José Blanco / La Jornada
La miopía es un defecto de refracción del ojo que consiste en la formación del punto focal delante de la retina, en lugar de en la retina misma, que sería lo normal. Este defecto causa que del miope se diga que tiene "la vista corta"; la visión de los objetos queda fuera de foco, y entre más apartados estén, más distorsionada es la visión, hasta el punto en que el objeto, a corta distancia, se vuelve borroso e indistinguible (hay grados, desde luego).
Por eso viene muy bien al caso la sinonimia de llamar miope al que no ve más allá de su nariz, en referencia a una visión corta de la mente.
Una visión de cada vez más corto plazo ha acompañado a la aceleración de la historia durante el último siglo de vida del capitalismo mundial. Trágicamente, la desaforada carrera de los grandes tomadores de decisiones, durante los últimos 50 años, engendró en ellos una visión cada vez más corta (de más corto plazo), que terminaría estrellando a la sociedad, violentamente, contra el mundo que habita, sin comprender lo que ocurría, provocando una vasta crisis mundial de largo plazo.
No es tan misterioso que tal contradicción haya ocurrido. La no tan corta historia que desembocó en la total desregulación de las operaciones financieras mundiales lo explica en gran medida. Detrás de esas operaciones se ocultan los intereses de unos atracadores, esos facinerosos llamados banqueros, cuya visión es una demente inmediatez por poseer ya, hoy mismo, ganancias tan obscenas por su magnitud, como corruptas por sus formas de extraerlas del resto de la sociedad. Esos intereses criminales acabaron imponiendo su dominación, y con ello su visión, no sólo sobre el resto de los capitalistas, sino también sobre la inmensa mayor parte de los gobernantes de las mayores potencias del mundo y también sobre una gran parte de los de las naciones subordinadas, como los gobernantes mexicanos a partir de De la Madrid hasta Calderón, y sus respectivos equipos.
Una parte de esa visión se hizo explícita en el llamado "Consenso de Washington" (1989). John Williamson, quien compiló las tesis que contiene el documento así llamado, del que se hicieron tres versiones corregidas y aumentadas, entendía por "Washington" el complejo político-económico-intelectual que tiene su sede en la capital del país vecino: los organismos financieros internacionales –Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial (BM)–, el Congreso estadunidense, la Reserva Federal (organismo privado de los banqueros gringos, coordinado por el gobierno estadunidense), muchos de los altos cargos de la administración pública de Estados Unidos, y los institutos de "expertos" (think tanks) económicos también instalados en la capital del imperio. Un crac económicamente imbatible a escala mundial y lo peor: imbatible conceptualmente.
Esta caterva de miopes no sólo tenía el catecismo referido, también contaba con un "manual" no tan clandestino de "innovaciones financieras", que crecía con rapidez, bautizadas con nombres estilosos para ocultar timos, corrupción y estafa san phrases. Eso fueron las hipotecas subprime, su "titularización", y los varios esquemas Ponzi, entre muchos otros. Y, desde luego, alineados a la índole del alacrán, en la etapa que condujo a la crisis internacional que vivimos, los grandes banqueros estafaron a todos quienes pudieron, incluidos los banqueros más incautos.
Con esta pinza, el "consenso" y el "manual", derribaron y casi terminan por asfixiar al Estado de bienestar –que ahí donde ha existido ha sido parte integrante del estado de derecho–, han ido anulando los mecanismos de la democracia (Grecia, Italia, los últimos casos) y han llevado a límites extremos pobreza y desigualdad social en los países y a escala mundial.
Hay diversos métodos para medir la pobreza y la desigualdad. Actualmente, el BM define la pobreza como las personas que viven con menos de 1.25 dólares por día y, con ese metro estimó que había 1 mil 300 millones de personas pobres en 2004, y en 2010 halló 400 millones más. El BM hizo su estimación para 104 países con 5 mil 200 millones de personas, 78 por ciento de la población mundial. Es decir, que según este cálculo, llegó a 1 mil 700 millones el número de personas pobres, un tercio del total de la población medida. En tanto, el PIB mundial pasó de 42.2 billones de dólares (en castellano) en 2004, a 63.0 billones en 2010. Cifras plasmadas en el Estudio índice de la pobreza multidimensional, elaborado por la Universidad de Oxford y el BM.
Si esas cifras estremecen, piense el lector que el BM está usando el más engañoso de los indicadores; lo que se hace evidente cuando nos informa que en América Latina los pobres son: en Uruguay, 1.7 por ciento; en Ecuador, 2.2; en Argentina, 3.0; y en México 4.0 por ciento. Siendo tan pocos, bien pueden ser olvidados.
La crisis no cesa, la amenaza de una depresión profunda continúa a la vuelta de la esquina. Por esa razón los miopes banqueros y sus súbditos (capitalistas y gobernantes) deben ser removidos del trono desde el que han empobrecido al mundo, han devastado los recursos naturales, han parido criminales sin cuento y han enriquecido a un puñado de extravagantes vampiros millonarios.
