Nuestros colegios y universidades no crean futuros actores de la nueva economía
El mayor desafío está en reinventar la forma en que se imparte la educación
Tenemos que innovar, imaginar lo que la gente va a necesitar mañana para hacerlo hoy
Juan Carlos Rodríguez Ibarra / El País
Hace 30 años el mundo era sólo físico, lo que se podía ver y tocar; hoy la realidad está formada por la realidad física y por la virtual. Esa nueva realidad está generando una forma distinta de entender, de comprender, de aprender, de enfrentarse al mundo por parte de nuestros alumnos, que es necesario que los educadores, a todos los niveles, la descubran y exploten al máximo posible. La manera con la que un alumno se enfrenta al conocimiento, a la forma de aprender, es diferente a como se abordaban esos asuntos en el siglo pasado.
La educación, sin duda, será donde veremos la mayor revolución en los menores plazos. Los alumnos dispondrán, cada día más, en las escuelas públicas de conexión a Internet en todas las aulas. Desde esa gran red en que se convierten nuestros centros de enseñanza una vez interconectados, se multiplican las opciones de lo posible. Crear este mundo educacional nuevo no es tarea fácil, lograrlo requiere de concertación de voluntades, de recursos y del compromiso de la comunidad educativa. Contar con esa infraestructura tecnológica tiene mayores impactos en la calidad de la educación de las que hoy imaginamos. El mayor desafío, sin embargo, está en reinventar la forma en que se imparte la educación; detrás de la tecnología siempre es posible ver el rostro de un ser humano. La tecnología es sólo un instrumento para llegar a la persona. No sólo estamos hablando de cuestionar y dar un salto en el papel de la escuela, tradicionalmente entendida como centro de adquisición de información, sino también de ese otro papel de los profesores en el aula, de los contenidos con los que vienen trabajando, de las prácticas docentes, también del papel que la escuela juega en la comunidad y de la forma en que alumnos, padres y maestros se integran en esta aventura del aprendizaje colectivo, para saber, para saber ser, para saber estar.
El sistema debe enseñar a tomar iniciativas y no solamente a transmitir información; lo que hay que conseguir en las facultades, en los institutos, en los colegios, es que puedan aflorar todas las capacidades que cada uno de los estudiantes puede desarrollar y no educar para la pasividad. Por muchas leyes de calidad de enseñanza que se dicten, nuestros colegios y universidades no forman para generar iniciativas, no fomentan una cultura de riesgos razonables, no crean futuros actores de la nueva economía y de la sociedad, sino futuros asalariados en un mercado que acapara para los grandes grupos económicos la capacidad de innovar. Resulta imprescindible que el sistema educativo encuentre el procedimiento para descubrir la actitud, la motivación, la pasión de todos aquellos alumnos que pasan por sus aulas, y es necesario que a la Universidad lleguen aquellos que están deseando desarrollar científicamente la actitud, la motivación, la pasión, que descubrieron y potenciaron en la escuela.
En el año 1980, según datos oficiales, el 8 por 100 de la población española, mayor de 25 años y menor de 65, era universitaria, mientras que en la Unión Europea esa cifra alcanzaba el 12 por 100. En el año 2010, la población universitaria española fue del 29 por 100, mientras que la media de la Unión Europea fue del 27 por 100. España tiene un millón y medio de estudiantes universitarios, casi más que Alemania y que Francia. Tenemos 75 universidades, con 175 campus universitarios. El precio que pagan nuestros alumnos universitarios por su matrícula ronda los 900 euros, pero en realidad el precio final del producto que se ofrece vale 8.000 euros. A los universitarios españoles el Estado les subvenciona anualmente con 7.100 euros. No importa el nivel de renta de su familia, todo el que pisa un aula universitaria de universidad pública recibe una subvención de 7.100 euros al año. Con estos datos y con estas cifras, deberíamos pensar que algo estamos haciendo mal cuando, teniendo un nivel de formación superior a como nunca lo hemos tenido, sin embargo el sistema productivo español está fracasando como consecuencia de que tenemos un nivel de producción con un capital humano bastante deficiente en cuanto a su formación.
Para innovar hay que tener la tecnología suficiente que permita superar al adversario. Tenemos que intentar innovar, tratar de imaginar qué es lo que la gente va a necesitar mañana para hacerlo hoy, que en eso consiste la innovación, en hacer hoy lo que se va a necesitar mañana o pasado mañana. ¿Y qué es lo que se necesitará mañana? Los alumnos que han empezado esfantil, adolescente y juvenil res a�do no hemos sido capaces de crear una generación de gente innovadora, de gente que sea capaz de crear riqueza para nuestro país, fuera de los esquemas tradicionales de productividad? El sistema educativo vigente sigue mirando a la sociedad industrial, que se está yendo, por lo que resulta inútil seguir educando alumnos para insertarlos en una sociedad que cada día se diluye más. Éste es el reto que tiene planteado la educación española, saber qué sociedad se está conformando para formar profesionales que se adapten a esa nueva sociedad. Y esa debe ser una tarea de la Universidad.
