La tasa objetivo del banco central canadiense descendió de 3% en el 2008 a 0.25% en el 2009. En cambio en México la reacción fue tardía y no tan agresiva, la tasa de referencia en el 2008 cerró en 8.25%, empezó a bajar lentamente en enero del 2009 para situarse en 4.5% en julio hasta nuestros días.
Para estos mismos años, Canadá y México expandieron el gasto público a tasas muy similares; sin embargo, el gasto público en Canadá tiene una mayor participación dentro del PIB que el de México. En el 2009, mientras que en Canadá el gasto público como porcentaje del PIB fue de 44% del PIB, en México el porcentaje equivalente, sin contar paraestatales, fue de cerca de 16%.
¿Dónde radica la diferencia? En la carga tributaria (el cociente de la recaudación de impuestos y el PIB). Mientras que Canadá tiene una carga de alrededor de 32%, la de México palidece con una tasa, en el mejor de los casos, de 11%. Otra gran diferencia se encuentra en los órdenes de gobierno que recaudan. Aquí las cifras son muy reveladoras: en Canadá los gobiernos de las provincias recaudan más de 12% del PIB, y los gobiernos locales 3% del PIB. En México estas tasas son de 0.4 y 0.2%, respectivamente.
Para finalizar, aunque la lista de diferencias la podría continuar, hay dos aspectos distintivos de la economía canadiense. Primero, allá llevan un par de décadas de haber superado el nacionalismo/chovinismo y estatismo en el manejo de los hidrocarburos. Ya es parte de la historia cuando allá había un monopolio para la explotación del petróleo y el gas, y donde su paraestatales dejaron de ser objetivos para transformarse en instrumentos del desarrollo. Segundo, han logrado tener un buen marco jurídico y buenos reguladores no sólo en materia de hidrocarburos, sino también en otras áreas, para promover y proteger el interés público.
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