Rodolfo Navarrete / El Financiero
La semana pasada, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) informó que la oferta de bienes y servicios durante 2010 creció exactamente en lo que cayó el año anterior (9.3 por ciento), aunque todavía no lo suficiente como para superar los niveles que se observaron antes de la crisis.
Si bien ese crecimiento se explica por el rebote luego de la extraordinaria caída que registró la economía en 2009, hay algunas variables de la demanda, como el gasto público y las exportaciones que lograron ya superar esos niveles.
A primera vista, esto habría obedecido a la aplicación de una política fiscal contracíclica y a la mayor demanda externa de productos mexicanos, debido a la recuperación económica estadounidense a finales del año pasado. Sin embargo, esto no parece ser del todo cierto.
Por el lado de la oferta, la mayor disponibilidad de productos en 2010 obedeció principalmente al crecimiento del PIB en 5.5 por ciento y de las importaciones en 22.1 por ciento, aunque ambas variables no lograron aún superar la marca de 2008, en particular el PIB.
Por el lado de la demanda, la figura es un tanto diferente, mientras que el consumo y la inversión privadas se mantuvieron fuertemente rezagados en 2010, el gasto del gobierno y las exportaciones superaron incluso los niveles registrados en 2008.
Así, después de haber caído 7.1 por ciento en 2009, el consumo privado creció 5.0 en 2010, quedándose todavía muy a la zaga respecto al rebote que observó el PIB.
Peor situación vivió la inversión privada, ya que luego de haber caído 16.8 por ciento en 2009, creció tan sólo 2.8 en 2010, lo cual sin duda representa un serio problema no sólo para el crecimiento potencial futuro de la economía mexicana, sino también para la inflación que pronto verá eliminado el margen de holgura que representa que la demanda se ubique por debajo del producto potencial, pero no sólo debido al crecimiento de ésta, sino también a la falta de dinamismo del primero.
Por su parte, las exportaciones crecieron 24.5 por ciento en 2010, después de haber caído 14.0 el año anterior, por lo que no sólo superaron el nivel registrado en 2008, antes de la crisis, sino que además alcanzaron un nuevo récord histórico.
Esto, como era de esperar, obedeció a la combinación de un conjunto de factores, como el sostenimiento del tipo de cambio depreciado, la recuperación de la economía estadounidense, sobre todo a finales del año pasado y a la ganancia en la competitividad que se observó en algunos sectores, especialmente el automotriz, que les permitió ganar participación de mercado.
Historia aparte representa el comportamiento del consumo y la inversión públicas. Ambas nunca dejaron de crecer.
El gasto de consumo del gobierno, que incluye el gasto corriente total en todos sus niveles institucionales (gobierno central, gobiernos de los estados y municipios, incluido el del Distrito Federal, así como las instituciones de seguridad social), creció 2.8 por ciento en 2010, después de haberlo hecho en 3.5 en 2009; en tanto que la inversión pública lo hizo en 1.2, después de que el año anterior registrara un repunte de 8.8 por ciento.
Al tratarse de variables exógenas, es difícil saber cuál es la racionalidad de su comportamiento, toda vez que puede depender de multitud de factores.
Sin embargo, dada las circunstancias de la crisis de 2009, uno pensaría que el crecimiento de ambas variables podría obedecer a la aplicación de una consciente política económica contracíclica dirigida a menguar, en alguna medida, los efectos de esa crisis. Pero el análisis más detallado de las cifras no lleva precisamente a esta conclusión.
Por ejemplo, el crecimiento más importante de la inversión pública se registró en 2008, vale decir, antes de la crisis. Si nos vamos a cifras semestrales, en realidad el crecimiento fuerte se dio entre el segundo semestre de 2008 y el primer semestre de 2009, registrándose tasas anuales de expansión de 26.8 y 16.0 por ciento, respectivamente; siendo ambas las tasas más altas de crecimiento desde 2003, fecha en que empieza la nueva serie de estas estadísticas.
Más interesante aún es que en plena crisis, vale decir, en el segundo semestre de 2009, la expansión de ese gasto bajó abruptamente a 2.7 por ciento. Cabe mencionar que en tal periodo, la inversión privada registraba su peor caída en la crisis con una tasa anual de contracción de 17.1 por ciento.
Respecto al gasto de consumo del gobierno, la expansión más fuerte se registró en el primer semestre de 2009 (3.8 por ciento), sosteniéndose durante los dos semestres siguientes, aunque a tasas más bajas, para llegar a 2.3 por ciento de crecimiento durante el último trimestre de 2010.
¿Qué gobernó el comportamiento de estos gastos? Al juzgar por las cifras queda poco claro, pero todo parece indicar que no fue estrictamente una política dirigida a contrarrestar los efectos de las crisis.
Si tratamos de buscar alguna explicación en la corta historia de estas estadísticas, se nota claramente que hubo comportamientos parecidos entre el segundo semestre de 2005 y el primero de 2006, para el caso del gasto de consumo de gobierno, y entre el primer trimestre de 2004 y el primero de 2006, en el caso de la inversión pública.
Lo curioso de ambos casos es que en el segundo semestre de 2006 ambos gastos se redujeron abruptamente, registrando incluso la inversión pública la única contracción de esta corta historia.
En función de estos elementos, la pregunta es obvia: ¿Cuál es el común denominador entre ambos periodos?
¿Será que el gasto público mexicano ya posee una racionalidad claramente identificable con algunos factores políticos? No creo.