Si se observa, la cifra de parados en España es superior a la que había hace 25 años.
Ello nos lleva a la siguiente reflexión: cuando la tecnología era cara, sofisticada y al alcance de muy pocos bolsillos, cuando la burocracia para dirigir el aparato productivo era numerosa y centralizada, cuando la infraestructura era escasa y deficiente, al igual que los servistán menos capacitados, son las víctimas de la Historia de España y del sistema educativo español, porque nunca fuimos un país creativo, y porque el sistema educativo actual no da para más. ¿Por qué teniendo ese nivel de jóvenes universitarios y a toda la población infantil, adolescente y juvenil estudiando no hemos sido capaces de crear una generación de gente innovadora, de gente que sea capaz de crear riqueza para nuestro país, fuera de los esquemas tradicionales de productividad? El sistema educativo vigente sigue mirando a la sociedad industrial, que se está yendo, por lo que resulta inútil seguir educando alumnos para insertarlos en una sociedad que cada día se diluye más. Éste es el reto que tiene planteado la educación española, saber qué sociedad se está conformando para formar profesionales que se adapten a esa nueva sociedad. Y esa debe ser una tarea de la Universidad.
Si se observa, la cifra de parados en España es superior a la que había hace 25 años.
Ello nos lleva a la siguiente reflexión: cuando la tecnología era cara, sofisticada y al alcance de muy pocos bolsillos, cuando la burocracia para dirigir el aparato productivo era numerosa y centralizada, cuando la infraestructura era escasa y deficiente, al igual que los servicios, cuando había un nivel de formación deficiente en calidad y en cantidad, era explicable y justificable el bajo nivel de desarrollo de un país y el alto nivel de desempleo, pero cuando la tecnología ha comenzado a ser barata y está al alcance de cualquiera, cuando la burocracia para dirigir el aparato productivo es limitada y descentralizada, cuando existe un buen nivel de formación en calidad y en cantidad y hay muchísima gente estudiando, cuando el mundo está globalizado y al alcance de cualquiera, cuando ya no existe ni centro ni periferia porque todos somos centro y todos somos periferia, no existe ninguna razón que justifique una vuelta atrás en la forma en que lo estamos percibiendo.
Juan Carlos Rodríguez Ibarra fue presidente de la Junta de Extremadura.
El mayor desafío está en reinventar la forma en que se imparte la educación
Tenemos que innovar, imaginar lo que la gente va a necesitar mañana para hacerlo hoy
Juan Carlos Rodríguez Ibarra / El País
Hace 30 años el mundo era sólo físico, lo que se podía ver y tocar; hoy la realidad está formada por la realidad física y por la virtual. Esa nueva realidad está generando una forma distinta de entender, de comprender, de aprender, de enfrentarse al mundo por parte de nuestros alumnos, que es necesario que los educadores, a todos los niveles, la descubran y exploten al máximo posible. La manera con la que un alumno se enfrenta al conocimiento, a la forma de aprender, es diferente a como se abordaban esos asuntos en el siglo pasado.
La educación, sin duda, será donde veremos la mayor revolución en los menores plazos. Los alumnos dispondrán, cada día más, en las escuelas públicas de conexión a Internet en todas las aulas. Desde esa gran red en que se convierten nuestros centros de enseñanza una vez interconectados, se multiplican las opciones de lo posible. Crear este mundo educacional nuevo no es tarea fácil, lograrlo requiere de concertación de voluntades, de recursos y del compromiso de la comunidad educativa. Contar con esa infraestructura tecnológica tiene mayores impactos en la calidad de la educación de las que hoy imaginamos. El mayor desafío, sin embargo, está en reinventar la forma en que se imparte la educación; detrás de la tecnología siempre es posible ver el rostro de un ser humano. La tecnología es sólo un instrumento para llegar a la persona. No sólo estamos hablando de cuestionar y dar un salto en el papel de la escuela, tradicionalmente entendida como centro de adquisición de información, sino también de ese otro papel de los profesores en el aula, de los contenidos con los que vienen trabajando, de las prácticas docentes, también del papel que la escuela juega en la comunidad y de la forma en que alumnos, padres y maestros se integran en esta aventura del aprendizaje colectivo, para saber, para saber ser, para saber estar.
