La rendición de cuentas y el control de los gobernantes debería hacerse hoy en el marco de la Unión Europea
Josep M. Colomer / El País
Italia puede ser el futuro. En este momento el funcionamiento de la democracia en Italia se basa en un amplísimo consenso sobre las políticas públicas y un Gobierno sin partidos. Este podría ser el modelo para la Unión Europea y sus Estados-miembros antes de lo esperado. Hace algo más de cien días, Mario Monti se convirtió en presidente del Consejo de Gobierno de Italia tras ganar la confianza del 90% de los miembros del Parlamento. Sin embargo, su Gobierno no incluye ningún miembro de partido político alguno. No ejecuta promesas electorales de partido, sino las políticas presupuestarias, fiscales, de pensiones y otras aprobadas en la cumbre de la Unión Europea. Este proceso y otros comparables en Portugal, Grecia, España y otros países está haciendo que las elecciones políticas a nivel estatal en Europa sean casi irrelevantes para la aprobación de políticas públicas.
De hecho los Gobiernos están perdiendo las elecciones como nunca antes. Ha habido 30 elecciones parlamentarias en 26 Estados miembros de la UE (incluyendo Croacia) desde que la actual crisis económica explotó más visiblemente en septiembre de 2008. Tras 19 de estas elecciones, el partido del primer ministro en el cargo ha sido sustituido por un miembro de otro partido. Esta proporción de dos tercios de derrotas de los Gobiernos contrasta enormemente con su tradicional ventaja, la cual facilitó que los partidos en el poder ganaran en unos dos tercios de las elecciones durante los anteriores seis decenios.
Entre los casos recientes más espectaculares se encuentran Hungría, donde el partido del Gobierno perdió más de la mitad de su anterior apoyo electoral; Irlanda, donde el partido gobernante más habitual desde la independencia del país se convirtió en el tercero en votos, y España, donde, como es bien sabido, el partido en el gobierno saliente obtuvo sus peores resultados y el mayor partido de la oposición, sus mejores resultados desde que hay democracia. Las próximas elecciones en Grecia pueden incluso batir estos récords, según ciertas encuestas electorales. Pero también puede ocurrir que si la situación económica no mejora claramente en los próximos años —como se predice, en general— algunos de los ganadores se conviertan en perdedores en las siguientes elecciones. Esto ha ocurrido ya en los dos casos de elecciones anticipadas que han tenido lugar en los últimos meses, en Eslovenia y Croacia, donde los recientes ganadores han sido aplastados. Los sistemas de partidos que han sostenido el funcionamiento de regímenes democráticos en muchos países de Europa durante decenios retiemblan.
¿Puede sobrevivir un país sin un gobierno estatal de partido? El éxito actual de Italia parece indicar que sí
¿Puede sobrevivir un país sin un Gobierno estatal de partido? La popularidad del Gobierno italiano parece indicar que de hecho puede funcionar mejor que muchos de sus predecesores. Una variante de este tipo de experiencia está teniendo lugar en Bélgica, país que ha estado bajo gobiernos federales en funciones o interinos durante la mitad del tiempo total de los últimos cinco años, incluido un récord mundial de 18 meses de ausencia tras las elecciones de 2010. Esto no ha sido una consecuencia directa de la crisis económica, sino más bien de la escisión territorial del país. Pero, como advierten los politólogos belgas Kris Deschouwer y Marc Hooghe en una colección de artículos de próxima publicación, el caso belga nos informa más en general acerca de "las condiciones de la gobernanza dada la tendencia actual hacia una gobernanza en múltiples niveles en la Unión Europea".
En realidad la ausencia de gobiernos estatales de partido está teniendo un impacto muy limitado en la gobernanza. Los gobiernos técnicos o en funciones, como en Italia, Grecia o Bélgica, se limitan a ejecutar acuerdos previos de la UE, especialmente con respecto a las políticas fiscal y presupuestaria. La existencia de múltiples niveles de gobierno, incluidas las instituciones locales, regionales, estatales y de la Unión, son una salvaguardia contra la inefectividad gubernamental. La gobernanza apartidista también es viable gracias al papel de instituciones y organismos no-electos y no-partidarios, como la administración civil y la justicia, que se basan en procedimientos estandarizados.
Actualmente, que un Estado-miembro de la Unión Europea tenga partidos de derechas o de izquierdas en el poder, en la práctica no comporta una gran diferencia. Es la UE, o al menos el pequeño grupo dirigente formado en los últimos tiempos en torno a la presidencia del Consejo Europeo, el que ha tomado el control de las tareas más fundamentales y tradicionales de los gobiernos estatales. La oportunidad creada por la actual crisis financiera y económica está completando la pérdida de soberanía de los Estados. Si no hay soberanía, no hay Estado. Y si no hay Estado, no hay democracia estatal, por supuesto. Un desajuste crucial es, ciertamente, que mientras que la adopción por consenso de políticas públicas vinculantes se sitúa cada vez más al nivel de la UE, los decisores a nivel europeo surgen todavía de elecciones a nivel estatal. Para que la democracia sobreviva y se recupere en Europa, la rendición de cuentas y el control de los gobernantes deberían moverse desde el nivel estatal al nivel de la Unión, donde ya se toman tantas decisiones relevantes.
Josep M. Colomer es profesor de investigación del CSIC en Barcelona, autor de Ciencia de la política (Ariel, 2009).
