Alejandro Nadal / la Jornada
Los pronósticos para la economía mundial en 2012 no son buenos. La crisis en Europa se intensifica y la economía en Estados Unidos no ha terminado su ciclo depresivo. Y hasta China, la economía más dinámica del mundo, terminará con una tasa de crecimiento inferior para el año que acaba de comenzar. Todo indica, pues, que el nuevo año no será fácil.
Las opciones de política aplicadas en la mayoría de los países afectados por la crisis colocarán a la economía mundial en la trayectoria de una recesión prolongada. Una parte de la discusión en Europa sigue centrada sobre el papel del Banco Central Europeo (BCE) y la necesidad de convertirlo en prestamista de última instancia. De esta manera se busca reconstruir el vínculo entre política monetaria y fiscal al permitirle intervenir directamente en los mercados de deuda soberana. Pero este camino parece cerrado y no hay indicios de que en un futuro cercano se pudieran establecer las bases de un arreglo diferente. Lo último que se decidió en la cumbre del 9 de diciembre pasado fue iniciar un proceso en el que a la larga se fortalecería el control sobre la política fiscal de los países miembros de la Unión Europea (UE). El objetivo final en ese caso sigue siendo la imposición de una más intensa austeridad fiscal, lo que no es un buen augurio para la economía europea dado que no ataca las causas de la crisis.
Antes de la debacle del mercado de bonos de Italia ya se pronosticaba un débil crecimiento económico en todo el mundo para los próximos años. Eso es normal debido al problema que representa la recapitalización de los bancos europeos. Así, para las economías de la eurozona el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostica una expansión de apenas uno por ciento este año. La previsión de la Unión Europea es todavía más pesimista: 0.6 por ciento. La profundización de la crisis en Europa tendrá repercusiones duraderas sobre la economía mundial. Para el conjunto de las economías desarrolladas, la tasa de crecimiento será de 1.9 por ciento a lo largo de 2011.
La crisis actual ha recibido en Estados Unidos el nombre de Gran Recesión, con lo que se quiere evitar la referencia dolorosa a la Gran Depresión. Pero la historia económica de los últimos 45 años demuestra una propensión hacia la mediocridad en la recuperación después de cada ciclo de negocios. Y la actual crisis, o como se le quiera llamar, no hace sino confirmar esa tendencia.
Los modelos del Instituto de Investigaciones Sobre Ciclos Económicos (ECRI, por sus siglas en inglés) indican que dentro de pocos meses la tasa de desempleo abierto podría volver a aumentar y a rebasar el temido umbral de 10 por ciento. Eso podría coincidir con la elección presidencial y causar problemas adicionales a la campaña de Barack Obama en un momento en el que los candidatos republicanos compiten por ver quién es más conservador.
Más grave todavía es el hecho de que la amplificación de la recesión en Europa tendrá el efecto de un choque externo en la economía estadunidense, anulando cualquier posibilidad de recuperación. Aun cuando apenas 16 por ciento de las exportaciones estadunidenses se dirigen hacia Europa, la recesión prolongada en la UE afectará el mercado laboral en Estados Unidos.
Además, la crisis financiera en Europa también afectará el valor de los activos financieros que los agentes estadunidenses mantienen en la eurozona y eso tiene un efecto importante sobre su riqueza y, por tanto, sobre su poder de compra. Además, una buena parte de los bancos estadunidenses se encuentra seriamente expuesto frente al riesgo de una moratoria de la deuda de varios países europeos debido a swaps o seguros de deuda.
A pesar de todos los avisos, hoy el mundo capitalista desarrollado se encierra en una histeria de austeridad, mientras que ninguno de los problemas que provocaron la crisis recibe la atención que merece. Como todas las recetas de política económica que se aplican están equivocadas, uno acaba por preguntarse ¿cuál es ese estado de "normalidad" hacia el cual nos debería llevar la recuperación (si es que existe)?
Al buscar respuesta comienza a ser menos sorprendente la ceguera de los responsables de la política económica en los centros de poder. Claro, porque la normalidad a la que se quiere regresar es la pesadilla neoliberal.
Desde hace 30 años la economía mundial desciende por una espiral hacia una mayor desigualdad, más desempleo, menos crecimiento y una destrucción ambiental sin paralelo en la historia. ¿De qué se sorprenden los hacedores de la política económica y sus acólitos en la prensa internacional de negocios? Desde hace dos décadas, por lo menos, le impusieron a los países pobres del mundo llamado subdesarrollado un modelo económico basado en la privatización y la desregulación financiera. Como resultado, las crisis se hicieron más profundas y frecuentes en esos países. Pero si los países ricos siguieron el patrón del mismo modelo, ¿por qué habría la crisis de perdonarlos?
