La deuda española asciende al 394% del PIB, de la cual hasta el 321% es privada
JOAQUÍN ESTEFANÍA / EL PAÍS
El mismo día que una filtración adelantaba las previsiones de invierno del Fondo Monetario Internacional (FMI), que anuncian una intensa y larga recesión para España, la agencia Fitch avisaba de una n ueva bajada de la calificación de la deuda española (lo que significa que para colocarla se necesitará más dinero, que habrá que sacar de otras partidas) e incidía en la necesidad de reducir el nivel de servicio de la educación y de la sanidad para disminuir el déficit público. Añadía el sufrimiento de menos protección social al sufrimiento de la falta de crecimiento y el aumento del paro. Esta es la política económica dominante.
El FMI se ha equivocado abundantemente en sus previsiones. Es más, yerra casi siempre. Lo preocupante de las mismas es que van en la misma tendencia descendente que el consenso de los analistas, la mayoría de los cuales espera algunas cifras adicionales para pronunciarse oficialmente. En este caso, la economía española pierde dinamismo por la crisis del euro y por la incidencia de las medidas de ajuste que el Gobierno ha tomado y las que se espera que se tomen en los Presupuestos Generales del Estado que se presentarán en marzo. Más inquietante aún es la duración de la crisis, que ya es una de las más largas de la historia de la economía contemporánea y puede alcanzar a la Gran Depresión en número de meses consecutivos a la baja o en estancamiento.
Ello se desprende de la consulta del libro de referencia Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera, de Carmen Reinhard y Kenneth Rogoff (Fondo de Cultura Económica). No lo colguemos en los anaqueles de nuestras librerías antes de tiempo. En él se hace una historia cuantitativa de las crisis económicas, sobre todo de dos tipos de dificultades que en la mayoría de los casos se dan por separado y ahora están juntas: las crisis de la deuda soberana y las crisis bancarias.
Los autores demuestran que cualquier debacle financiera -como la que el mundo está padeciendo desde el verano de 2007- está ocasionada siempre por la excesiva acumulación de deuda en un momento de aparente crecimiento de la actividad económica. Al finalizar el tercer trimestre de 2011 (últimos datos disponibles del Banco de España), la deuda de la economía española en su conjunto era del 394% del PIB (alrededor de cuatro billones de euros), de la cual corresponde al sector público (Administración central, Comunidades Autónomas, Ayuntamientos y Seguridad Social) un 73% y el resto -un 321%- a las entidades financieras, las empresas y las familias.
Precisamente hoy, el Banco de España hará público su cuadro de situación. Y mañana conoceremos si los datos adelantados del FMI (España ve reducido su PIB un 1,7% este año y un 0,3% en 2013) son los correctos. Esta misma semana tendremos también la Encuesta de Población Activa del año 2011; por lo que se puede deducir del paro registrado y de las palabras del presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, en el debate de investidura, el desempleo puede ascender a 5,3 o 5,4 millones de personas. Una cifra dantesca que habrá que descomponer para conocer el porcentaje del paro juvenil, el número de hogares en los que ni el hombre ni la mujer disponen de puesto de trabajo y, sobre todo, el número de desempleados de larga duración que ya no tienen ni esperanza de encontrarlo ni, sobre todo, derecho a un seguro de desempleo que les proteja de la pobreza extrema. Todos ellos formarán parte de esa nueva categoría social que el sociólogo Robert Castel denomina "los desafiliados" al sistema.
Antes de que acabe el trimestre, coincidiendo con la presentación de los Presupuestos de 2012, el Gobierno presentará su cuadro macroeconómico. Como de las tres grandes magnitudes una es fija (el déficit público al finalizar el año será el 4,4% del PIB) -según las declaraciones de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría corrigiendo al ministro de Hacienda Cristóbal Montoro- y otra (la tasa de crecimiento) es descendente, será la tercera (el volumen de paro) el blanco móvil que irremediablemente habrá de moverse al alza. Algunos analistas la sitúan entre el 24% y el 35% de la población activa. Un pronóstico que evita ver cualquier luz al final de un túnel larguísimo.
