Jorge A. Chávez Presa / El Universal
Si Petróleos Mexicanos fuera empresa, el 18 de Marzo sería la asamblea anual de accionistas.
Además de conmemorar la expropiación petrolera, celebraríamos tres hitos en la historia del País: uno, reafirmaríamos que los mexicanos somos los propietarios de todos los hidrocarburos en el subsuelo del territorio nacional; dos, los mexicanos decidimos acabar con el monopolio y abrir a la competencia la producción de hidrocarburos para asegurar que recibiremos la mayor renta económica. Tres, abrimos a la competencia la refinación, transformación, transporte y distribución de los hidrocarburos para que los mexicanos como consumidores y las empresas establecidas en territorio nacional adquieran combustibles y petroquímicos a precios que nos permitan ser más competitivos.
Estos hitos habrían transformado a Pemex de ser un organismo público descentralizado (opd), fuera del control de la castrante burocracia del gobierno del Presidente de la República (gpr), en una empresa pública. Ya no tendría que estar compitiendo por recursos del Presupuesto de Egresos de la Federación con los que se destinan a la pobreza y a la educación. Pemex dejaría de estar sujeto al derecho público, donde sólo podía hacer lo que la ley le establece; su flexibilidad y margen de acción se ampliarían en el ámbito del derecho privado, pues estaría sólo limitado por todo aquello prohibido por ley.
Si Pemex fuera empresa, a cada uno de nosotros nos escriturarían una acción y los derechos corporativos correspondientes. Habría también la posibilidad de colocar en la Bolsa Mexicana de Valores y el New York Stock Exchange acciones adicionales, como lo hizo recientemente Petrobras.
Si Pemex fuera empresa pagaría al erario derechos sobre hidrocarburos para asegurar la renta económica del petróleo, y el ISR, que hoy no causa, por las utilidades generadas como resultado de su manejo eficiente.
Si Pemex fuera empresa, cambiarían los incentivos en la relación administración-sindicato. Se vincularían las remuneraciones de los trabajadores con la productividad laboral. Los trabajadores estarían conscientes de que como empresa que compite y que tiene accionistas muy exigentes, serían los primeros interesados en arreglar el pasivo laboral, no quisieran verse como los trabajadores de Mexicana de Aviación. El sindicato reclamaría al personal de confianza sus excesos�licos para poder destinar la renta económica del petróleo a construir un motor de crecimiento económico con equidad para los mexicanos de las futuras generaciones. A ellos también les pertenece el petróleo y Pemex.
Si Petróleos Mexicanos fuera empresa, el 18 de Marzo sería la asamblea anual de accionistas.
Además de conmemorar la expropiación petrolera, celebraríamos tres hitos en la historia del País: uno, reafirmaríamos que los mexicanos somos los propietarios de todos los hidrocarburos en el subsuelo del territorio nacional; dos, los mexicanos decidimos acabar con el monopolio y abrir a la competencia la producción de hidrocarburos para asegurar que recibiremos la mayor renta económica. Tres, abrimos a la competencia la refinación, transformación, transporte y distribución de los hidrocarburos para que los mexicanos como consumidores y las empresas establecidas en territorio nacional adquieran combustibles y petroquímicos a precios que nos permitan ser más competitivos.
Estos hitos habrían transformado a Pemex de ser un organismo público descentralizado (opd), fuera del control de la castrante burocracia del gobierno del Presidente de la República (gpr), en una empresa pública. Ya no tendría que estar compitiendo por recursos del Presupuesto de Egresos de la Federación con los que se destinan a la pobreza y a la educación. Pemex dejaría de estar sujeto al derecho público, donde sólo podía hacer lo que la ley le establece; su flexibilidad y margen de acción se ampliarían en el ámbito del derecho privado, pues estaría sólo limitado por todo aquello prohibido por ley.
Si Pemex fuera empresa, a cada uno de nosotros nos escriturarían una acción y los derechos corporativos correspondientes. Habría también la posibilidad de colocar en la Bolsa Mexicana de Valores y el New York Stock Exchange acciones adicionales, como lo hizo recientemente Petrobras.
Si Pemex fuera empresa pagaría al erario derechos sobre hidrocarburos para asegurar la renta económica del petróleo, y el ISR, que hoy no causa, por las utilidades generadas como resultado de su manejo eficiente.
Si Pemex fuera empresa, cambiarían los incentivos en la relación administración-sindicato. Se vincularían las remuneraciones de los trabajadores con la productividad laboral. Los trabajadores estarían conscientes de que como empresa que compite y que tiene accionistas muy exigentes, serían los primeros interesados en arreglar el pasivo laboral, no quisieran verse como los trabajadores de Mexicana de Aviación. El sindicato reclamaría al personal de confianza sus excesos�licos para poder destinar la renta económica del petróleo a construir un motor de crecimiento económico con equidad para los mexicanos de las futuras generaciones. A ellos también les pertenece el petróleo y Pemex.
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