José Antonio Crespo / El Universal
Fuertes fueron las declaraciones del secretario de la Defensa Nacional, general Guillermo Galván Galván, al destacar como evidente que en algunas latitudes “el espacio de la seguridad pública está totalmente rebasado… (que) la seguridad interior hoy se encuentra seriamente amenazada… (y que) en algunas regiones del país la delincuencia organizada se apropió de las instituciones del Estado” (9/feb/12).
Muchos han visto en esas palabras un reconocimiento de que la estrategia iniciada por Felipe Calderón falló en lo esencial. Pero si bien de esa declaración se desprende que algunos objetivos de la estrategia están lejos de haber sido alcanzados, es difícil pensar que la intención del
general-secretario haya sido reconocer una derrota. ¿Cómo podría un operador clave de esta estrategia dar la razón a los críticos de la misma? Es más probable que esas palabras pretendan comprometer a los candidatos a la presidencia —de cualquier partido— a continuar con lo
que este gobierno ha considerado la única opción. Cosa por demás discutible, pues ideas ha habido sobre otras formas de enfrentar el problema pero con menos costos para la sociedad. Los expertos que han logrado hablar con el equipo gobernante dicen que hay oídos sordos para explorar otras vías y que han sido eficaces en otros países (dentro de lo que cabe). En cambio, Calderón insiste en que solo cabía la actual estrategia o no hacer nada. Lo hace para justificar lo que cada vez queda más claro: ha sido una política desastrosa, y que jamás quiso corregir o modificar.
¿Qué hará el próximo presidente, del partido que sea? Difícil saberlo. No queda claro qué harán distinto o igual los candidatos, o qué tan viables son sus propuestas. Pero como era previsible, la estrategia actual no tendrá tiempo para demostrar si era adecuada o no. Dos tesis centrales se han manejado para interpretar la estrategia calderonista: los críticos hemos señalado que se asemeja a “darle escobazos al avispero”, pues lejos de erradicar el problema los cárteles reaccionarían devolviendo fuego con fuego, corrompiendo más a agentes del Estado en distintos niveles y contratando pandillas de sicarios para elevarle al gobierno el costo de su estrategia, pandillas que después, por su lado pero amparados en los cárteles, inciden en otros delitos más costosos para la sociedad que el narcotráfico. Según esta perspectiva, pasaría poco tiempo antes de que las cosas salieran de control, como ha ocurrido.
La tesis oficial, en cambio, es la de “las ratas”, que tras verles en el traspatio, al no hacerse nada, escalaron a la cocina y después a la sala y luego a la recámara, ante lo cual Calderón reaccionó con energía y fuerza. A partir de esta tesis se explica la explosión de la violencia como el hecho de que las ratas, al ser acorraladas, responden con más virulencia, pero al tiempo quedarán debilitadas y se irán replegando hasta quedar fuera de la casa (si no es que muertas). Y por eso por un tiempo se interpretó el incremento de la violencia como buena señal, así como el alza del crimen que, según el gobierno, se debía a que el golpe a las finanzas de los capos los llevaban a explorar otros delitos.
¿Cuál es la tesis correcta? En estricto sentido, se requeriría de más tiempo para despejar la incógnita. Si la tesis del avispero es la correcta, conforme el tiempo pase la violencia y el desorden seguirán al alza indefinidamente. Si es la tesis de las ratas la buena, llegará el tiempo en que la violencia y los delitos vayan descendiendo significativamente además del debilitamiento real de los cárteles. Si el corte de caja se hiciera hoy, entonces se podría declarar que la tesis del avispero era la correcta. El gobierno insiste en que hace falta tiempo para que se demuestre que la de las ratas era la verdadera. Pero si el próximo presidente decide cambiar de estrategia, entonces la de Calderón históricamente quedará como fallida (y se considerará como palos al avispero “a lo tonto”). El problema es que, aun si la tesis del avispero es correcta, al próximo gobierno le tomará bastante tiempo normalizar las cosas (si bien nos va), pues las avispas azuzadas no regresan de inmediato a su panal, y el control perdido —institucional y territorial— será difícil de recuperar. Como sea, al día de hoy el saldo aparece como absolutamente negativo para la sociedad, según se infiere de las declaraciones del general.