Economista del sector privado
La semana pasada, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) informó que la oferta de bienes y servicios durante 2010 creció exactamente en lo que cayó el año anterior (9.3 por ciento), aunque todavía no lo suficiente como para superar los niveles que se observaron antes de la crisis.
Si bien ese crecimiento se explica por el rebote luego de la extraordinaria caída que registró la economía en 2009, hay algunas variables de la demanda, como el gasto público y las exportaciones que lograron ya superar esos niveles.
A primera vista, esto habría obedecido a la aplicación de una política fiscal contracíclica y a la mayor demanda externa de productos mexicanos, debido a la recuperación económica estadounidense a finales del año pasado. Sin embargo, esto no parece ser del todo cierto.
Por el lado de la oferta, la mayor disponibilidad de productos en 2010 obedeció principalmente al crecimiento del PIB en 5.5 por ciento y de las importaciones en 22.1 por ciento, aunque ambas variables no lograron aún superar la marca de 2008, en particular el PIB.
Por el lado de la demanda, la figura es un tanto diferente, mientras que el consumo y la inversión privadas se mantuvieron fuertemente rezagados en 2010, el gasto del gobierno y las exportaciones superaron incluso los niveles registrados en 2008.
Así, después de haber caído 7.1 por ciento en 2009, el consumo privado creció 5.0 en 2010, quedándose todavía muy a la zaga respecto al rebote que observó el PIB.
Peor situación vivió la inversión privada, ya que luego de haber caído 16.8 por ciento en 2009, creció tan sólo 2.8 en 2010, lo cual sin duda representa un serio problema no sólo para el crecimiento potencial futuro de la economía mexicana, sino también para la inflación que pronto verá eliminado el margen de holgura que representa que la demanda se ubique por debajo del producto potencial, pero no sólo debido al crecimiento de ésta, sino también a la falta de dinamismo del primero.
Por su parte, las exportaciones crecieron 24.5 por ciento en 2010, después de haber caído 14.0 el año anterior, por lo que no sólo superaron el nivel registrado en 2008, antes de la crisis, sino que además alcanzaron un nuevo récord histórico.
Esto, como era de esperar, obedeció a la combinación de un conjunto de factores, como el sostenimiento del tipo de cambio depreciado, la recuperación de la economía estadounidense, sobre todo a finales del año pasado y a la ganancia en la competitividad que se observó en algunos sectores, especialmente el automotriz, que les permitió ganar participación de mercado.
Historia aparte representa el comportamiento del consumo y la inversión públicas. Ambas nunca dejaron de crecer.
El gasto de consumo del gobierno, que incluye el gasto corriente total en todos sus niveles institucionales (gobierno central, gobiernos de los estados y municipios, incluido el del Distrito Federal, así como las instituciones de seguridad social), creció 2.8 por ciento en 2010, después de haberlo hecho en 3.5 en 2009; en tanto que la inversión pública lo hizo en 1.2, después de que el año anterior registrara un repunte de 8.8 por ciento.
Al tratarse de variables exógenas, es difícil saber cuál es la racionalidad de su comportamiento, toda vez que puede depender de multitud de factores.
Sin embargo, dada las circunstancias de la crisis de 2009, uno pensaría que el crecimiento de ambas variables podría obedecer a la aplicación de una consciente política económica contracíclica dirigida a menguar, en alguna medida, los efectos de esa crisis. Pero el análisis más detallado de las cifras no lleva precisamente a esta conclusión.
Por ejemplo, el crecimiento más importante de la inversión pública se registró en 2008, vale decir, antes de la crisis. Si nos vamos a cifras semestrales, en realidad el crecimiento fuerte se dio entre el segundo semestre de 2008 y el primer semestre de 2009, registrándose tasas anuales de expansión de 26.8 y 16.0 por ciento, respectivamente; siendo ambas las tasas más altas de crecimiento desde 2003, fecha en que empieza la nueva serie de estas estadísticas.
Más interesante aún es que en plena crisis, vale decir, en el segundo semestre de 2009, la expansión de ese gasto bajó abruptamente a 2.7 por ciento. Cabe mencionar que en tal periodo, la inversión privada registraba su peor caída en la crisis con una tasa anual de contracción de 17.1 por ciento.
Respecto al gasto de consumo del gobierno, la expansión más fuerte se registró en el primer semestre de 2009 (3.8 por ciento), sosteniéndose durante los dos semestres siguientes, aunque a tasas más bajas, para llegar a 2.3 por ciento de crecimiento durante el último trimestre de 2010.
¿Qué gobernó el comportamiento de estos gastos? Al juzgar por las cifras queda poco claro, pero todo parece indicar que no fue estrictamente una política dirigida a contrarrestar los efectos de las crisis.
Si tratamos de buscar alguna explicación en la corta historia de estas estadísticas, se nota claramente que hubo comportamientos parecidos entre el segundo semestre de 2005 y el primero de 2006, para el caso del gasto de consumo de gobierno, y entre el primer trimestre de 2004 y el primero de 2006, en el caso de la inversión pública.
Lo curioso de ambos casos es que en el segundo semestre de 2006 ambos gastos se redujeron abruptamente, registrando incluso la inversión pública la única contracción de esta corta historia.
En función de estos elementos, la pregunta es obvia: ¿Cuál es el común denominador entre ambos periodos?
¿Será que el gasto público mexicano ya posee una racionalidad claramente identificable con algunos factores políticos? No creo.
Economista del sector privado
No hay comentarios:
Publicar un comentario