Esta semana, la Cámara de Senadores aprobó dos iniciativas que autorizan al Presidente de la República para que amplíe México sus cuotas accionarias al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Tal autorización debería alegrar al país, pero se inscribe en medio de una turbulencia financiera internacional y una relativa opacidad de la relación operativa de México con los organismos financieros internacionales, especialmente con el BID y el Banco Mundial (BM).
Según se entiende en la iniciativa respectiva, dada su poca claridad técnica, el Ejecutivo fue autorizado a realizar nuevas “aportaciones al Fondo Monetario Internacional por una cantidad de cinco mil doscientos ochenta y siete millones de derechos especiales de giro” (DEG), que es considerada la “moneda” del FMI. Dado que cada DEG equivale aproximadamente a $1.57 dólares, el total adicional que México aportaría sería del orden de $ 8 300 millones de dólares. Cifra nada despreciable a los ojos de cualquier lego.
Leer más
Según se entiende en la iniciativa respectiva, dada su poca claridad técnica, el Ejecutivo fue autorizado a realizar nuevas “aportaciones al Fondo Monetario Internacional por una cantidad de cinco mil doscientos ochenta y siete millones de derechos especiales de giro” (DEG), que es considerada la “moneda” del FMI. Dado que cada DEG equivale aproximadamente a $1.57 dólares, el total adicional que México aportaría sería del orden de $ 8 300 millones de dólares. Cifra nada despreciable a los ojos de cualquier lego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario