José Blanco / La Jornada
El pasado domingo el diario Reforma publicó un cuadernillo de 106 páginas titulado "Las mejores universidades 2012". El título resulta excesivo por cuanto se trata de los rankings de “17 programas en el nivel licenciatura que se ofrecen en 72 universidades distribuidas en 100 campus de la zona metropolitana de la ciudad de México y Puebla. Además, se presentan rankings de 15 programas que ofrecen 23 universidades distribuidas en 42 campus de la ciudad de Guadalajara”.
Fueron entrevistados –por teléfono– 2 mil empleadores, que evaluaron a los egresados de las universidades. De los evaluadores 29 por ciento son gerentes; 26, directores; 15, jefes de departamento, y 30 por ciento ocupan "otros puestos de mando". Además fueron entrevistados 4 mil 385 estudiantes inscritos en los programas evaluados y 2 mil 154 profesores pertenecientes a las carreras evaluadas, aunque las opiniones de profesores y estudiantes no forman parte del ranking.
Si Reforma cree saber así cuáles son "las mejores universidades" –y lo informa a la sociedad–, está cometiendo un acto educativamente irresponsable.
Se trata de un trabajo con enfoque empresarial. Probablemente entre 40 y 50 por ciento del espacio del cuadernillo son anuncios publicitarios y las "carreras" elegidas son aquellas de contenido puramente profesionalizante. Está el diario en su derecho, por supuesto, de llevar cabo un trabajo como ese, pero sólo exhibe ignorancia al llamarlo "las mejores universidades".
El tema tiene mil aristas complicadas. Una es que en México no existe una definición jurídica de lo que es una universidad; de este modo, hasta hace unas tres semanas había en México 3 mil 5 "universidades", de las cuales la inmensa mayoría son negocitos que mantienen familias de clase media media, y media baja, donde enseñan gastronomía o turismo (carreras del ranking Reforma). Pero sí existe un debate académico acerca de las instituciones que pueden ser llamadas universidad. Asómese Reforma, por ejemplo, al caso de Finlandia con uno de los mejores –si no el mejor– sistemas educativos del mundo (lugar número uno en la prueba PISA, entre otras notas que lo distinguen), en el que está organizado el sistema de las escuelas profesionales (de alto rigor) y el sistema de las universidades, donde se cultiva la investigación, la ciencia, la innovación tecnológica.
Desde luego, en la encuesta Reforma no cabe la filosofía, ni la historia, ni las artes y humanidades, ni las ciencias básicas, ni las matemáticas, entre otros estudios con alto estatus en el vasto campo del conocimiento. ¿Cómo puede hablar de "las mejores" una encuesta que excluye esa inmensidad de saberes?
El adjetivo comparativo "mejor" implica que quien hace un ranking tiene un método para medir la calidad de las instituciones. El ranking Reforma carece absolutamente de él. Los evaluadores son los empleadores de distinto rango, que ya referimos, cada uno de los cuales tiene su propio modo de "matar pulgas". Ni siquiera se "mataron las pulgas" del mismo modo. ¿Qué clase de resultado obtendremos”? Una mezcla impenetrable de opiniones sin significado relevante alguno. A Reforma, desde luego, ni se le ocurre que cuando se habla de "mejores" (o de peores) se están refiriendo a la calidad de las instituciones.
Aún más allá: ¿sirven de algo los rankings?
La Universidad Harvard aparece como la número uno del mundo en prácticamente todos los rankings internacionales. Harvard fue fundada en 1636, se dice la universidad más antigua de Estados Unidos, sus miembros han ganado 40 premios Nobel y siete presidentes de ese país egresaron de sus aulas. Harvard empezó con nueve alumnos y hoy tiene unos 18 mil. ¿A alguna universidad mexicana le sirve esa información? Por supuesto que no. Seguramente estará en el orden de 99.9 por ciento de las universidades del mundo que pueden decir lo mismo. Qué sentido tiene comparar sin tener en cuenta la historia, el contexto, los recursos, el tamaño, etcétera.
Vea usted la encuesta que publica el Higher Education Supplement (HES) del Times de Londres sobre las 200 "mejores" universidades. En una serie histórica aparece Harvard en el número uno siempre, y siempre aparecen en los primeros cinco sitios cinco universidades estadunidenses. Por supuesto el HES no explica nada acerca de las diferencias entre las universidades. Nos proporciona una síntesis de su metodología, pero la misma no explica cómo puede haber variaciones a bandazos en los de datos. Así, en esa encuesta la UNAM aparece en el lugar 195 (de 200) en 2004, y gana 100 lugares de un año para el otro con el 95 en 2005, continúa avanzando ganando sitios en 2006, con el sitio 74, para caer al 192 en 2007, al 150 en 2008, al 190 en 2009 y quedar fuera de todo sitio entre las "mejores" 200, a partir de 2010. ¿Metodología rigurosa? Esos números son obviamente inservibles para la UNAM.
Hay tres conceptos de calidad: 1) la calidad paradigmática; 2) la que se denomina con el anglicismo benchmarking (proveniente de las prácticas administrativas), y 3) la calidad programática. Volveremos sobre esto.
