martes, 1 de marzo de 2011

LA BANCA DE LOS POBRES

El venezolano Salomón Raydán trae a España su experimento bancario. Inspirado en el modelo de los microcréditos que le valió el Nobel a Yunnus en 2006, propone una fórmula en la que personas con pocos recursos se prestan entre sí el dinero
“Yunnus enseñó al mundo que los pobres son financiables. Nosotros que son autofinanciables”
E. C / EL PAÍS
Salomón Raydán tiene la fórmula para ayudar a los pobres sin gastarse un euro. Este emprendedor social, nacido en Anaco (Venezuela, 1956), está al frente de una asociación, Fundefir, que lleva 14 años promoviendo la creación de grupos de crédito y ahorro que puedan autofinanciarse. Gracias al programa Globalizer, de la organización Ashoka, ya ha exportado su idea a siete países de tres continentes diferentes.
Los grupos se llaman Bankomunales en Latinoamérica, CAF en Europa, pero en el mundo de la cooperación internacional son conocidos por ser un método que supera los problemas del microcrédito. Raydán afirma que la clave está en regular sin caer en la bancarización: "Quiero que los pobres sean su propio banco".
La idea es simple, el mayor problema de los pobres no es la falta de ingresos, sino la irregularidad de los mismos, por eso la clave está en un sistema de crédito y ahorro que se adapte a las necesidades de los menos favorecidos. ¿Cómo? Todos los miembros del grupo aportan una cantidad de dinero a un fondo, al que cualquiera podrá recurrir si lo necesita. La devolución se hará mensualmente, en unas condiciones acordadas previamente. De esta manera, el mismo dinero fluye de unas manos a otras. Cuando el agricultor empieza a devolver lo que pidió para comprar las semillas, el tendero solicita un crédito para comprar el arroz. Al final del año, ambos han aumentado su ahorro gracias al interés de sus créditos. En la unión está la fuerza: una forma de evitar los bancos, pero sin que los ahorros se queden debajo del colchón.
Raydán sabe que el dinero genera dinero, por eso pretende enseñar esa lección, así el beneficio del capital retribuye a la misma comunidad que se autofinancia. Afirma que basta educación y método para que eso sea posible. "Se convierten en dueños. En prestamistas de un dinero por el que obtienen doble beneficio: el uso que hacen de él y el interés. Eso opera un cambio de mentalidad muy fuerte", asegura repetidas veces.
La réplica a su explicación no se hace esperar: ¿nadie tiene la tentación de quedarse con los fondos reunidos? "Método", contesta lacónico. El compromiso se trabaja con la práctica (las cantidades reunidas aumentan conforme se fortalecen los vínculos creados dentro del grupo), como si los primeros préstamos fueran solo de prueba. Se crea sin proponerlo un código de honor. En realidad, los préstamos colectivos son algo tradicional en América Latina o en algunos pueblos de África, pero son sistemas que se basan en el turno y no en la oportunidad. Raydán insiste en que su método añade una educación financiera que actúa como barrera de seguridad. Lo cortés no quita lo valiente, por si acaso hay un doble seguro: el dinero no debe estar nunca en una mano. Diversificar disminuye el riesgo.
Pese a la suavidad de su acento venezolano y el tono didáctico de sus explicaciones, Salomón Raydán se muestra molesto cuando se tacha de idealista su sistema. Insiste en que no es una utopía: los créditos se devuelven en el 99% de los casos. "Empezamos en Venezuela, y funcionó. Seguimos por otros países de Latinoamérica, y funcionó. Ahora estamos también en Europa, y en África, operamos en siete países y seguimos funcionando", dice con contundencia.
Raydán tiene un máster en la London School of Economics, pero no olvida las lecciones que aprendió en la universidad, cuando estudiaba Filosofía: "El dinero hoy en día está aguado en valores (sociales, integradores, de confianza), tenemos que emplearlo para generar capital social". Mantener la calidad humana del dinero es una de las máximas de los Bankomunales, pero puntualiza que tienen una aplicación muy concreta: "Solo abogo por la racionalización del sistema financiero, que lo local llene los huecos que no alcanza lo global".
El método de las Bankomunales se está adaptando en España, aunque con matices: los grupos son mayoritariamente de inmigrantes, y los préstamos se emplean fundamentalmente como seguro para los gastos extra.
Desde hace cuatro años, Lucía, venezolana residente en Madrid, va el segundo sábado de cada mes -cuando todos han cobrado, pero aún no han tenido tiempo de gastarlo- a uno de estos grupos mancomunados de ahorro y crédito que en España se conocen como CAF (por estar gestionados por la ONG Acaf). En esas reuniones se ajusta el interés y se paga la parte que corresponde del préstamo, pero la reunión va más allá de las finanzas: "Cada uno lleva algo para comer durante la reunión. Un postre típico del país, lo que sea. Empezamos en el desayuno y acabamos... Bueno, cuando sea". Lucía es ingeniera informática, aunque se quedó en paro en septiembre, justo entonces, su hermano tuvo que ser operado y le cayó una lluvia de gastos extra: pidió 2.000 euros a su grupo, La Gaitana, a un interés que previamente habían acordado al 1,5%.
"Muhammad Yunnus enseñó al mundo que los pobres son financiables. Nosotros hemos demostrado que son autofinanciables". A Salomón Raydán le gusta describir así su propuesta, como una superación del modelo del microcrédito. Esta idea de préstamos de hasta 50 dólares para emprender o ampliar el negocio -que le valió a su fundador, Muhammad Yunnus, el Premio Nobel de la Paz en 2006- fue recibida en sus comienzos como una herramienta clave para luchar contra la pobreza.
Raydán hace tiempo que se muestra crítico con este sistema de préstamos: "Las elevadas tasas de los bancos que otorgan los microcréditos ahogan a quienes deberían rescatar". Ahora Bangladesh, India, Nicaragua y otros países en vías de desarrollo también destacan el efecto perjudicial que ha tenido un modelo que fue recibido como la panacea. La primera ministra bengalí, Sheik Hasina Wazed, que era una defensora de los micropréstamos, afirma que las entidades que los conceden están "chupándoles la sangre a los pobres en nombre de la mitigación de la pobreza".
Pese a todo, el venezolano admira al fundador de las microfinanzas: "Yunnus ha hecho un gran trabajo, pero se ha distorsionado. El microcrédito no es un fracaso, sino su bancarización". Raydán cree que el problema no fue la idea, sino lo que se hizo con ella: "Es un riesgo que se corre cuando lanzas tu proyecto al mundo y dejas de ser el tutor". La malinterpretación del método de los Bankomunales es un riesgo que el venezolano teme, pero está dispuesto a arriesgar para que su método se extienda. Resulta casi amargo oírle estas reflexiones mientras mira a la cámara en la misma escalera del Círculo de Bellas Artes de Madrid donde hace años Yunnus posaba para el mismo fotógrafo.

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