El sistema debe enseñar a tomar iniciativas y no solamente a transmitir información; lo que hay que conseguir en las facultades, en los institutos, en los colegios, es que puedan aflorar todas las capacidades que cada uno de los estudiantes puede desarrollar y no educar para la pasividad. Por muchas leyes de calidad de enseñanza que se dicten, nuestros colegios y universidades no forman para generar iniciativas, no fomentan una cultura de riesgos razonables, no crean futuros actores de la nueva economía y de la sociedad, sino futuros asalariados en un mercado que acapara para los grandes grupos económicos la capacidad de innovar. Resulta imprescindible que el sistema educativo encuentre el procedimiento para descubrir la actitud, la motivación, la pasión de todos aquellos alumnos que pasan por sus aulas, y es necesario que a la Universidad lleguen aquellos que están deseando desarrollar científicamente la actitud, la motivación, la pasión, que descubrieron y potenciaron en la escuela.
En el año 1980, según datos oficiales, el 8 por 100 de la población española, mayor de 25 años y menor de 65, era universitaria, mientras que en la Unión Europea esa cifra alcanzaba el 12 por 100. En el año 2010, la población universitaria española fue del 29 por 100, mientras que la media de la Unión Europea fue del 27 por 100. España tiene un millón y medio de estudiantes universitarios, casi más que Alemania y que Francia. Tenemos 75 universidades, con 175 campus universitarios. El precio que pagan nuestros alumnos universitarios por su matrícula ronda los 900 euros, pero en realidad el precio final del producto que se ofrece vale 8.000 euros. A los universitarios españoles el Estado les subvenciona anualmente con 7.100 euros. No importa el nivel de renta de su familia, todo el que pisa un aula universitaria de universidad pública recibe una subvención de 7.100 euros al año. Con estos datos y con estas cifras, deberíamos pensar que algo estamos haciendo mal cuando, teniendo un nivel de formación superior a como nunca lo hemos tenido, sin embargo el sistema productivo español está fracasando como consecuencia de que tenemos un nivel de producción con un capital humano bastante deficiente en cuanto a su formación.
Para innovar hay que tener la tecnología suficiente que permita superar al adversario. Tenemos que intentar innovar, tratar de imaginar qué es lo que la gente va a necesitar mañana para hacerlo hoy, que en eso consiste la innovación, en hacer hoy lo que se va a necesitar mañana o pasado mañana. ¿Y qué es lo que se necesitará mañana? Los alumnos que han empezado esfantil, adolescente y juvenil res a�do no hemos sido capaces de crear una generación de gente innovadora, de gente que sea capaz de crear riqueza para nuestro país, fuera de los esquemas tradicionales de productividad? El sistema educativo vigente sigue mirando a la sociedad industrial, que se está yendo, por lo que resulta inútil seguir educando alumnos para insertarlos en una sociedad que cada día se diluye más. Éste es el reto que tiene planteado la educación española, saber qué sociedad se está conformando para formar profesionales que se adapten a esa nueva sociedad. Y esa debe ser una tarea de la Universidad.
Si se observa, la cifra de parados en España es superior a la que había hace 25 años.
Ello nos lleva a la siguiente reflexión: cuando la tecnología era cara, sofisticada y al alcance de muy pocos bolsillos, cuando la burocracia para dirigir el aparato productivo era numerosa y centralizada, cuando la infraestructura era escasa y deficiente, al igual que los servistán menos capacitados, son las víctimas de la Historia de España y del sistema educativo español, porque nunca fuimos un país creativo, y porque el sistema educativo actual no da para más. ¿Por qué teniendo ese nivel de jóvenes universitarios y a toda la población infantil, adolescente y juvenil estudiando no hemos sido capaces de crear una generación de gente innovadora, de gente que sea capaz de crear riqueza para nuestro país, fuera de los esquemas tradicionales de productividad? El sistema educativo vigente sigue mirando a la sociedad industrial, que se está yendo, por lo que resulta inútil seguir educando alumnos para insertarlos en una sociedad que cada día se diluye más. Éste es el reto que tiene planteado la educación española, saber qué sociedad se está conformando para formar profesionales que se adapten a esa nueva sociedad. Y esa debe ser una tarea de la Universidad.
Si se observa, la cifra de parados en España es superior a la que había hace 25 años.
Ello nos lleva a la siguiente reflexión: cuando la tecnología era cara, sofisticada y al alcance de muy pocos bolsillos, cuando la burocracia para dirigir el aparato productivo era numerosa y centralizada, cuando la infraestructura era escasa y deficiente, al igual que los servicios, cuando había un nivel de formación deficiente en calidad y en cantidad, era explicable y justificable el bajo nivel de desarrollo de un país y el alto nivel de desempleo, pero cuando la tecnología ha comenzado a ser barata y está al alcance de cualquiera, cuando la burocracia para dirigir el aparato productivo es limitada y descentralizada, cuando existe un buen nivel de formación en calidad y en cantidad y hay muchísima gente estudiando, cuando el mundo está globalizado y al alcance de cualquiera, cuando ya no existe ni centro ni periferia porque todos somos centro y todos somos periferia, no existe ninguna razón que justifique una vuelta atrás en la forma en que lo estamos percibiendo.
Juan Carlos Rodríguez Ibarra fue presidente de la Junta de Extremadura.
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