viernes, 16 de octubre de 2009

CUESTIÓN DE PARADIGMAS

Guillermo Knochenhauer
De manera insólita, un secretario del gabinete de Felipe Calderón admitió que en la dependencia a su cargo no hay objetivos ni metas, ni es posible medir el impacto productivo o social de los recursos que maneja. Así lo declaró Francisco Mayorga, recién nombrado secretario de Agricultura, Ganadería, Recursos Naturales, Pesca y Alimentación (Sagarpa); quien dijo en entrevista con el periódico Reforma que “con mucha franqueza hay que decir que no estamos dando en el blanco” (1 de octubre/2009). Mayorga, economista que ya estuvo al frente de la Sagarpa durante el último año de Fox, reconoció de manera inequívoca que no se pueden medir los resultados de esa secretaría, porque no hay objetivos ni metas y una excesiva burocracia hace confuso el destino de los recursos. “Hay cosas que se hacen en la secretaría de buena fe, pero no se mide el resultado de lo que se hace”.Tan francas declaraciones dan en el blanco, causa suficiente para considerarlas originales, raras, extraordinarias, ¿mal intencionadas? ¿Se trata de cobrarle cuentas al antecesor, Alberto Cárdenas? Si ese fuera el caso, su acreedor sólo podría ser Felipe Calderón (un secretario no se atrevería a tanto sin la anuencia de su jefe), además de que Mayorga es ahijado político de Cárdenas, como jalisciense que es. Mayorga también se refirió al presupuesto que ejerce la secretaría como uno de los más elevados. Cuesta entender que un recién llegado se refiera a presupuestos alzados de la secretaría a su cargo, y que lo haga en el momento en que se discuten los recortes presupuestales del 2010 que de entrada, le restan 10 mil millones de pesos a la Sagarpa contra lo que tuvo para ejercer este año.Desafortunadamente, la entrevista publicada en el diario Reforma no contiene la pregunta sobre la dirección que según Mayorga habría que darle a la Sagarpa. Habló de adelgazar la burocracia, pero no de los que debieran ser los objetivos de la dependencia. Ese tema quedó abierto para la reflexión y me propongo hacerlo en las siguientes líneas. Hay dos maneras de enfocar los problemas de la Sagarpa a los que se refirió Mayorga: sin cambiar la política de dirección, intentar que mejoren sus resultados y el otro enfoque es cambiar el paradigma que ha seguido la política de desarrollo agropecuario desde hace décadas.Lo primero conduce a recomendaciones que invocan a la honestidad de los funcionarios, a su profesionalismo, a la coordinación entre dependencias y órdenes de gobierno, a la ampliación de los espacios de participación de las organizaciones en la planeación de un desarrollo que además de elevar la eficiencia productiva de los campesinos, tiene que ser social y ambientalmente sustentable.Hace décadas que se repite ese tipo de exhortos y el campo sigue siendo el ámbito de crisis por su baja productividad e incompetencia mercantil, y albergue de los más pobres del país. El tema es que la realidad no se acomoda a los supuestos y aspiraciones de esa idea de progreso, basada en el paradigma de las grandes unidades agropecuarias, capitalizadas y eficientes, con poca gente y elevados rendimientos. Los objetivos del desarrollo que involucran a la agricultura en la mayor parte del mundo y por supuesto, de nuestro territorio son por necesidad multifuncionales y multifactoriales y dependen, más que cualquier otra actividad, de los contextos socio-económicos, jurídicos y organizativos en los que se practica.Un factor definitorio y determinante del contexto en que se practica la agricultura en México, es la estructura agraria minifundista. ¿Qué ha hecho la política agropecuaria desde hace décadas? Lo ha considerado “uno de los principales obstáculos para el desarrollo del campo mexicano” como escribió hace poco Enrique de la Madrid, director general de la Financiera Rural. La realidad obliga a la política de desarrollo rural integral a considerar al minifundio como un dato y no como un problema. El problema de hacerlo es que la política tendría que adaptarse a esa condición de nuestra estructura agraria, en perjuicio de los intereses que se han beneficiado del modelo vigente.Sin embargo, es claro que a pesar de los crecientes presupuestos al campo, la polarización productiva y la pobreza son cada vez mayores y el minifundio sigue avanzando. Las cifras del octavo Censo Agrícola, Pecuario y Forestal realizado por el INEGI dejan ver que el minifundio tiende a agrandar –valga la paradoja– su existencia agraria: mientras que en 1991 el 66.3 por ciento de las unidades de producción agrícola tenían menos de 5 hectáreas, para 2007 esta cifra había aumentado a 72.6 por ciento y seguirá creciendo.Ese 72.6 por ciento de la tierra agrícola requiere políticas que respondan a su multifuncionalidad y multifactorialidad, como supieron hacerlo en países de Asia ¿Volteará a esas experiencias el secretario Mayorga, o seguirá soñando con el campo sin campesinos que han anhelado sus antecesores?
Fuente: La Jornada Morelos

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