EDUARDO SÁNCHEZ HERNÁNDEZ / EL UNIVERSAL
El Partido Acción Nacional se autodefine así: "Acción Nacional es una organización permanente de todos aquellos que, sin prejuicio, resentimientos ni apetitos personales, quieren hacer valer en la vida pública su convicción en una causa clara, definida, coincidente con la naturaleza real de la nación y conforme con la dignidad de la persona humana".
Conceptos como "bien común", "iniciativa privada como fuente de mejoramiento social" o "humanismo político", evocan el pensamiento de Christlieb Ibarrola, Preciado Hernández y Castillo Peraza.
Hace algunos años, Felipe Calderón Hinojosa, entonces joven presidente del PAN, hizo propia una frase acuñada por los panistas fundadores: "No podemos permitir que al ganar el poder perdamos al partido."
Los simpatizantes del Partido Acción Nacional constituyen una militancia dura y leal. Su lucha no fue sencilla en lo absoluto. La llegada al poder de su partido supuso el esfuerzo constante y dedicado de sus activistas. La resistencia civil constituyó una de sus principales fortalezas y sin duda un ejemplo de lo que puede lograr el comportamiento pacífico, valiente y cívico de los ciudadanos. La militancia panista merece todo mi respeto.
La cúpula que dirige hoy los destinos del PAN actúa en la orfandad de los principios que dieron origen a su organización política y desprecia los valores de buena parte de su militancia. Hoy, los dirigentes de Acción Nacional no están ausentes de resentimientos. Es frecuente escuchar del "odio" que el presidente siente por los priístas. Germán Martínez basó la campaña del PAN en 2009 en la descalificación del adversario. La dirigencia panista estigmatiza a cualquier persona que se ostente priísta. Sus métodos de persuación siguen la lógica de los fundamentalistas. Mis adversarios son mis enemigos: si sus ideas difieren de las mías, tengo que combatirlas. No hay posibilidad de que me convenzan, pero si entienden que yo tengo la razón, quedarán purificados.
La dirigencia del PAN, con tal de ganar el poder, ha postulado a candidatos del PRI —su histórico adversario— una vez purgado su pecado original; es decir, renegando de su origen. Bajo esa circunstancia, la cúpula panista pasa por alto la incongruencia ideológica de sus nuevos cuadros. Porque la ideología es lo de menos. Los conversos cambian de partido pero no de ambición. Lo fundamental para ellos es ganar el poder. Y en eso armonizan perfectamente con los principios que mueven a la actual dirigencia panista. En Durango, Oaxaca, Puebla, Veracruz y Sinaloa el mensaje a su militancia fue nítido. Ninguno de ustedes sirve para ganar el poder; reclutemos a candidatos del PRI para lograr la victoria.
Llama la atención el caso de Miguel Ángel Yunes, su candidato a la gubernatura de Veracruz. Mientras militó en el PRI fue objeto de ácidas críticas, pero un día apareció de su lado y entonces un fenómeno desinfectante actuó sobre él. Del insulto pasaron a la loa. El caso más patético es el de Elba Esther Gordillo. Las críticas sobre su persona oscilaron entre el vituperio y la acusación casi penal. Pero su alianza con el presidente Calderón le perdonó sus pecados y fue entonces cuando "la dignidad de la persona humana", exaltada por Preciado Hernández, quedó embarrada en las urnas que hicieron la diferencia en la elección contra López Obrador.
Finalmente aquella frase calderonista quedó atrapada en sus palabras, y los hechos la tradujeron en sentencia: "Ganemos el poder, aunque perdamos al partido".
La corrupción alcanzó a la dirigencia panista, y las prácticas antidemocráticas también. ¿Qué pensaría Christlieb Ibarrola de la habilidad de un ex presidente del PAN, como César Nava, para conseguir departamentos de lujo en Polanco a menos de la mitad de su precio? ¿Que diría Vicencio Tovar de las elecciones internas vigiladas por panistas autodenominados "cazamapaches", tal cual ocurrió en la contienda del DF? y ¿qué opinaría Gómez Morín de los billetazos, repartidos entre panistas, y por panistas, en su elección interna por la gubernatura de Michoacán?