Josep M. Colomer / El País
Italia puede ser el futuro. En este momento el funcionamiento de la democracia en Italia se basa en un amplísimo consenso sobre las políticas públicas y un Gobierno sin partidos. Este podría ser el modelo para la Unión Europea y sus Estados-miembros antes de lo esperado. Hace algo más de cien días, Mario Monti se convirtió en presidente del Consejo de Gobierno de Italia tras ganar la confianza del 90% de los miembros del Parlamento. Sin embargo, su Gobierno no incluye ningún miembro de partido político alguno. No ejecuta promesas electorales de partido, sino las políticas presupuestarias, fiscales, de pensiones y otras aprobadas en la cumbre de la Unión Europea. Este proceso y otros comparables en Portugal, Grecia, España y otros países está haciendo que las elecciones políticas a nivel estatal en Europa sean casi irrelevantes para la aprobación de políticas públicas.
De hecho los Gobiernos están perdiendo las elecciones como nunca antes. Ha habido 30 elecciones parlamentarias en 26 Estados miembros de la UE (incluyendo Croacia) desde que la actual crisis económica explotó más visiblemente en septiembre de 2008. Tras 19 de estas elecciones, el partido del primer ministro en el cargo ha sido sustituido por un miembro de otro partido. Esta proporción de dos tercios de derrotas de los Gobiernos contrasta enormemente con su tradicional ventaja, la cual facilitó que los partidos en el poder ganaran en unos dos tercios de las elecciones durante los anteriores seis decenios.
Entre los casos recientes más espectaculares se encuentran Hungría, donde el partido del Gobierno perdió más de la mitad de su anterior apoyo electoral; Irlanda, donde el partido gobernante más habitual desde la independencia del país se convirtió en el tercero en votos, y España, donde, como es bien sabido, el partido en el gobierno saliente obtuvo sus peores resultados y el mayor partido de la oposición, sus mejores resultados desde que hay democracia. Las próximas elecciones en Grecia pueden incluso batir estos récords, según ciertas encuestas electorales. Pero también puede ocurrir que si la situación económica no mejora claramente en los próximos años —como se predice, en general— algunos de los ganadores se conviertan en perdedores en las siguientes elecciones. Esto ha ocurrido ya en los dos casos de elecciones anticipadas que han tenido lugar en los últimos meses, en Eslovenia y Croacia, donde los recientes ganadores han sido aplastados. Los sistemas de partidos que han sostenido el funcionamiento de regímenes democráticos en muchos países de Europa durante decenios retiemblan.
¿Puede sobrevivir un país sin un gobierno estatal de partido? El éxito actual de Italia parece indicar que sí
¿Puede sobrevivir un país sin un Gobierno estatal de partido? La popularidad del Gobierno italiano parece indicar que de hecho puede funcionar mejor que muchos de sus predecesores. Una variante de este tipo de experiencia está teniendo lugar en Bélgica, país que ha estado bajo gobiernos federales en funciones o interinos durante la mitad del tiempo total de los últimos cinco años, incluido un récord mundial de 18 meses de ausencia tras las elecciones de 2010. Esto no ha sido una consecuencia directa de la crisis económica, sino más bien de la escisión territorial del país. Pero, como advierten los politólogos belgas Kris Deschouwer y Marc Hooghe en una colección de artículos de próxima publicación, el caso belga nos informa más en general acerca de "las condiciones de la gobernanza dada la tendencia actual hacia una gobernanza en múltiples niveles en la Unión Europea".
En realidad la ausencia de gobiernos estatales de partido está teniendo un impacto muy limitado en la gobernanza. Los gobiernos técnicos o en funciones, como en Italia, Grecia o Bélgica, se limitan a ejecutar acuerdos previos de la UE, especialmente con respecto a las políticas fiscal y presupuestaria. La existencia de múltiples niveles de gobierno, incluidas las instituciones locales, regionales, estatales y de la Unión, son una salvaguardia contra la inefectividad gubernamental. La gobernanza apartidista también es viable gracias al papel de instituciones y organismos no-electos y no-partidarios, como la administración civil y la justicia, que se basan en procedimientos estandarizados.
Actualmente, que un Estado-miembro de la Unión Europea tenga partidos de derechas o de izquierdas en el poder, en la práctica no comporta una gran diferencia. Es la UE, o al menos el pequeño grupo dirigente formado en los últimos tiempos en torno a la presidencia del Consejo Europeo, el que ha tomado el control de las tareas más fundamentales y tradicionales de los gobiernos estatales. La oportunidad creada por la actual crisis financiera y económica está completando la pérdida de soberanía de los Estados. Si no hay soberanía, no hay Estado. Y si no hay Estado, no hay democracia estatal, por supuesto. Un desajuste crucial es, ciertamente, que mientras que la adopción por consenso de políticas públicas vinculantes se sitúa cada vez más al nivel de la UE, los decisores a nivel europeo surgen todavía de elecciones a nivel estatal. Para que la democracia sobreviva y se recupere en Europa, la rendición de cuentas y el control de los gobernantes deberían moverse desde el nivel estatal al nivel de la Unión, donde ya se toman tantas decisiones relevantes.
Josep M. Colomer es profesor de investigación del CSIC en Barcelona, autor de Ciencia de la política (Ariel, 2009).
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