miércoles, 4 de enero de 2012

OTRO TORPEDO ECONÓMICO

Rogelio Ramírez de la O / El Universal
Como a principios de 2009, un torpedo externo apunta hacia la nave de la economía mexicana y podrá golpearla en 2012 o, si se retrasa, en 2013. Si los hechos suceden con gran rapidez en la zona euro, su crisis arrastraría a Estados Unidos y a los mercados emergentes, incluyendo China y México.
México resultaría golpeado, como en 2008-09, por depender de exportaciones para un tercio de su producto, el tercio más dinámico. Pero también por tener montos muy altos de inversión extranjera en valores públicos denominados en pesos. Por cierto, estos valores ya arrojaron pérdidas fuertes desde finales de 2011 por la depreciación del peso.
Los impactos sobre México son en dos vías. La primera, por menores exportaciones, menor empleo y menor producto. Las empresas típicamente exportadoras reducen rápidamente su empleo al detectar debilidad en sus exportaciones. La baja del empleo podría ser tan fuerte como en 2009, cuando se perdió uno de cada 10 empleos obreros en la industria manufacturera.
Otra vía es el tipo de cambio. Con crisis en la zona euro y riesgo de que el euro se desintegre, los inversionistas se deshacen de inversiones en Europa y países emergentes, incluyendo México, y buscan el refugio seguro del dólar. Esto hace que el peso se debilite y que las empresas con deuda en dólares tengan que ofrecer más colateral en garantía. El resultado es una menor oferta de crédito para las empresas mexicanas.
Hay dos diferencias importantes entre 2012 y 2009. En 2009 el peso cayó, pero se recuperó en unos cuantos meses porque la Reserva Federal estadounidense (Fed) inundó de crédito los mercados mediante acciones sin precedentes que debilitaron el dólar y casi mecánicamente fortalecieron al peso. Hoy no es claro que la Fed pueda replicar esas acciones, lo que ha fortalecido el dólar y debilitado el peso.
La otra diferencia es que la economía de Estados Unidos sigue débil, mas no está en recesión. Esto quita a la Fed el pretexto de realizar grandes acciones para inundar de crédito a los mercados. Si esto no cambia, marcaría un desacoplamiento de la economía estadounidense con respecto a Europa y mercados emergentes. Estos últimos sufrirían por su dependencia de exportaciones y por menores compras de China de sus materias primas.
México sufriría su segundo gran debilitamiento en un sexenio, sin que hasta ahora el Gobierno haya mostrado planes para enfrentarlo explícitamente, porque su filosofía es que basta con que las finanzas públicas tengan déficits muy bajos. Como eso ya ocurrió en 2009 y la economía cayó mucho más que la mayoría de las economías del mundo, es claro que debería hacer mucho más.
Por ejemplo, podría congelar gastos burocráticos y en cambio acelerar obras públicas pendientes e incluso iniciar otras, lo que crearía empleos. Podría enviar señales para que las familias no se sigan endeudando con crédito bancario al consumo y en lugar de ello animar el crédito a empresas y al sector agropecuario. Podría ser riguroso con las importaciones chinas a precios de dumping. Y podría dejar que el peso halle su propio nivel en lugar de intervenir para fortalecerlo artificialmente.
Es probable que aun acciones como éstas no sean suficientes para anular el efecto de un gran torpedo, pero por lo menos suavizarían su impacto y darían confianza de que el Gobierno está consciente del problema y tiene instrumentos para actuar. Por el contrario, la pasividad dañaría aún más la confianza: caer en un otro bache tan sólo dos años después del primero y no hacer nada sería como si nada se hubiera aprendido.

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