Por periodistasdigitales
Por: Isaac Martínez Pérez.
Las recientes acusaciones contra Esteban Ramírez Zepeta, Delegado Estatal de Morena en Veracruz, no son simplemente un escándalo político más; son un síntoma grave de la descomposición que corroe por dentro al partido en el poder. Robó, traicionó y mintió, según las denuncias de comités municipales, y las cifras son escalofriantes: un millón de pesos por una candidatura a la presidencia municipal, 300 mil por una sindicatura y 200 mil por una regiduría. No estamos hablando de pequeñas irregularidades, sino de una venta descarada del poder, una burla a la democracia y a los ideales que, supuestamente, representa Morena.
La imagen de un partido que lucha contra la corrupción se desmorona ante la evidencia de un sistema de cuotas y favores donde el mérito y la capacidad quedan relegados a un segundo plano. La colocación de familiares de «personajes de peso» en candidaturas, sin importar su idoneidad o posibilidades de éxito, es la confirmación de un modelo basado en el nepotismo y el clientelismo, prácticas que tanto criticaron en el pasado. ¿Qué mensaje se envía a la militancia y a la ciudadanía cuando se premia la lealtad personal por encima del compromiso con el proyecto político?
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