El presidente estadounidense mejora en las encuestas en plenas primarias de los republicanos
Antonio Caño / El País
Barack Obama viajó ayer a Ohio, uno de los considerados Estados decisivos en las elecciones presidenciales, para hablar de economía, su gran rival el próximo mes de noviembre. Esa es la gran preocupación de su campaña en estos momentos, no las primarias republicanas, en las que Obama es, por ahora, el único claro ganador.
El presidente ha mejorado en las encuestas en los últimos días, en los que ha estado de vacaciones en Hawai y no se ha oído más voz en el país que la de los candidatos republicanos. Pasa del 47% de aprobación en la media diaria de la web Real Clear Politics (RCP) y ha recuperado más de cinco puntos en dos semanas.
Esto no es necesariamente un gran logro para un hombre que llegó a la Casa Blanca con la voluntad de dejar huella de su paso, pero sí es una buena noticia para un candidato que busca la reelección en un tiempo de serias turbulencias económicas que la hacen muy difícil. Ningún presidente ha sido reelegido con más del 7% de desempleo, y esta cifra es actualmente del 8,6%.
La economía ha tomado tímidamente un rumbo positivo y existen esperanza de que el paro puede reducirse algo, no mucho, antes de noviembre. Se desarrolla, además, el plan de recordar al electorado quiénes son los verdaderos culpables de la situación que Obama heredó aún en peores condiciones que las actuales. En un encuentro con una familia, ayer, en Cleveland, el presidente acusó a “las trampas y los abusos” de algunos en Wall Street del estado en que se encuentran hoy muchas personas en todo el país.
El presidente ha mejorado en las encuestas en los últimos días, en los que ha estado de vacaciones en Hawai y no se ha oído más voz en el país que la de los candidatos republicanos. Pasa del 47% de aprobación en la media diaria de la web Real Clear Politics (RCP) y ha recuperado más de cinco puntos en dos semanas.
Esto no es necesariamente un gran logro para un hombre que llegó a la Casa Blanca con la voluntad de dejar huella de su paso, pero sí es una buena noticia para un candidato que busca la reelección en un tiempo de serias turbulencias económicas que la hacen muy difícil. Ningún presidente ha sido reelegido con más del 7% de desempleo, y esta cifra es actualmente del 8,6%.
La economía ha tomado tímidamente un rumbo positivo y existen esperanza de que el paro puede reducirse algo, no mucho, antes de noviembre. Se desarrolla, además, el plan de recordar al electorado quiénes son los verdaderos culpables de la situación que Obama heredó aún en peores condiciones que las actuales. En un encuentro con una familia, ayer, en Cleveland, el presidente acusó a “las trampas y los abusos” de algunos en Wall Street del estado en que se encuentran hoy muchas personas en todo el país.
Pero el verdadero motivo de optimismo en el campo demócrata es el espectáculo que se presencia en las filas republicanas. David Axelrod, el director de la campaña de Obama, escribió ayer en Twitter, con cierta sorna, que Rick Santorum, el hombre que empató con Mitt Romney en los caucus de Iowa, no está oyendo hoy el sonido de la victoria sino “los motores de la flota de Romney que se apresta a bombardearle”.
Obviamente, la campaña de Obama trata de estimular el conflicto interno en el partido rival y alargar tanto como sea posible la nominación de Romney, confiando en que eso lo hará más débil. Mucho mejor aún para el presidente sería que, por un accidente de la naturaleza, el elegido finalmente fuera Newt Gingrich o algún otro de los extravagantes candidatos del ala derechista, lo que le daría casi automáticamente la reelección.Esta estrategia tiene, sin embargo, algunos inconvenientes. Hace cuatro años, los republicanos hicieron todo lo posible por alargar el duelo entre Obama y Hillary Clinton, solo para conseguir que ambos resultaran fortalecidos. Ciertamente hay algunas diferencias. Obama y Clinton eran dos figuras con carisma que ganaban en cada comparecencia ante el público. No es el caso de los actuales candidatos republicanos. Romney, por ejemplo, no da conferencias de prensa y escasamente concede entrevistas.
Lo más grave del conflicto interno entre los republicanos es el riesgo de que acabe consumiendo el vigor que la derecha había demostrado desde las elecciones legislativas de 2010. El viento soplaba ahora claramente a su favor, y el porcentaje de gente que se disponía a votar republicano era mayor que del Partido Demócrata.
Eso puede estar hoy en entredicho. En Iowa, por ejemplo, se esperaba una mayor concurrencia de votantes. En 2008, participaron en los caucus alrededor de 250.000 personas; el martes, poco más de 100.000. Ese puede ser un dato relevante de cara a noviembre. Iowa fue uno de los nueve estados tradicionalmente republicanos que votaron por Obama. Hasta hace poco se daba por descontado que los demócratas volvería a perderlo. Ahora eso está más en duda.
Queda tiempo suficiente para que el Partido Republicano pueda reconstruir su unidad en torno a un candidato y para que surjan entre los demócratas dudas, que también existen, sobre Obama. Pero, por el momento, la campaña de reelección de Obama la están haciendo sus rivales.
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