viernes, 4 de septiembre de 2009

ECONOMÍA: SÓLO RETORICA

*Ciro Murayama
La dosis de necesario realismo en el mensaje del presidente Calderón a propósito de su tercer Informe de Gobierno, al “reconocer que a la vista del México al que aspiramos, lo logrado es claramente insuficiente”, se diluyó con el balance de la situación de la economía mexicana: “la crisis que acabamos de pasar…”. ¿Cuándo quedó atrás la difícil coyuntura? ¿En qué momento la crisis se volvió algo del pasado? Eso sí no lo precisó el mandatario, ni fue capaz de presentar las proyecciones oficiales de su gobierno sobre el desempeño económico del país para 2009 y 2010.
Si estuviésemos ya a la salida de la crisis, un conjunto de variables clave habría roto su tendencia negativa y estaría en fase ascendente: 1) inversión, 2) producción industrial, 3) empleo y 4) consumo, para comprobar si hay atisbos de mejoría económica.
La inversión bruta fija para el dato más reciente, mayo, había disminuido 16.6% en términos anuales y 3.3% respecto al mes previo, lo que no permite inferir una expansión productiva en el corto y aun en el mediano plazos.
La producción industrial a mitad del año había descendido 10.6%, pero más aún la manufactura, que acumulaba en junio una reducción anual de 15.2%. Ello no puede atribuirse al peso de la manufactura en el PIB, pues en países como Brasil, China e India la contribución del sector manufacturero al conjunto de sus economías es mayor y la disminución de la producción menor. Además, la contracción en el sector manufacturero en México afecta a un conjunto amplio de ramas y no sólo a las vinculadas con la construcción vehicular. La caída de la producción manufacturera en México y la destrucción de empleo en el sector iniciaron desde el 2000, de tal suerte que su crisis no puede atribuirse al efecto externo ni puede enten derse como pasajera.
En materia de ocupación, el dato más cercano del IMSS revela una pérdida de 677 mil empleos formales frente a octubre de 2008. Pero incluso si se quiere despejar el efecto puntual de la influenza, el dato más reciente de la Secretaría del Trabajo, julio, evidencia 185 mil plazas menos que en enero.
En lo que se refiere a las posibilidades de consumo de las familias, según sus percepciones, para comprar bienes durables (muebles, tv, lavadora, electrodomésticos), habían caído 16.3% frente al año previo, informó el INEGI en agosto.
La retórica no respaldada por las estadísticas oficiales no es nueva: “La economía mexicana ha resistido razonablemente con solidez este escenario económico adverso y poco a poco vamos saliendo adelante”, dijo el propio Presidente hace un año, en su segundo Informe, y luego ocurrió la peor caída anual de nuestra economía en la historia. Mientras el diagnóstico presidencial se empeña en sugerir que la crisis se supera, la realidad replica con cifras de destrucción masiva de empleo, empequeñecimiento productivo y expansión de la pobreza.
Quizá lo anterior explique por qué no hubo propuestas o definiciones para combatir la crisis en lo inmediato. Ni una palabra sobre la emergencia de las finanzas de la mayoría de los municipios. ¿Cuál será, si es que hay alguna, la contribución del gobierno federal para asegurar la operación de las administraciones públicas locales y municipales en el último tercio del año?
Por otra parte, el titular del Ejecutivo reconoció la pluralidad política que se expresa en el Congreso y llamó a la unidad nacional para tomar determinaciones relevantes. Sin embargo, los grupos parlamentarios en la Cámara de Diputados habían hecho sus propias propuestas y definiciones un día antes, al recibir formalmente el Informe escrito del Presidente, quien no habló de los planteamientos de los partidos, sus interlocutores obligados. Ahí están los señalamientos del PRI sobre lo pernicioso que resultaría ampliar la base fiscal a partir de la incorporación de los alimentos y las medicinas al IVA, o la iniciativa del PRD para generar un seguro de desempleo para los trabajadores que perdieron su ocupación a lo largo del año. Nada de ello mereció la atención presidencial para iniciar un diálogo fructífero sobre la agenda de 10 puntos que fijó el propio Ejecutivo.
Sin un diagnóstico preciso de la situación de emergencia en la que se encuentra todavía la economía mexicana, y sin un ejercicio explícito de reconocimiento a las propuestas de los partidos de la oposición, es difícil que la conducción económica del país nos pueda, en efecto, llevar a un puerto distinto que el de los logros “claramente insuficientes”.
*Profesor de la Facultad de Economía de la UNAM

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