La confusión y el desconcierto sobre cómo salir de una crisis que va hacia su quinto año se apoderan del debate
CLAUDI PÉREZ (ENVIADO ESPECIAL) - Davos – EL PAÍS
Lamentamos sinceramente decirles que han vivido por encima de sus posibilidades y van a pasar años de penalidades. Lamentamos sinceramente reconocer que la banca es una de las grandes culpables de esta crisis, pero es intocable porque sin ella todo esto se viene abajo. Lamentamos sinceramente comunicarles que todos los problemas globales se resumen en uno, Europa, y que como las leyes de la economía son despiadadas Europa lo va a pagar caro. La edición de 2012 del Foro Económico Mundial se cierra hoy en Davos con esos tres lamentos a modo de resumen. La Gran Recesión se encamina hacia su quinto año y lo más probable es que ese no sea más que el ecuador de esta amarga travesía, especialmente en el viejo continente: el hombre de Davos, sea lo que sea el hombre de Davos, ve tres riesgos por delante. La santísima trinidad: Europa, el euro y la UE.
Los empresarios, los banqueros y ese poder fáctico oscuro e impersonal que son los mercados -que en Davos se materializan como en ningún otro lugar- saben qué hacer en las épocas de bonanza. Y saben qué hacer en medio de un crash. El problema es que en la coyuntura actual no hay ni lo uno ni lo otro: hay países que crecen a toda velocidad y áreas económicas sumidas en un letargo peligroso, con el Oeste estancado y el Este con ganas de comerse el mundo. En ese desconcierto, las brújulas no funcionan. Ese es el espíritu de Davos 2012, "una mezcla de resignación y perplejidad, de expectativas y de confusión", apunta el analista Moisés Naím. Con una víctima propiciatoria por encima de todas: Europa.
"Nunca había tenido tanto miedo como ahora de lo que está pasando en la eurozona. Hagan algo. Háganlo rápido. Sí, ya sé, no hay dinero: búsquenlo". Donald Tsang, presidente del Gobierno autónomo de Hong Kong, resumió ayer el sentir del foro en una sola frase. Pero Davos es un lugar de contrastes: la eurozona tiene un relato muy diferente.
Nunca los líderes europeos habían venido a Suiza con un mensaje tan nítido: una oleada de austeridad y reformas recorre el continente y empapa su ideario. Las medidas extraordinarias del Banco Central Europeo (BCE) han conseguido evitar una catástrofe y los dos últimos meses han sido un oasis de tranquilidad. A la pregunta de si ese paréntesis está aquí para quedarse, Europa cierra filas: son los recortes y las reformas lo que ha devuelto la credibilidad al euro, según la tesis de la canciller Angela Merkel, que repiten los demás países con una impavidez estupefaciente. "La UE es otro mundo respecto a hace solo unos meses", subraya el presidente del BCE, Mario Draghi.
Fuera de Europa las cosas se ven de otra manera. "Europa tiene la extraña costumbre de cantar victoria demasiado pronto", critica en los pasillos del Foro un extraordinario jugador de ajedrez, Ken Rogoff, que es además autor de uno de los libros de referencia de la crisis, Esta vez es diferente, irónico título para un relato acerca del parecido de las crisis en los últimos ocho siglos. Y no, esta vez tampoco es diferente: las crisis más duras, aquellas que se dan una vez en un siglo, suelen dejar profundas cicatrices, y en su desarrollo suelen combinar periodos de relativa tranquilidad (como este) con sacudidas inesperadas y violentas (como las que puede que estén por venir).
"Las presiones se han relajado porque el BCE se ha puesto a imprimir dinero a toda velocidad. Perfecto: eso le da al sistema financiero tres, cuatro años de tranquilidad. Pero eso es menos de la mitad de la solución: los latigazos en los mercados van a volver. La UE necesita una nueva constitución, necesita convertirse en los Estados Unidos de Europa, necesita un salto adelante político que puede requerir 40, 50 años. Pero lo necesita ahora", sostiene Rogoff. Y añade: "La crisis empieza a tomar dimensiones existenciales: Grecia y probablemente Portugal están desahuciados; España e Italia son las líneas rojas. Esto ha dejado de ser un problema económico: esta es ya una crisis política y la solución política, de momento, es inadecuada: se impone austeridad y nada más, y el Sur no puede aguantar tres, cuatro años de recesión".