El pasado domingo el diario Reforma publicó un cuadernillo de 106 páginas titulado "Las mejores universidades 2012". El título resulta excesivo por cuanto se trata de los rankings de “17 programas en el nivel licenciatura que se ofrecen en 72 universidades distribuidas en 100 campus de la zona metropolitana de la ciudad de México y Puebla. Además, se presentan rankings de 15 programas que ofrecen 23 universidades distribuidas en 42 campus de la ciudad de Guadalajara”.
Fueron entrevistados –por teléfono– 2 mil empleadores, que evaluaron a los egresados de las universidades. De los evaluadores 29 por ciento son gerentes; 26, directores; 15, jefes de departamento, y 30 por ciento ocupan "otros puestos de mando". Además fueron entrevistados 4 mil 385 estudiantes inscritos en los programas evaluados y 2 mil 154 profesores pertenecientes a las carreras evaluadas, aunque las opiniones de profesores y estudiantes no forman parte del ranking.
Si Reforma cree saber así cuáles son "las mejores universidades" –y lo informa a la sociedad–, está cometiendo un acto educativamente irresponsable.
Se trata de un trabajo con enfoque empresarial. Probablemente entre 40 y 50 por ciento del espacio del cuadernillo son anuncios publicitarios y las "carreras" elegidas son aquellas de contenido puramente profesionalizante. Está el diario en su derecho, por supuesto, de llevar cabo un trabajo como ese, pero sólo exhibe ignorancia al llamarlo "las mejores universidades".
El tema tiene mil aristas complicadas. Una es que en México no existe una definición jurídica de lo que es una universidad; de este modo, hasta hace unas tres semanas había en México 3 mil 5 "universidades", de las cuales la inmensa mayoría son negocitos que mantienen familias de clase media media, y media baja, donde enseñan gastronomía o turismo (carreras del ranking Reforma). Pero sí existe un debate académico acerca de las instituciones que pueden ser llamadas universidad. Asómese Reforma, por ejemplo, al caso de Finlandia con uno de los mejores –si no el mejor– sistemas educativos del mundo (lugar número uno en la prueba PISA, entre otras notas que lo distinguen), en el que está organizado el sistema de las escuelas profesionales (de alto rigor) y el sistema de las universidades, donde se cultiva la investigación, la ciencia, la innovación tecnológica.
Desde luego, en la encuesta Reforma no cabe la filosofía, ni la historia, ni las artes y humanidades, ni las ciencias básicas, ni las matemáticas, entre otros estudios con alto estatus en el vasto campo del conocimiento. ¿Cómo puede hablar de "las mejores" una encuesta que excluye esa inmensidad de saberes?
El adjetivo comparativo "mejor" implica que quien hace un ranking tiene un método para medir la calidad de las instituciones. El ranking Reforma carece absolutamente de él. Los evaluadores son los empleadores de distinto rango, que ya referimos, cada uno de los cuales tiene su propio modo de "matar pulgas". Ni siquiera se "mataron las pulgas" del mismo modo. ¿Qué clase de resultado obtendremos”? Una mezcla impenetrable de opiniones sin significado relevante alguno. A Reforma, desde luego, ni se le ocurre que cuando se habla de "mejores" (o de peores) se están refiriendo a la calidad de las instituciones.
Aún más allá: ¿sirven de algo los rankings?
La Universidad Harvard aparece como la número uno del mundo en prácticamente todos los rankings internacionales. Harvard fue fundada en 1636, se dice la universidad más antigua de Estados Unidos, sus miembros han ganado 40 premios Nobel y siete presidentes de ese país egresaron de sus aulas. Harvard empezó con nueve alumnos y hoy tiene unos 18 mil. ¿A alguna universidad mexicana le sirve esa información? Por supuesto que no. Seguramente estará en el orden de 99.9 por ciento de las universidades del mundo que pueden decir lo mismo. Qué sentido tiene comparar sin tener en cuenta la historia, el contexto, los recursos, el tamaño, etcétera.
Vea usted la encuesta que publica el Higher Education Supplement (HES) del Times de Londres sobre las 200 "mejores" universidades. En una serie histórica aparece Harvard en el número uno siempre, y siempre aparecen en los primeros cinco sitios cinco universidades estadunidenses. Por supuesto el HES no explica nada acerca de las diferencias entre las universidades. Nos proporciona una síntesis de su metodología, pero la misma no explica cómo puede haber variaciones a bandazos en los de datos. Así, en esa encuesta la UNAM aparece en el lugar 195 (de 200) en 2004, y gana 100 lugares de un año para el otro con el 95 en 2005, continúa avanzando ganando sitios en 2006, con el sitio 74, para caer al 192 en 2007, al 150 en 2008, al 190 en 2009 y quedar fuera de todo sitio entre las "mejores" 200, a partir de 2010. ¿Metodología rigurosa? Esos números son obviamente inservibles para la UNAM.
Hay tres conceptos de calidad: 1) la calidad paradigmática; 2) la que se denomina con el anglicismo benchmarking (proveniente de las prácticas administrativas), y 3) la calidad programática. Volveremos sobre esto.
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