La miopía es un defecto de refracción del ojo que consiste en la formación del punto focal delante de la retina, en lugar de en la retina misma, que sería lo normal. Este defecto causa que del miope se diga que tiene "la vista corta"; la visión de los objetos queda fuera de foco, y entre más apartados estén, más distorsionada es la visión, hasta el punto en que el objeto, a corta distancia, se vuelve borroso e indistinguible (hay grados, desde luego).
Por eso viene muy bien al caso la sinonimia de llamar miope al que no ve más allá de su nariz, en referencia a una visión corta de la mente.
Una visión de cada vez más corto plazo ha acompañado a la aceleración de la historia durante el último siglo de vida del capitalismo mundial. Trágicamente, la desaforada carrera de los grandes tomadores de decisiones, durante los últimos 50 años, engendró en ellos una visión cada vez más corta (de más corto plazo), que terminaría estrellando a la sociedad, violentamente, contra el mundo que habita, sin comprender lo que ocurría, provocando una vasta crisis mundial de largo plazo.
No es tan misterioso que tal contradicción haya ocurrido. La no tan corta historia que desembocó en la total desregulación de las operaciones financieras mundiales lo explica en gran medida. Detrás de esas operaciones se ocultan los intereses de unos atracadores, esos facinerosos llamados banqueros, cuya visión es una demente inmediatez por poseer ya, hoy mismo, ganancias tan obscenas por su magnitud, como corruptas por sus formas de extraerlas del resto de la sociedad. Esos intereses criminales acabaron imponiendo su dominación, y con ello su visión, no sólo sobre el resto de los capitalistas, sino también sobre la inmensa mayor parte de los gobernantes de las mayores potencias del mundo y también sobre una gran parte de los de las naciones subordinadas, como los gobernantes mexicanos a partir de De la Madrid hasta Calderón, y sus respectivos equipos.
Una parte de esa visión se hizo explícita en el llamado "Consenso de Washington" (1989). John Williamson, quien compiló las tesis que contiene el documento así llamado, del que se hicieron tres versiones corregidas y aumentadas, entendía por "Washington" el complejo político-económico-intelectual que tiene su sede en la capital del país vecino: los organismos financieros internacionales –Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial (BM)–, el Congreso estadunidense, la Reserva Federal (organismo privado de los banqueros gringos, coordinado por el gobierno estadunidense), muchos de los altos cargos de la administración pública de Estados Unidos, y los institutos de "expertos" (think tanks) económicos también instalados en la capital del imperio. Un crac económicamente imbatible a escala mundial y lo peor: imbatible conceptualmente.
Esta caterva de miopes no sólo tenía el catecismo referido, también contaba con un "manual" no tan clandestino de "innovaciones financieras", que crecía con rapidez, bautizadas con nombres estilosos para ocultar timos, corrupción y estafa san phrases. Eso fueron las hipotecas subprime, su "titularización", y los varios esquemas Ponzi, entre muchos otros. Y, desde luego, alineados a la índole del alacrán, en la etapa que condujo a la crisis internacional que vivimos, los grandes banqueros estafaron a todos quienes pudieron, incluidos los banqueros más incautos.
Con esta pinza, el "consenso" y el "manual", derribaron y casi terminan por asfixiar al Estado de bienestar –que ahí donde ha existido ha sido parte integrante del estado de derecho–, han ido anulando los mecanismos de la democracia (Grecia, Italia, los últimos casos) y han llevado a límites extremos pobreza y desigualdad social en los países y a escala mundial.
Hay diversos métodos para medir la pobreza y la desigualdad. Actualmente, el BM define la pobreza como las personas que viven con menos de 1.25 dólares por día y, con ese metro estimó que había 1 mil 300 millones de personas pobres en 2004, y en 2010 halló 400 millones más. El BM hizo su estimación para 104 países con 5 mil 200 millones de personas, 78 por ciento de la población mundial. Es decir, que según este cálculo, llegó a 1 mil 700 millones el número de personas pobres, un tercio del total de la población medida. En tanto, el PIB mundial pasó de 42.2 billones de dólares (en castellano) en 2004, a 63.0 billones en 2010. Cifras plasmadas en el Estudio índice de la pobreza multidimensional, elaborado por la Universidad de Oxford y el BM.
Si esas cifras estremecen, piense el lector que el BM está usando el más engañoso de los indicadores; lo que se hace evidente cuando nos informa que en América Latina los pobres son: en Uruguay, 1.7 por ciento; en Ecuador, 2.2; en Argentina, 3.0; y en México 4.0 por ciento. Siendo tan pocos, bien pueden ser olvidados.
La crisis no cesa, la amenaza de una depresión profunda continúa a la vuelta de la esquina. Por esa razón los miopes banqueros y sus súbditos (capitalistas y gobernantes) deben ser removidos del trono desde el que han empobrecido al mundo, han devastado los recursos naturales, han parido criminales sin cuento y han enriquecido a un puñado de extravagantes vampiros millonarios.
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