Tampoco esta vez los casandras se dan un respiro. "La situación es ahora más potencialmente peligrosa que la previa a la caída de Lehman Brothers", según el gurú George Soros. Para Stephen Roach, presidente de Morgan Stanley en Asia, "el panorama va a ser más frágil de lo que ahora parece en cuanto aparezcan los primeros datos de la recesión que se avecina o ya está aquí".
La veda de críticas está abierta, y puede que Europa lo tenga merecido. Washington y Londres han pasado por aquí despotricando contra la UE. En los foros latinoamericanos se reprocha la altivez de los europeos, incapaces de aprender algo de su crisis en los ochenta. El miedo ha calado tanto en Asia que países como China están dispuestos a poner dinero. El mundo al revés: los emergentes al rescate, los anglosajones (epicentro de la crisis) dando lecciones. Pero ideas, pocas. Una de las más lúcidas fue ayer la de la directora gerente del FMI, Christine Lagarde: "Reducir deudas es un maratón, no un sprint". "Hace tres años fue un error que el FMI recetara estímulos generalizados para países con problemas distintos, y ahora es un error esa oleada de austeridad que no tiene en cuenta las especificidades de cada caso". ¿Recado para Merkel?
Lo más interesante de Davos son sus pasillos, ver cómo revolotean los buitres. Los hedge funds preguntan a diestro y siniestro, manejan cantidades ingentes de información y de vez en cuando descerrajan uno de esos análisis que suenan como navajazos: "Alemania echó a Berlusconi, condenó a los socialistas en España, ha conseguido imponer recortes salvajes a toda Europa", dice un tipo de unos 30 años que devora panecillos en uno de los bares del centro de congresos. "Pero Alemania aún no ha hecho nada a cambio. El tren de la crisis europea se mueve ahora a cámara lenta, pero se mueve, y solo puede ir en dos direcciones: o el euro se rompe después de toda esta tortura de austeridad, y el zarandeo sería increíble, o los alemanes aceptan los eurobonos y el coste político que acarrean". "Un lío", apostilla.
CLAUDI PÉREZ (ENVIADO ESPECIAL) - Davos – EL PAÍS
Lamentamos sinceramente decirles que han vivido por encima de sus posibilidades y van a pasar años de penalidades. Lamentamos sinceramente reconocer que la banca es una de las grandes culpables de esta crisis, pero es intocable porque sin ella todo esto se viene abajo. Lamentamos sinceramente comunicarles que todos los problemas globales se resumen en uno, Europa, y que como las leyes de la economía son despiadadas Europa lo va a pagar caro. La edición de 2012 del Foro Económico Mundial se cierra hoy en Davos con esos tres lamentos a modo de resumen. La Gran Recesión se encamina hacia su quinto año y lo más probable es que ese no sea más que el ecuador de esta amarga travesía, especialmente en el viejo continente: el hombre de Davos, sea lo que sea el hombre de Davos, ve tres riesgos por delante. La santísima trinidad: Europa, el euro y la UE.
Los empresarios, los banqueros y ese poder fáctico oscuro e impersonal que son los mercados -que en Davos se materializan como en ningún otro lugar- saben qué hacer en las épocas de bonanza. Y saben qué hacer en medio de un crash. El problema es que en la coyuntura actual no hay ni lo uno ni lo otro: hay países que crecen a toda velocidad y áreas económicas sumidas en un letargo peligroso, con el Oeste estancado y el Este con ganas de comerse el mundo. En ese desconcierto, las brújulas no funcionan. Ese es el espíritu de Davos 2012, "una mezcla de resignación y perplejidad, de expectativas y de confusión", apunta el analista Moisés Naím. Con una víctima propiciatoria por encima de todas: Europa.
"Nunca había tenido tanto miedo como ahora de lo que está pasando en la eurozona. Hagan algo. Háganlo rápido. Sí, ya sé, no hay dinero: búsquenlo". Donald Tsang, presidente del Gobierno autónomo de Hong Kong, resumió ayer el sentir del foro en una sola frase. Pero Davos es un lugar de contrastes: la eurozona tiene un relato muy diferente.
