Con su actual arquitectura, la Unión no puede resolver sus graves y urgentes problemas
Hay que reducir el déficit y lanzar un plan de reactivación económica para crear empleo
Nuestro país no saldrá del hoyo por muchas reformas agresivas que imponga el Gobierno
Nicolás Sartorius / El País
Uno. No hay día sin su correspondiente sobresalto. Así llevamos algunos años desde que estalló la crisis. Ya casi no nos acordamos del rescate de Irlanda, y la de billones que pusimos para reflotar los bancos y, luego, el de Portugal y, más tarde, vino Grecia y, más adelante, la pesadilla del “diferencial” de España, y siempre Grecia y, después, el de Italia por las nubes y otra vez la pobre Grecia, para terminar en una recesión casi general, con algunos crecimientos ridículos aquí y allá, 65 millones de parados, el nivel de vida menguando y nuestro modelo social aguijoneado por diferentes flancos, sufriendo sucesivas dentelladas. Con ufano talante se sostiene que en Alemania, el modelo, no hay casi parados pero se reconoce que siete millones de personas, la mayoría jóvenes, ganan algo más de 400 euros al mes. Por este camino vamos al desprestigio de la idea de Europa, de los partidos, de los sindicatos, a la debilidad de la democracia y al crecimiento de las fuerzas de la extrema derecha, como ya está sucediendo en no pocos países. Es como si no atináramos con la herida que nos está desangrando y que está originando una indignación generalizable si no fuera porque quien podría accionarla, organizadamente, está aún más débil, o despistada, que el sufrido ciudadano. Tengo la impresión de que hay quien piensa, en las alturas de ciertos poderes, que no hay adversario y que, en consecuencia, es llegado el momento de ir a por todas. Lo tremendo es que quizá tengan algo de razón, pues los que deberían poner pié en pared y corregir esta situación demuestran no tener, de momento, suficiente pegada a nivel europeo y la gente, desconcertada, esta sumida en el desamparo o, en su caso, en la protesta dispersa.
Dos. En un reciente Informe sobre el Estado de la Unión Europea: el año de la gran prueba, de la fundación Alternativas, se explica por qué hemos llegado a esta situación y cuales serían algunas de las medidas a tomar para superar este agónico trance. El fondo de la cuestión es que con la actual arquitectura de la Unión ésta no es capaz de hacer frente a los problemas y si no la reformamos con urgencia la salida de la crisis será —como está siendo— harto dolorosa, con riesgo de desacreditar el propio proyecto europeo. No se puede tener una moneda única sin un gobierno de la economía. No se puede funcionar con un Banco Central Europeo que carece de los atributos de la FED americana o del banco de Inglaterra. No se pueden mantener 27 sistemas fiscales, cada uno de su padre y de su madre, haciéndose la competencia. Y un gobierno de la economía supone un gobierno de la política porque la política es, entre otras cosas, la economía concentrada. La complejidad aumenta cuando no todos los países de la Unión tienen el euro como moneda. Ergo el gobierno de la economía y, por ende, de la política, tendría que circunscribirse a los países del euro por cuanto los que están fuera podrían no tener interés en someterse a las reglas comunes. La cuestión es que las instituciones de la Unión —Parlamento, Consejo, Comisión— están diseñadas para los 27 estados y no solo para el Eurogrupo. ¿Cómo entonces establecer una arquitectura democrática que controle ese gobierno de la economía y de la política? Probablemente, estableciendo un mecanismo de intervención de los parlamentos nacionales junto al parlamento europeo. En todo caso, es urgente dar respuesta a estas cuestiones pues no podemos seguir parcheando y apretando las clavijas de la ciudadanía hasta que esta salte, harta de aguantar tanta incompetencia y abuso.
