La publicación de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, correspondiente al cuarto trimestre de 2011, ha puesto en claro que el avance en la precarización del mercado laboral mexicano es un problema estructural.
El número de mexicanos ocupados en la economía informal (14 millones), de quienes no reciben ingreso (4.2 millones), que cuando mucho perciben un salario mínimo (6.4 millones), de los que ganan entre uno y dos salarios mínimos (10.8 millones), de las personas con ocupación pero que no tienen acceso a la seguridad social (30.8 millones) o de quienes no tienen contrato por escrito (14.8 millones), es altamente preocupante y solamente constituye una muestra de la tarea a realizar si se pretende resolver este desequilibrio social.
De igual forma se tiene en claro que el retroceso en el mercado laboral no únicamente se da en materia de desocupación; un aspecto igualmente relevante es atender la mala calidad de la ocupación que se ha generado. Lo anterior sintetiza el círculo vicioso en el que la nación se encuentra: se han disminuido salarios, prestaciones y horas de trabajo, pero a pesar de ello no se tiene el suficiente vigor para generar crecimiento económico. Además México se encuentra en el último año de gobierno, con un proceso electoral que ha cerrado los mecanismos de negociación y que ha colocado a la agenda política sobre la económica y social.
Dado que para 2012 el crecimiento se encuentra anegado en una etapa de volatilidad externa y de debilidad interna es poco probable que en el corto plazo se revierta dicha situación.
Por otra parte, debe citarse que el problema no fue de el diagnóstico; desde el inicio del sexenio se tuvo al empleo como una de las variables que deberían ser atendidas para frenar el grave deterioro de la calidad de vida de los mexicanos, en realidad la cuestión es que no se tuvo la capacidad de gestión para atender este requerimiento eficazmente.
Bajo dicho contexto parece evidente que la agenda laboral a resolver involucrará al futuro gobierno federal por lo que la solución, en el mejor de los casos, se tendrá para fines del 2013, es decir, habrá que esperar casi un año para poner en marcha nuevas ideas y propuesta, pero ¿y si nuevamente no llegan?
Los riesgos son latentes, aún algunas de las autoridades encargadas de la seguridad nacional mencionan el delicado estado que guarda el país. Sin lugar a dudas que todo esto reclama que se implementen programas de desarrollo integrales, es decir, que se tome en consideración que la mejora en la situación del empleo tiene encadenamientos con la solución del problema de pobreza. Sin embargo, de igual manera se tiene como prerrequisito el impulso a la actividad productiva y por lo tanto a impulsar la inversión.
Desarrollar sectores estratégicos es fundamental, no se puede seguir descuidando la evolución de la industria, dejarla expuesta a la competencia desleal, al aumento en los precios de los energéticos o a una política fiscal que recauda para el gobierno federal a costa de los flujos financieros de las empresas y compañías son mecanismos que terminarán por minar la productividad y la competitividad del país.
La duda en la sobrevivencia de algunos sectores ya está puesta en duda, y el mejor ejemplo lo constituye el textil.
Evitar que otros corran la misma suerte es prioritario, ya que la consecuencia será la mayor precarización del empleo y del bienestar de la población.
La apertura comercial indiscriminada con China en la industria del acero es un ejemplo de lo que debe considerarse, los múltiples encadenamientos que tiene con sectores como el de la construcción y el automotriz la hacen estratégica, impedir que corra la suerte del sector textil es prevenir que la degradación laboral se siga profundizando.
*Director del Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México
El número de mexicanos ocupados en la economía informal (14 millones), de quienes no reciben ingreso (4.2 millones), que cuando mucho perciben un salario mínimo (6.4 millones), de los que ganan entre uno y dos salarios mínimos (10.8 millones), de las personas con ocupación pero que no tienen acceso a la seguridad social (30.8 millones) o de quienes no tienen contrato por escrito (14.8 millones), es altamente preocupante y solamente constituye una muestra de la tarea a realizar si se pretende resolver este desequilibrio social.
De igual forma se tiene en claro que el retroceso en el mercado laboral no únicamente se da en materia de desocupación; un aspecto igualmente relevante es atender la mala calidad de la ocupación que se ha generado. Lo anterior sintetiza el círculo vicioso en el que la nación se encuentra: se han disminuido salarios, prestaciones y horas de trabajo, pero a pesar de ello no se tiene el suficiente vigor para generar crecimiento económico. Además México se encuentra en el último año de gobierno, con un proceso electoral que ha cerrado los mecanismos de negociación y que ha colocado a la agenda política sobre la económica y social.
Dado que para 2012 el crecimiento se encuentra anegado en una etapa de volatilidad externa y de debilidad interna es poco probable que en el corto plazo se revierta dicha situación.
Por otra parte, debe citarse que el problema no fue de el diagnóstico; desde el inicio del sexenio se tuvo al empleo como una de las variables que deberían ser atendidas para frenar el grave deterioro de la calidad de vida de los mexicanos, en realidad la cuestión es que no se tuvo la capacidad de gestión para atender este requerimiento eficazmente.
Bajo dicho contexto parece evidente que la agenda laboral a resolver involucrará al futuro gobierno federal por lo que la solución, en el mejor de los casos, se tendrá para fines del 2013, es decir, habrá que esperar casi un año para poner en marcha nuevas ideas y propuesta, pero ¿y si nuevamente no llegan?
Los riesgos son latentes, aún algunas de las autoridades encargadas de la seguridad nacional mencionan el delicado estado que guarda el país. Sin lugar a dudas que todo esto reclama que se implementen programas de desarrollo integrales, es decir, que se tome en consideración que la mejora en la situación del empleo tiene encadenamientos con la solución del problema de pobreza. Sin embargo, de igual manera se tiene como prerrequisito el impulso a la actividad productiva y por lo tanto a impulsar la inversión.
Desarrollar sectores estratégicos es fundamental, no se puede seguir descuidando la evolución de la industria, dejarla expuesta a la competencia desleal, al aumento en los precios de los energéticos o a una política fiscal que recauda para el gobierno federal a costa de los flujos financieros de las empresas y compañías son mecanismos que terminarán por minar la productividad y la competitividad del país.
La duda en la sobrevivencia de algunos sectores ya está puesta en duda, y el mejor ejemplo lo constituye el textil.
Evitar que otros corran la misma suerte es prioritario, ya que la consecuencia será la mayor precarización del empleo y del bienestar de la población.
La apertura comercial indiscriminada con China en la industria del acero es un ejemplo de lo que debe considerarse, los múltiples encadenamientos que tiene con sectores como el de la construcción y el automotriz la hacen estratégica, impedir que corra la suerte del sector textil es prevenir que la degradación laboral se siga profundizando.
*Director del Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México
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