Nunca los líderes europeos habían venido a Suiza con un mensaje tan nítido: una oleada de austeridad y reformas recorre el continente y empapa su ideario. Las medidas extraordinarias del Banco Central Europeo (BCE) han conseguido evitar una catástrofe y los dos últimos meses han sido un oasis de tranquilidad. A la pregunta de si ese paréntesis está aquí para quedarse, Europa cierra filas: son los recortes y las reformas lo que ha devuelto la credibilidad al euro, según la tesis de la canciller Angela Merkel, que repiten los demás países con una impavidez estupefaciente. "La UE es otro mundo respecto a hace solo unos meses", subraya el presidente del BCE, Mario Draghi.
Fuera de Europa las cosas se ven de otra manera. "Europa tiene la extraña costumbre de cantar victoria demasiado pronto", critica en los pasillos del Foro un extraordinario jugador de ajedrez, Ken Rogoff, que es además autor de uno de los libros de referencia de la crisis, Esta vez es diferente, irónico título para un relato acerca del parecido de las crisis en los últimos ocho siglos. Y no, esta vez tampoco es diferente: las crisis más duras, aquellas que se dan una vez en un siglo, suelen dejar profundas cicatrices, y en su desarrollo suelen combinar periodos de relativa tranquilidad (como este) con sacudidas inesperadas y violentas (como las que puede que estén por venir).
"Las presiones se han relajado porque el BCE se ha puesto a imprimir dinero a toda velocidad. Perfecto: eso le da al sistema financiero tres, cuatro años de tranquilidad. Pero eso es menos de la mitad de la solución: los latigazos en los mercados van a volver. La UE necesita una nueva constitución, necesita convertirse en los Estados Unidos de Europa, necesita un salto adelante político que puede requerir 40, 50 años. Pero lo necesita ahora", sostiene Rogoff. Y añade: "La crisis empieza a tomar dimensiones existenciales: Grecia y probablemente Portugal están desahuciados; España e Italia son las líneas rojas. Esto ha dejado de ser un problema económico: esta es ya una crisis política y la solución política, de momento, es inadecuada: se impone austeridad y nada más, y el Sur no puede aguantar tres, cuatro años de recesión".
Tampoco esta vez los casandras se dan un respiro. "La situación es ahora más potencialmente peligrosa que la previa a la caída de Lehman Brothers", según el gurú George Soros. Para Stephen Roach, presidente de Morgan Stanley en Asia, "el panorama va a ser más frágil de lo que ahora parece en cuanto aparezcan los primeros datos de la recesión que se avecina o ya está aquí".
La veda de críticas está abierta, y puede que Europa lo tenga merecido. Washington y Londres han pasado por aquí despotricando contra la UE. En los foros latinoamericanos se reprocha la altivez de los europeos, incapaces de aprender algo de su crisis en los ochenta. El miedo ha calado tanto en Asia que países como China están dispuestos a poner dinero. El mundo al revés: los emergentes al rescate, los anglosajones (epicentro de la crisis) dando lecciones. Pero ideas, pocas. Una de las más lúcidas fue ayer la de la directora gerente del FMI, Christine Lagarde: "Reducir deudas es un maratón, no un sprint". "Hace tres años fue un error que el FMI recetara estímulos generalizados para países con problemas distintos, y ahora es un error esa oleada de austeridad que no tiene en cuenta las especificidades de cada caso". ¿Recado para Merkel?
Lo más interesante de Davos son sus pasillos, ver cómo revolotean los buitres. Los hedge funds preguntan a diestro y siniestro, manejan cantidades ingentes de información y de vez en cuando descerrajan uno de esos análisis que suenan como navajazos: "Alemania echó a Berlusconi, condenó a los socialistas en España, ha conseguido imponer recortes salvajes a toda Europa", dice un tipo de unos 30 años que devora panecillos en uno de los bares del centro de congresos. "Pero Alemania aún no ha hecho nada a cambio. El tren de la crisis europea se mueve ahora a cámara lenta, pero se mueve, y solo puede ir en dos direcciones: o el euro se rompe después de toda esta tortura de austeridad, y el zarandeo sería increíble, o los alemanes aceptan los eurobonos y el coste político que acarrean". "Un lío", apostilla.
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