JOAQUÍN ESTEFANÍA / EL PAÍS
El mismo día que una filtración adelantaba las previsiones de invierno del Fondo Monetario Internacional (FMI), que anuncian una intensa y larga recesión para España, la agencia Fitch avisaba de una n ueva bajada de la calificación de la deuda española (lo que significa que para colocarla se necesitará más dinero, que habrá que sacar de otras partidas) e incidía en la necesidad de reducir el nivel de servicio de la educación y de la sanidad para disminuir el déficit público. Añadía el sufrimiento de menos protección social al sufrimiento de la falta de crecimiento y el aumento del paro. Esta es la política económica dominante.
El FMI se ha equivocado abundantemente en sus previsiones. Es más, yerra casi siempre. Lo preocupante de las mismas es que van en la misma tendencia descendente que el consenso de los analistas, la mayoría de los cuales espera algunas cifras adicionales para pronunciarse oficialmente. En este caso, la economía española pierde dinamismo por la crisis del euro y por la incidencia de las medidas de ajuste que el Gobierno ha tomado y las que se espera que se tomen en los Presupuestos Generales del Estado que se presentarán en marzo. Más inquietante aún es la duración de la crisis, que ya es una de las más largas de la historia de la economía contemporánea y puede alcanzar a la Gran Depresión en número de meses consecutivos a la baja o en estancamiento.
Ello se desprende de la consulta del libro de referencia Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera, de Carmen Reinhard y Kenneth Rogoff (Fondo de Cultura Económica). No lo colguemos en los anaqueles de nuestras librerías antes de tiempo. En él se hace una historia cuantitativa de las crisis económicas, sobre todo de dos tipos de dificultades que en la mayoría de los casos se dan por separado y ahora están juntas: las crisis de la deuda soberana y las crisis bancarias.
Los autores demuestran que cualquier debacle financiera -como la que el mundo está padeciendo desde el verano de 2007- está ocasionada siempre por la excesiva acumulación de deuda en un momento de aparente crecimiento de la actividad económica. Al finalizar el tercer trimestre de 2011 (últimos datos disponibles del Banco de España), la deuda de la economía española en su conjunto era del 394% del PIB (alrededor de cuatro billones de euros), de la cual corresponde al sector público (Administración central, Comunidades Autónomas, Ayuntamientos y Seguridad Social) un 73% y el resto -un 321%- a las entidades financieras, las empresas y las familias.
Precisamente hoy, el Banco de España hará público su cuadro de situación. Y mañana conoceremos si los datos adelantados del FMI (España ve reducido su PIB un 1,7% este año y un 0,3% en 2013) son los correctos. Esta misma semana tendremos también la Encuesta de Población Activa del año 2011; por lo que se puede deducir del paro registrado y de las palabras del presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, en el debate de investidura, el desempleo puede ascender a 5,3 o 5,4 millones de personas. Una cifra dantesca que habrá que descomponer para conocer el porcentaje del paro juvenil, el número de hogares en los que ni el hombre ni la mujer disponen de puesto de trabajo y, sobre todo, el número de desempleados de larga duración que ya no tienen ni esperanza de encontrarlo ni, sobre todo, derecho a un seguro de desempleo que les proteja de la pobreza extrema. Todos ellos formarán parte de esa nueva categoría social que el sociólogo Robert Castel denomina "los desafiliados" al sistema.
Antes de que acabe el trimestre, coincidiendo con la presentación de los Presupuestos de 2012, el Gobierno presentará su cuadro macroeconómico. Como de las tres grandes magnitudes una es fija (el déficit público al finalizar el año será el 4,4% del PIB) -según las declaraciones de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría corrigiendo al ministro de Hacienda Cristóbal Montoro- y otra (la tasa de crecimiento) es descendente, será la tercera (el volumen de paro) el blanco móvil que irremediablemente habrá de moverse al alza. Algunos analistas la sitúan entre el 24% y el 35% de la población activa. Un pronóstico que evita ver cualquier luz al final de un túnel larguísimo.
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