Tres. Lo cierto es que la actual política económica de la zona euro está conduciendo a un callejón sin salida. No hay que saber mucha economía para comprender que si cortamos, drásticamente, los gastos reducimos el déficit y la deuda o, por el contrario, si nos lanzamos a gastar más de lo que ingresamos aumentaremos ambas. Lo exigible a gobernantes idóneos es que reduzcan el déficit y la deuda al mismo tiempo que invierten lo suficiente para reactivar la economía y crear empleo. Nuestro drama es que tenemos gobernantes que no son capaces de "caminar y masticar chicle al mismo tiempo". Se podría reducir el déficit a un ritmo no talibán, al mismo tiempo que se lanza un plan europeo de reactivación económica por el crecimiento y el empleo. Porque sin crecimiento, a partir de un cierto umbral, ni hay empleo, ni hay pago de la deuda y, por el contrario, más déficit y más desempleo. Es alucinante escuchar ahora a los gobernantes europeos, después de años de crisis y de millones de parados, que quizá haya que pensar en hacer algo para reactivar la economía pues solo con recortes no se va más que al infierno. Los medios para poner en práctica un plan de este tipo existen. Hay copiosos fondos no utilizados, hay billones de euros cuando se ha tratado de salvar bancos; se pueden subir los impuestos a los más pudientes; se debe establecer ya el impuesto sobre las transacciones financieras que, según el comisario Barnier, proporcionaría 57 mil millones de euros; se pueden poner en circulación los eurobonos, etcétera. Lo que no hay es voluntad política para hacerlo, ni fuerzas políticas y sociales, todavía, que empujen para forzar esa voluntad política.
Cuatro. Los países más perjudicados con la actual política son los más débiles, entre ellos España, al margen de las ideas que cada uno tenga. Nuestro país no saldrá del hoyo por sí solo, tirándose del pelo, por muchas reformas agresivas y antisociales que imponga el Gobierno. Sólo conseguirá deprimir aún más al país y generar, quizá, más rechazo ciudadano, es decir la mejor fórmula para aumentar la productividad. Necesitamos cambiar el modelo productivo porque una parte del actual no sirve para nada: minifundio empresarial; exceso de sectores bajos en productividad; insuficiente I+D+i; deficiente formación profesional; fracaso escolar, disfunciones administrativas; sistema financiero que no cumple, totalmente, con su función, por no hablar de más de cinco millones de parados en tendencia hacia los seis millones, con el 45% de los jóvenes sin empleo y un 25 % de la población en el umbral de la pobreza. Que más tiene que suceder para que nos demos cuenta de que estamos ante una situación de emergencia nacional, con riesgo de decadencia del país para mucho tiempo. Sería necesario un gran pacto económico-social (tipo pactos de la Moncloa, con otro contenido), como propusimos algunos hace años sin ningún éxito y así seguimos, aquí y en Europa, empecinados en el error. Espero que no acabemos con un poeta versificando aquello de… "Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España [y Europa, digo yo] toda / la malherida España, de carnaval vestida / nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda / para que no acertara la mano con la herida".
Nicolás Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas
Hay que reducir el déficit y lanzar un plan de reactivación económica para crear empleo
Nuestro país no saldrá del hoyo por muchas reformas agresivas que imponga el Gobierno
Nicolás Sartorius / El País
Uno. No hay día sin su correspondiente sobresalto. Así llevamos algunos años desde que estalló la crisis. Ya casi no nos acordamos del rescate de Irlanda, y la de billones que pusimos para reflotar los bancos y, luego, el de Portugal y, más tarde, vino Grecia y, más adelante, la pesadilla del “diferencial” de España, y siempre Grecia y, después, el de Italia por las nubes y otra vez la pobre Grecia, para terminar en una recesión casi general, con algunos crecimientos ridículos aquí y allá, 65 millones de parados, el nivel de vida menguando y nuestro modelo social aguijoneado por diferentes flancos, sufriendo sucesivas dentelladas. Con ufano talante se sostiene que en Alemania, el modelo, no hay casi parados pero se reconoce que siete millones de personas, la mayoría jóvenes, ganan algo más de 400 euros al mes. Por este camino vamos al desprestigio de la idea de Europa, de los partidos, de los sindicatos, a la debilidad de la democracia y al crecimiento de las fuerzas de la extrema derecha, como ya está sucediendo en no pocos países. Es como si no atináramos con la herida que nos está desangrando y que está originando una indignación generalizable si no fuera porque quien podría accionarla, organizadamente, está aún más débil, o despistada, que el sufrido ciudadano. Tengo la impresión de que hay quien piensa, en las alturas de ciertos poderes, que no hay adversario y que, en consecuencia, es llegado el momento de ir a por todas. Lo tremendo es que quizá tengan algo de razón, pues los que deberían poner pié en pared y corregir esta situación demuestran no tener, de momento, suficiente pegada a nivel europeo y la gente, desconcertada, esta sumida en el desamparo o, en su caso, en la protesta dispersa.
