España no tiene más opción que acumular el capital humano necesario para no quedar descolgada para siempre de los países que lideran la construcción de la economía del conocimiento
César Molinas / El País
En las tres primeras entregas de esta serie he argumentado que, para salir de la crisis actual, que será más larga de lo que muchos imaginan, España necesita un proyecto de futuro que sea capaz de motivar y cohesionar a la ciudadanía. Alemania comenzó el ajuste al euro y a la caída del Muro en 1998. Portugal está haciendo un ajuste dramático bajo tutela internacional. Estos dos países tienen una gran cohesión nacional, lo que asegura poca resistencia social a los ajustes, aunque en ambos casos ha habido vuelcos políticos en las elecciones generales. España, que está empezando a ajustarse ahora, no tiene tanta cohesión, por lo que la reforma estructural hay que motivarla con una ambición de futuro mucho más explícita. Esta ambición no puede ser otra que acumular el capital humano necesario para no quedar descolgados para siempre de los países que van en cabeza en la construcción de la economía del conocimiento. En este cuarto y último artículo voy a hacer una propuesta sobre cómo debería concretarse este proyecto. El proyecto puede resumirse en I+D+E+i+e, es decir, investigación y desarrollo, educación, e innovación y emprendimiento. Lo detallo a continuación.
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