viernes, 27 de enero de 2012

PANORAMA DESDE EL PUENTE

Lorenzo Bernaldo de Quirós / elEconomista.es
La economía internacional se ralentizará en 2012 tras una frágil y modesta recuperación experimentada en el bienio 2010-11. Esta recaída, con riesgos de desembocar en una recesión en la Eurozona, era inevitable. No se han corregido los desequilibrios que estuvieron en el origen de la Gran Recesión. Una sólida reactivación de la actividad económica en los países deficitarios, sobre todo en EEUU, exigía cumplir tres condiciones: una, un aumento sustancial del ahorro total para reducir su endeudamiento; dos, un incremento del flujo de fondos prestables a disposición de los hogares y de las empresas; tres, un relanzamiento del gasto privado.
Como cerrar ese círculo virtuoso en los años posteriores a una crisis financiera es imposible, la demanda doméstica se debilita y, con ella, el crecimiento. En ese marco, el PIB sólo crecerá si la demanda externa se reactiva. Esto significa que las exportaciones netas han de aumentar o, mejor, las importaciones netas deben decrecer en las economías deficitarias. Sin embargo, eso sólo es factible si los países superavitarios reducen sus exportaciones; esto es, impulsan su demanda interna. Esto no ha sucedido y no tiene visos de suceder.
En este contexto, si bien la crisis se ha centrado desde 2007 en los países industrializados, el dinamismo de la economía mundial será escaso en 2012. El crecimiento de las economías emergentes se debilitará de manera significativa en 2012. El mantenimiento de un yuan artificialmente depreciado para estimular las exportaciones está comenzando a tener un efecto boomerang sobre la economía de China. Ésta empieza a percibir los desagradables resultados de su decisión unilateral de crear una zona monetaria común con los EEUU fijando su tipo de cambio al del dólar. La agresiva expansión monetaria introducida por las autoridades chinas en 2009 para protegerse del impacto depresivo de la crisis global no se ha traducido en mayor crecimiento, sino en un repunte de la inflación.
Si el consumo privado norteamericano no se reanima con rapidez, hipótesis improbable en 2012, la maquina exportadora china se desacelerará con intensidad. Al mismo tiempo, los problemas inflacionarios están impulsando una apreciación del tipo de cambio real del yuan que neutraliza las ventajas competitivas de un tipo de cambio nominal depreciado. Este desarrollo es muy preocupante para una economía mercantilista cuyo dinamismo reposa en su vigor exportador. Es improbable que el Gobierno chino acepte los costes económicos y sociales que entraña una inflación alta e intentará disminuirla, lo que implica una desaceleración de la economía en 2012 muy superior a la prevista por los analistas y los organismos internacionales.
Los EEUU están inmersos en un proceso de consolidación fiscal que, unido al todavía elevado endeudamiento de las familias y al débil pulso de la inversión, sugiere un débil crecimiento de la economía norteamericana en 2012. Pero el efecto secundario de esa situación es la insostenibilidad de un modelo económico sustentado en la demanda externa como el único pilar del crecimiento. Esta lección para las economías exportadoras se aplica no sólo a China, sino también al núcleo duro de la Eurozona, liderado por Alemania, y a los países emergentes que son incapaces o no han avanzado hacia un modelo más equilibrado entre su competitividad externa y el crecimiento de su demanda doméstica.
En el corto y el medio plazo, las endeudadas economías de España y del resto de los Estados de la periferia europea no tienen posibilidades de crecer a través de su demanda interna. Dependen del crecimiento de Alemania y del resto del mundo. Pero, como se ha señalado, los EEUU no están en condiciones de ser el motor de la demanda global durante un espacio temporal largo. China se enfrenta a una reducción sensible de sus tasas de crecimiento en 2012 y, más grave, ante los primeros síntomas de agotamiento de su actual patrón de crecimiento; y Alemania se encuentra en una posición similar, agravada por la previsible desaceleración de la economía china y de la norteamericana, dos de sus principales mercados exportadores. Así pues, la evolución de la coyuntura internacional no ayudará a tirar de la española a lo largo del año próximo.
Por último, este escenario corre serio riesgo de empeorar si se produce una confrontación bélica en Oriente Medio. Las tensiones Israel-Irán pueden desembocar a lo largo de 2012 en una conflagración, lo que tendría un impacto alcista de alcance imprevisible sobre los precios del petróleo y, en consecuencia, un poderoso efecto depresivo sobre la economía mundial. Esta hipótesis tiene altas posibilidades de materializarse. Así pues, prepárense que vienen curvas.

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