sábado, 22 de agosto de 2009

MODELO EN PICADA, ¿QUIÉN LO SALVA?

*Francisco Suárez Dávila

“Los únicos obstáculos estructurales importantes para la prosperidad mundial son las doctrinas obsoletas que confunden las mentes de los hombres”: Paul Krugman
En un creciente número de reuniones, el tema que predomina es la preocupación por el rumbo descendente que sufre nuestro país. La pregunta obligada después de los diagnósticos cada vez más pesimistas es si algo puede ocurrir para “salvarnos”. La respuesta es que no se ve ni quién, ni cómo. El Presidente abdica de sus responsabilidades para transferírselas al Congreso. ¡Interminable lista de errores recientes y… qué declaraciones!
Al fin reconocemos que estamos inmersos en una profunda crisis económica —en seguridad dicen que no—. Somos la economía más dependiente de Estados Unidos. Pero cuando aquel cae 2.5%, nosotros lo hacemos en 8%. Anunciamos una política contracíclica. ¡Claramente ha fracasado! Fue tibia en sus inicios. Aún así, el aparato institucional resultó impotente. Ahora somos el único país que en media “depresión” lanza un programa de austeridad recortando incluso infraestructura. Lo que los otros grandes países hicieron, como EU y China, fue un ambicioso programa de estímulos. Elevaron el déficit fiscal, pero con la inyección de recursos frenaron la caída. Aquí se agravó. No ingresamos al “círculo virtuoso”, caímos en el “vicioso”: menos ingreso público, menos gasto, menos ingreso. Pero esta crisis de fuera en realidad ha evidenciado que llevamos años gestando una crisis “desde adentro”, nuestra propia culpa.
Nuestro “modelo exportador TLC de 1994” se ha colapsado en sus dos pilares: las exportaciones del sector automotriz, ahora quebrado en EU y las maquiladoras, donde importamos 95% de lo que exportamos, sin integrar cadenas productivas domésticas y cobrándoles pocos impuestos. El sector agropecuario descansó en el éxito en frutas y hortalizas, y maíz subsidiado. Importamos 50% de los alimentos que compramos en el supermercado, 90% del trigo. La agricultura de temporal sufre ahora severa sequía, allí los agricultores no tienen crédito, ni seguro, viven de lo que ganan fuera de la agricultura y de las remesas.
México se desindustrializó. El PIB industrial bajó 5%. Tenemos algunas grandes empresas y muchos “changarros”. Desaparecieron los textiles, el calzado, los muebles; la metal mecánica. Crece el sector de servicios, pero no la tecnología, sino la informalidad, los “milusos”. Nuestro sector energético, que debió ser palanca de desarrollo, adquiere dos terceras partes de sus insumos del exterior, importamos 40% de gasolinas, se desploma la “gallina de los huevos de oro”: Cantarell.
La banca, ahora extranjerizada, dejó de aportar al desarrollo nacional desde 1995. Sí en competitividad estamos en el lugar 60; en el coeficiente de crédito otorgado al sector privado, 15% del PIB, estamos en el lugar 102 de 120 países, compitiendo con Haití, Nigeria, Burkina Fasso. Las finanzas públicas, ahora desequilibradas, padecen en sus ingresos la recesión y la petrolización, arrastrando a nuestro feudalismo fiscal de estados y municipios que ya no tienen ni para pagar la nómina. El desempleo dramático sufre el triple efecto del millón de trabajos que se pierden, el millón de jóvenes sin oportunidad y la válvula de migrantes que se cierra.
Para hacer frente a este modelo “descarrilado”, lo que más preocupa es la carencia o mediocridad de ideas. Repetimos que la solución es retomar las reformas: laboral, energética, fiscal. Lugares comunes. Lo que se necesita es algo de lo que la crisis ha detonado en todo el mundo. Lo que México logró en 1934 como respuesta a la Gran Depresión: repensar. Prácticamente redefinir nuestra estrategia de desarrollo que está de cabeza.
Ello requiere que el “gobierno se abra, no se cierre”: convocar a un gabinete de los mejores mexicanos, no los más mediocres; crear un consejo de mentes lúcidas para reconstruir el país haciendo frente a la emergencia. Redefinir la política económica para privilegiar el crecimiento y no los equilibrios dogmáticos. Reindustrializar al país y fortalecer el mercado interno; diversificar las exportaciones; rescatar al campo y recobrar la seguridad alimentaria. Apoyar a las empresas mexicanas en infraestructura y energía para competir con las extranjeras. Ampliar la seguridad social formal castigada. Dar educación de calidad y fortalecer nuestras universidades. Ingresar a la sociedad del conocimiento. Obligar al sistema financiero a que contribuya a nuestro desarrollo, no a las utilidades de sus matrices. Esto requirere tiempo. Ahora lo primero es amortiguar la caída y apoyar la recuperación. No puede aumentar la recaudación y recortar el gasto sin que se ahogue más el crecimiento. Hay que cuidar los tiempos de la reforma fiscal. Ella plantea inevitablemente un pacto consensado.
Todo lo anterior requiere “liderazgo, liderazgo, liderazgo”, imaginación, audacia, pensar en superlativo, no en diminutivo. Sumar, no distribuir culpas. Hablar menos y actuar más.
*Ex subsecretario de Hacienda

Fuente: El Universal

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