Dos. En un reciente Informe sobre el Estado de la Unión Europea: el año de la gran prueba, de la fundación Alternativas, se explica por qué hemos llegado a esta situación y cuales serían algunas de las medidas a tomar para superar este agónico trance. El fondo de la cuestión es que con la actual arquitectura de la Unión ésta no es capaz de hacer frente a los problemas y si no la reformamos con urgencia la salida de la crisis será —como está siendo— harto dolorosa, con riesgo de desacreditar el propio proyecto europeo. No se puede tener una moneda única sin un gobierno de la economía. No se puede funcionar con un Banco Central Europeo que carece de los atributos de la FED americana o del banco de Inglaterra. No se pueden mantener 27 sistemas fiscales, cada uno de su padre y de su madre, haciéndose la competencia. Y un gobierno de la economía supone un gobierno de la política porque la política es, entre otras cosas, la economía concentrada. La complejidad aumenta cuando no todos los países de la Unión tienen el euro como moneda. Ergo el gobierno de la economía y, por ende, de la política, tendría que circunscribirse a los países del euro por cuanto los que están fuera podrían no tener interés en someterse a las reglas comunes. La cuestión es que las instituciones de la Unión —Parlamento, Consejo, Comisión— están diseñadas para los 27 estados y no solo para el Eurogrupo. ¿Cómo entonces establecer una arquitectura democrática que controle ese gobierno de la economía y de la política? Probablemente, estableciendo un mecanismo de intervención de los parlamentos nacionales junto al parlamento europeo. En todo caso, es urgente dar respuesta a estas cuestiones pues no podemos seguir parcheando y apretando las clavijas de la ciudadanía hasta que esta salte, harta de aguantar tanta incompetencia y abuso.
Tres. Lo cierto es que la actual política económica de la zona euro está conduciendo a un callejón sin salida. No hay que saber mucha economía para comprender que si cortamos, drásticamente, los gastos reducimos el déficit y la deuda o, por el contrario, si nos lanzamos a gastar más de lo que ingresamos aumentaremos ambas. Lo exigible a gobernantes idóneos es que reduzcan el déficit y la deuda al mismo tiempo que invierten lo suficiente para reactivar la economía y crear empleo. Nuestro drama es que tenemos gobernantes que no son capaces de "caminar y masticar chicle al mismo tiempo". Se podría reducir el déficit a un ritmo no talibán, al mismo tiempo que se lanza un plan europeo de reactivación económica por el crecimiento y el empleo. Porque sin crecimiento, a partir de un cierto umbral, ni hay empleo, ni hay pago de la deuda y, por el contrario, más déficit y más desempleo. Es alucinante escuchar ahora a los gobernantes europeos, después de años de crisis y de millones de parados, que quizá haya que pensar en hacer algo para reactivar la economía pues solo con recortes no se va más que al infierno. Los medios para poner en práctica un plan de este tipo existen. Hay copiosos fondos no utilizados, hay billones de euros cuando se ha tratado de salvar bancos; se pueden subir los impuestos a los más pudientes; se debe establecer ya el impuesto sobre las transacciones financieras que, según el comisario Barnier, proporcionaría 57 mil millones de euros; se pueden poner en circulación los eurobonos, etcétera. Lo que no hay es voluntad política para hacerlo, ni fuerzas políticas y sociales, todavía, que empujen para forzar esa voluntad política.
Cuatro. Los países más perjudicados con la actual política son los más débiles, entre ellos España, al margen de las ideas que cada uno tenga. Nuestro país no saldrá del hoyo por sí solo, tirándose del pelo, por muchas reformas agresivas y antisociales que imponga el Gobierno. Sólo conseguirá deprimir aún más al país y generar, quizá, más rechazo ciudadano, es decir la mejor fórmula para aumentar la productividad. Necesitamos cambiar el modelo productivo porque una parte del actual no sirve para nada: minifundio empresarial; exceso de sectores bajos en productividad; insuficiente I+D+i; deficiente formación profesional; fracaso escolar, disfunciones administrativas; sistema financiero que no cumple, totalmente, con su función, por no hablar de más de cinco millones de parados en tendencia hacia los seis millones, con el 45% de los jóvenes sin empleo y un 25 % de la población en el umbral de la pobreza. Que más tiene que suceder para que nos demos cuenta de que estamos ante una situación de emergencia nacional, con riesgo de decadencia del país para mucho tiempo. Sería necesario un gran pacto económico-social (tipo pactos de la Moncloa, con otro contenido), como propusimos algunos hace años sin ningún éxito y así seguimos, aquí y en Europa, empecinados en el error. Espero que no acabemos con un poeta versificando aquello de… "Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España [y Europa, digo yo] toda / la malherida España, de carnaval vestida / nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda / para que no acertara la mano con la herida".
Nicolás Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas
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