lunes, 28 de marzo de 2011

LA FRUSTRACIÓN DE CALDERÓN

Dolia Estévez / El Semanario
En su encuentro con The Washington Post el 3 de marzo, famoso por la hostilidad que ventiló contra el hoy ex embajador Carlos Pascual, Felipe Calderón dejó testimonio de su ignorancia en temas clave, inseguridad de gobernante y ansias de reconocimiento mediático. A lo largo de 59 minutos y 33 segundos de la grabación, en poder de quien esto escribe, surge el perfil de un hombre indignado, defensivo y frustrado –como dice Barack Obama– contra todo aquel que no entiende o quiere reconocer que, pese a la percepción contraria, está ganando la guerra a las drogas. Calderón acudió a la cita, que no fue registrada en su agenda pública, acompañado de Sarukhán, Espinosa, Ferrari, Poiré, Ruiz Mateos, Ventura, Valdez, Sota y Moody. Diez, más la traductora. Por el Washington Post, sólo un puñado de reporteros y editores de secciones. Brauchli, el editor ejecutivo, no asistió, como era de esperarse dada la envergadura del visitante.
Empezó agradeciendo al diario su “grandiosa cobertura” sobre México. Habló de los éxitos de su guerra contra las drogas y de la detención o ejecución de 12 capos, “con el apoyo de EU”. Criticó el bajo decomiso de armas en EU. No supo responder preguntas sobre lavado de dinero. Tampoco sobre asesinatos de periodistas. Se le preguntó cuál es la ley que más quisiera que EU aprobara: “la prohibición en la venta de rifles de asalto”. Nada sobre reforma migratoria. Dijo sentirse “muy orgulloso” del centro de inteligencia de la SSP e invitó a los reporteros a visitarlo. Sostuvo que la ayuda de EU no es cuestión de dinero, sino de “corresponsabilidad”. Su gobierno ha gastado 40,000 millones de dólares (10,000 millones más que los activos saqueados por Kadafi en cuatro década y congelados por EU), en comparación con los 400 millones desembolsados por la Iniciativa Mérida. No explicó cómo es que con semejante inversión, 100,000 armas de fuego decomisadas (la cifra que manejó) y 36,000 muertos, el narco se ha fortalecido –como dice Obama–.
WikiLeaks y Pascual fueron el postre. Sostuvo que los cables tildan a los soldados mexicanos de cobardes. Falso. Jamás hablan de valentía o cobardía, sino de “aversión al riesgo”. Nada sobre el romance de Pascual con la hija de un priísta. Filosófico, reflexionó: “no acostumbro atorarme en cualquier rama, pero hay muchas cosas en la vida que están relacionadas con la confianza”. Sus personeros trataron que Pascual no fuera la nota. Fracasaron. “WikiLeaks causa severo daño a la relación: Calderón”, fue el titular.
VICTORIA PÍRRICA
Calderón entregó la cabeza de Pascual en charola de plata a WikiLeaks. Pese a la victoria pírrica, el capítulo final sigue en el tintero. Tras su renuncia, Pascual será recibido como héroe en Washington. “Puso el interés de la relación bilateral sobre intereses individuales”, observó el influyente Consejo de Relaciones Exteriores (CFR). “Fue un acto honorable y de abnegación”, secundó un funcionario. Será rehabilitado. Podría nombrársele sucesor de Arturo Valenzuela, subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, quien tiene planes, se dice, de regresar a la academia. Como encargado máximo de 37 países, retomaría la política hacia México sin que Calderón pueda hacer nada.
No se espera que Obama nombre sucesor pronto. Lo más probable sea que la crisis política precipitada por el linchamiento se prolongue hasta el relevo en Los Pinos. Agrega el CFR: “la ratificación de un embajador (en el Senado) será un reto, por decir lo menos. Es posible, de hecho es lo más probable, que no haya relevo durante meses”.
Mientras, en México, los mismos que ayudaron a Calderón a tumbar a Pascual, demandan que les manden al embajador de sus sueños: un pusilánime que no redacte cables secretos criticando la incompetencia oficial o escriba juicios crudos sobre la guerra a las drogas. No hay tal cosa. El emisario de Washington, quien quiera que sea es, por definición, un personaje polémico que inspira desconfianza. El “dream ambassador” es una alucinación del nacionalismo aldeano y la derecha calderonista. Por ahora, y hasta que no aminoren las pasiones antiyanqui, es mejor que la misión diplomática de EU en México permanezca acéfala.

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