Fuertes fueron las declaraciones del secretario de la Defensa Nacional, general Guillermo Galván Galván, al destacar como evidente que en algunas latitudes “el espacio de la seguridad pública está totalmente rebasado… (que) la seguridad interior hoy se encuentra seriamente amenazada… (y que) en algunas regiones del país la delincuencia organizada se apropió de las instituciones del Estado” (9/feb/12).
Muchos han visto en esas palabras un reconocimiento de que la estrategia iniciada por Felipe Calderón falló en lo esencial. Pero si bien de esa declaración se desprende que algunos objetivos de la estrategia están lejos de haber sido alcanzados, es difícil pensar que la intención del
general-secretario haya sido reconocer una derrota. ¿Cómo podría un operador clave de esta estrategia dar la razón a los críticos de la misma? Es más probable que esas palabras pretendan comprometer a los candidatos a la presidencia —de cualquier partido— a continuar con lo
que este gobierno ha considerado la única opción. Cosa por demás discutible, pues ideas ha habido sobre otras formas de enfrentar el problema pero con menos costos para la sociedad. Los expertos que han logrado hablar con el equipo gobernante dicen que hay oídos sordos para explorar otras vías y que han sido eficaces en otros países (dentro de lo que cabe). En cambio, Calderón insiste en que solo cabía la actual estrategia o no hacer nada. Lo hace para justificar lo que cada vez queda más claro: ha sido una política desastrosa, y que jamás quiso corregir o modificar.
¿Qué hará el próximo presidente, del partido que sea? Difícil saberlo. No queda claro qué harán distinto o igual los candidatos, o qué tan viables son sus propuestas. Pero como era previsible, la estrategia actual no tendrá tiempo para demostrar si era adecuada o no. Dos tesis centrales se han manejado para interpretar la estrategia calderonista: los críticos hemos señalado que se asemeja a “darle escobazos al avispero”, pues lejos de erradicar el problema los cárteles reaccionarían devolviendo fuego con fuego, corrompiendo más a agentes del Estado en distintos niveles y contratando pandillas de sicarios para elevarle al gobierno el costo de su estrategia, pandillas que después, por su lado pero amparados en los cárteles, inciden en otros delitos más costosos para la sociedad que el narcotráfico. Según esta perspectiva, pasaría poco tiempo antes de que las cosas salieran de control, como ha ocurrido.
La tesis oficial, en cambio, es la de “las ratas”, que tras verles en el traspatio, al no hacerse nada, escalaron a la cocina y después a la sala y luego a la recámara, ante lo cual Calderón reaccionó con energía y fuerza. A partir de esta tesis se explica la explosión de la violencia como el hecho de que las ratas, al ser acorraladas, responden con más virulencia, pero al tiempo quedarán debilitadas y se irán replegando hasta quedar fuera de la casa (si no es que muertas). Y por eso por un tiempo se interpretó el incremento de la violencia como buena señal, así como el alza del crimen que, según el gobierno, se debía a que el golpe a las finanzas de los capos los llevaban a explorar otros delitos.
¿Cuál es la tesis correcta? En estricto sentido, se requeriría de más tiempo para despejar la incógnita. Si la tesis del avispero es la correcta, conforme el tiempo pase la violencia y el desorden seguirán al alza indefinidamente. Si es la tesis de las ratas la buena, llegará el tiempo en que la violencia y los delitos vayan descendiendo significativamente además del debilitamiento real de los cárteles. Si el corte de caja se hiciera hoy, entonces se podría declarar que la tesis del avispero era la correcta. El gobierno insiste en que hace falta tiempo para que se demuestre que la de las ratas era la verdadera. Pero si el próximo presidente decide cambiar de estrategia, entonces la de Calderón históricamente quedará como fallida (y se considerará como palos al avispero “a lo tonto”). El problema es que, aun si la tesis del avispero es correcta, al próximo gobierno le tomará bastante tiempo normalizar las cosas (si bien nos va), pues las avispas azuzadas no regresan de inmediato a su panal, y el control perdido —institucional y territorial— será difícil de recuperar. Como sea, al día de hoy el saldo aparece como absolutamente negativo para la sociedad, según se infiere de las declaraciones del general.
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