Los pronósticos para la economía mundial en 2012 no son buenos. La crisis en Europa se intensifica y la economía en Estados Unidos no ha terminado su ciclo depresivo. Y hasta China, la economía más dinámica del mundo, terminará con una tasa de crecimiento inferior para el año que acaba de comenzar. Todo indica, pues, que el nuevo año no será fácil.
Las opciones de política aplicadas en la mayoría de los países afectados por la crisis colocarán a la economía mundial en la trayectoria de una recesión prolongada. Una parte de la discusión en Europa sigue centrada sobre el papel del Banco Central Europeo (BCE) y la necesidad de convertirlo en prestamista de última instancia. De esta manera se busca reconstruir el vínculo entre política monetaria y fiscal al permitirle intervenir directamente en los mercados de deuda soberana. Pero este camino parece cerrado y no hay indicios de que en un futuro cercano se pudieran establecer las bases de un arreglo diferente. Lo último que se decidió en la cumbre del 9 de diciembre pasado fue iniciar un proceso en el que a la larga se fortalecería el control sobre la política fiscal de los países miembros de la Unión Europea (UE). El objetivo final en ese caso sigue siendo la imposición de una más intensa austeridad fiscal, lo que no es un buen augurio para la economía europea dado que no ataca las causas de la crisis.
Antes de la debacle del mercado de bonos de Italia ya se pronosticaba un débil crecimiento económico en todo el mundo para los próximos años. Eso es normal debido al problema que representa la recapitalización de los bancos europeos. Así, para las economías de la eurozona el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostica una expansión de apenas uno por ciento este año. La previsión de la Unión Europea es todavía más pesimista: 0.6 por ciento. La profundización de la crisis en Europa tendrá repercusiones duraderas sobre la economía mundial. Para el conjunto de las economías desarrolladas, la tasa de crecimiento será de 1.9 por ciento a lo largo de 2011.
La crisis actual ha recibido en Estados Unidos el nombre de Gran Recesión, con lo que se quiere evitar la referencia dolorosa a la Gran Depresión. Pero la historia económica de los últimos 45 años demuestra una propensión hacia la mediocridad en la recuperación después de cada ciclo de negocios. Y la actual crisis, o como se le quiera llamar, no hace sino confirmar esa tendencia.
Los modelos del Instituto de Investigaciones Sobre Ciclos Económicos (ECRI, por sus siglas en inglés) indican que dentro de pocos meses la tasa de desempleo abierto podría volver a aumentar y a rebasar el temido umbral de 10 por ciento. Eso podría coincidir con la elección presidencial y causar problemas adicionales a la campaña de Barack Obama en un momento en el que los candidatos republicanos compiten por ver quién es más conservador.
Más grave todavía es el hecho de que la amplificación de la recesión en Europa tendrá el efecto de un choque externo en la economía estadunidense, anulando cualquier posibilidad de recuperación. Aun cuando apenas 16 por ciento de las exportaciones estadunidenses se dirigen hacia Europa, la recesión prolongada en la UE afectará el mercado laboral en Estados Unidos.
Además, la crisis financiera en Europa también afectará el valor de los activos financieros que los agentes estadunidenses mantienen en la eurozona y eso tiene un efecto importante sobre su riqueza y, por tanto, sobre su poder de compra. Además, una buena parte de los bancos estadunidenses se encuentra seriamente expuesto frente al riesgo de una moratoria de la deuda de varios países europeos debido a swaps o seguros de deuda.
A pesar de todos los avisos, hoy el mundo capitalista desarrollado se encierra en una histeria de austeridad, mientras que ninguno de los problemas que provocaron la crisis recibe la atención que merece. Como todas las recetas de política económica que se aplican están equivocadas, uno acaba por preguntarse ¿cuál es ese estado de "normalidad" hacia el cual nos debería llevar la recuperación (si es que existe)?
Al buscar respuesta comienza a ser menos sorprendente la ceguera de los responsables de la política económica en los centros de poder. Claro, porque la normalidad a la que se quiere regresar es la pesadilla neoliberal.
Desde hace 30 años la economía mundial desciende por una espiral hacia una mayor desigualdad, más desempleo, menos crecimiento y una destrucción ambiental sin paralelo en la historia. ¿De qué se sorprenden los hacedores de la política económica y sus acólitos en la prensa internacional de negocios? Desde hace dos décadas, por lo menos, le impusieron a los países pobres del mundo llamado subdesarrollado un modelo económico basado en la privatización y la desregulación financiera. Como resultado, las crisis se hicieron más profundas y frecuentes en esos países. Pero si los países ricos siguieron el patrón del mismo modelo, ¿por qué habría la crisis de perdonarlos?
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