La puerta de salida de Los Pinos sigue en el lugar de siempre.
El Partido Acción Nacional se autodefine así: "Acción Nacional es una organización permanente de todos aquellos que, sin prejuicio, resentimientos ni apetitos personales, quieren hacer valer en la vida pública su convicción en una causa clara, definida, coincidente con la naturaleza real de la nación y conforme con la dignidad de la persona humana".
Conceptos como "bien común", "iniciativa privada como fuente de mejoramiento social" o "humanismo político", evocan el pensamiento de Christlieb Ibarrola, Preciado Hernández y Castillo Peraza.
Hace algunos años, Felipe Calderón Hinojosa, entonces joven presidente del PAN, hizo propia una frase acuñada por los panistas fundadores: "No podemos permitir que al ganar el poder perdamos al partido."
Los simpatizantes del Partido Acción Nacional constituyen una militancia dura y leal. Su lucha no fue sencilla en lo absoluto. La llegada al poder de su partido supuso el esfuerzo constante y dedicado de sus activistas. La resistencia civil constituyó una de sus principales fortalezas y sin duda un ejemplo de lo que puede lograr el comportamiento pacífico, valiente y cívico de los ciudadanos. La militancia panista merece todo mi respeto.
La cúpula que dirige hoy los destinos del PAN actúa en la orfandad de los principios que dieron origen a su organización política y desprecia los valores de buena parte de su militancia. Hoy, los dirigentes de Acción Nacional no están ausentes de resentimientos. Es frecuente escuchar del "odio" que el presidente siente por los priístas. Germán Martínez basó la campaña del PAN en 2009 en la descalificación del adversario. La dirigencia panista estigmatiza a cualquier persona que se ostente priísta. Sus métodos de persuación siguen la lógica de los fundamentalistas. Mis adversarios son mis enemigos: si sus ideas difieren de las mías, tengo que combatirlas. No hay posibilidad de que me convenzan, pero si entienden que yo tengo la razón, quedarán purificados.
La dirigencia del PAN, con tal de ganar el poder, ha postulado a candidatos del PRI —su histórico adversario— una vez purgado su pecado original; es decir, renegando de su origen. Bajo esa circunstancia, la cúpula panista pasa por alto la incongruencia ideológica de sus nuevos cuadros. Porque la ideología es lo de menos. Los conversos cambian de partido pero no de ambición. Lo fundamental para ellos es ganar el poder. Y en eso armonizan perfectamente con los principios que mueven a la actual dirigencia panista. En Durango, Oaxaca, Puebla, Veracruz y Sinaloa el mensaje a su militancia fue nítido. Ninguno de ustedes sirve para ganar el poder; reclutemos a candidatos del PRI para lograr la victoria.
Llama la atención el caso de Miguel Ángel Yunes, su candidato a la gubernatura de Veracruz. Mientras militó en el PRI fue objeto de ácidas críticas, pero un día apareció de su lado y entonces un fenómeno desinfectante actuó sobre él. Del insulto pasaron a la loa. El caso más patético es el de Elba Esther Gordillo. Las críticas sobre su persona oscilaron entre el vituperio y la acusación casi penal. Pero su alianza con el presidente Calderón le perdonó sus pecados y fue entonces cuando "la dignidad de la persona humana", exaltada por Preciado Hernández, quedó embarrada en las urnas que hicieron la diferencia en la elección contra López Obrador.
Finalmente aquella frase calderonista quedó atrapada en sus palabras, y los hechos la tradujeron en sentencia: "Ganemos el poder, aunque perdamos al partido".
La corrupción alcanzó a la dirigencia panista, y las prácticas antidemocráticas también. ¿Qué pensaría Christlieb Ibarrola de la habilidad de un ex presidente del PAN, como César Nava, para conseguir departamentos de lujo en Polanco a menos de la mitad de su precio? ¿Que diría Vicencio Tovar de las elecciones internas vigiladas por panistas autodenominados "cazamapaches", tal cual ocurrió en la contienda del DF? y ¿qué opinaría Gómez Morín de los billetazos, repartidos entre panistas, y por panistas, en su elección interna por la gubernatura de Michoacán?
La puerta de salida de Los Pinos sigue en el lugar de siempre.
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