Las entidades financieras acentúan la crisis por la falta de regulación y de un supervisor común para el sector
El miedo de los países a perder el control de la banca vetó reglas comunes
El nacionalismo ha vetado la unión de reglas y la fusión de entidades
ÍÑIGO DE BARRÓN / EL PAÍS
Mal momento para celebrar los diez años del euro. El peor. Incluso algunos vaticinan ya su funeral. Para el ciudadano corriente la moneda única se asocia a una inflación desmedida. Los banqueros y los analistas la relacionan con una bonita historia al inicio que se ha frustrado por las deficiencias estructurales. Aun así, apuestan por su supervivencia.
En la hemeroteca no es difícil encontrar elogiosas declaraciones sobre la llegada del euro. Desde el ministro de Economía de entonces, Pedro Solbes, al gobernador del Banco de España, Jaime Caruana, pasando por los presidentes del Santander, Emilio Botín, y del BBVA, Francisco González. Solbes acertó en que el euro traería bajos tipos de interés, pero no adelantó los riesgos, como la enorme burbuja inmobiliaria que provocó. Jaime Caruana apostó por el final del dinero negro, pero luego llegó la marea de billetes de 500 euros, también unidos al ladrillo.
Los dos grandes banqueros españoles fueron pioneros en protagonizar fusiones (Santander-BCH y BBV-Argentaria) con la intención de ganar tamaño para realizar adquisiciones en Europa, pero no fue así. En el caso del BBVA, no ha habido compras relevantes y para el Santander la mayor adquisición ha sido en Reino Unido, zona de libra esterlina, y en Polonia, también fuera del euro. González pidió en 2001 que las cajas de ahorros se privatizaran aprovechando la llegada del mercado único. Nadie le hizo caso, pero quizá el sector se hubiera ahorrado problemas como los actuales.
Los banqueros españoles admiten que el euro les ha permitido consolidar posiciones en América Latina (tan necesarias hoy para la cuenta de resultados), así como financiarse a tipos muy bajos durante años. Ahora ha llegado el momento de pagar la factura por los excesos cometidos. Los ciudadanos más afectados son los que sufren los desahucios (más de 300.000) y las entidades más arriesgadas, que han sido intervenidas o cerradas. El Estado ha intervenido siete entidades desde 2009, que suman el 10% del sistema.
Pero la mayor frustración es que nunca se formaron entidades paneuropeas. No hubo un mercado financiero único, ni libertad de compra, ni un supervisor único que impusiera una regulación homogénea. Los criterios financieros han estado por debajo de los políticos. Incluso en tiempos de bonanza, el proteccionismo de los países se impuso sobre la racionalidad económica y se vetó la creación de grandes entidades transnacionales "por el miedo a perder el control de los sistemas bancarios", como apunta Alfonso García Mora, director general de Analistas Financieros Internacionales (AFI). Desde el inicio de la crisis, en 2007, el nacionalismo ha sido guía para resolver los problemas financieros, con escasa coordinación entre los Gobiernos de la UE y con poco mando de la Comisión Europea.
El resultado se ve ahora. "La laxitud en la regulación y en la supervisión de la banca ha sido uno de los factores que ha contribuido a la crisis del euro. Las autoridades reaccionaron con un cambio radical en las exigencias de capital del 2% de core capital al 7%. Si la banca hubiera dispuesto de más capital al inicio, el impacto de la crisis hubiera sido mucho menor ya que habrían podido soportar más pérdidas sin ayudas públicas", comenta Joaquín Maudos, catedrático de la Universidad de Valencia.
García Mora, de AFI, coincide en este aspecto. "La falta de capital incrementó el riesgo bancario y la necesidad de rescate por parte de los Estados, lo que aumentó el riesgo soberano. La situación se retroalimenta y ha terminado por afectar al euro por la asimetría entre países y por la falta de un supervisor europeo". Luis Garicano, de la London School of Economics, también apoya la necesidad del gran supervisor: "La crisis del euro es un círculo vicioso entre deuda soberana y sistema financiero. Al agravarse la situación de los Estados, se puso en duda la solvencia de la banca. La necesidad de recapitalización de los bancos a su vez agrava las dudas sobre la solvencia de los Estados".
El profesor de ESADE, Robert Tornabell, añade un elemento que acentúa la crisis: "No tenemos un banco central prestador de última instancia como Estados Unidos y Reino Unido. Algunos Estados emitieron grandes cantidades de deuda para financiar los déficits por cuenta corriente. Comprar esa deuda fue una tentación para la banca porque rentaba casi el 10% y dejaron seco el mercado interbancario. Nadie quería dar liquidez a otros bancos" y se cerró el grifo del crédito a la economía.
A los problemas estructurales, hay que añadir los de gobernanza comunitaria que se reflejan en la tardanza en resolver problemas. "La falta de decisiones impidió atajar los problemas que se iban generando y se incrementó la incertidumbre en los mercados. La consecuencia ha sido la subida de la prima de riesgo", dice García Mora.
Tornabell relaciona el retraso en la resolución de problemas con la falta de capacidad de actuación del BCE "a diferencia de la Fed y el Banco de Inglaterra, que sí nacionalizaron bancos". Garicano apunta que faltaba una pieza clave para que la UE sea más ejecutiva: "Un fondo de garantía de depósitos europeo, que hubiera permitido que, por ejemplo, los problemas de un banco italiano no afectaran a la solvencia de Italia, sino que fueran absorbidos por la UE".
¿Y cómo ha afectado a España? Jonás Fernández, director del Servicio de Estudios de Solchaga & Recio Asociados, cree que España ha sufrido males comunes a la UE. "Una acción más rápida, con menor preocupación por el contribuyente en el corto plazo, habría permitido una recesión menos profunda y larga en España, con un PIB más fuerte y menores problemas sobre la deuda". En su opinión, lejos de cerrarse la reestructuración en España "podría reabrirse si las entidades que han realizado adquisiciones tuviesen dificultades para absorberlas".
La gran cuestión es cómo salir del atolladero. Los expertos coinciden con las palabras de Maudos: "Mientras no se avance en la gobernanza económica del euro y se ceda parte de la soberanía nacional no se avanzará en la integración financiera".
El miedo de los países a perder el control de la banca vetó reglas comunes
El nacionalismo ha vetado la unión de reglas y la fusión de entidades
ÍÑIGO DE BARRÓN / EL PAÍS
Mal momento para celebrar los diez años del euro. El peor. Incluso algunos vaticinan ya su funeral. Para el ciudadano corriente la moneda única se asocia a una inflación desmedida. Los banqueros y los analistas la relacionan con una bonita historia al inicio que se ha frustrado por las deficiencias estructurales. Aun así, apuestan por su supervivencia.
En la hemeroteca no es difícil encontrar elogiosas declaraciones sobre la llegada del euro. Desde el ministro de Economía de entonces, Pedro Solbes, al gobernador del Banco de España, Jaime Caruana, pasando por los presidentes del Santander, Emilio Botín, y del BBVA, Francisco González. Solbes acertó en que el euro traería bajos tipos de interés, pero no adelantó los riesgos, como la enorme burbuja inmobiliaria que provocó. Jaime Caruana apostó por el final del dinero negro, pero luego llegó la marea de billetes de 500 euros, también unidos al ladrillo.
Los dos grandes banqueros españoles fueron pioneros en protagonizar fusiones (Santander-BCH y BBV-Argentaria) con la intención de ganar tamaño para realizar adquisiciones en Europa, pero no fue así. En el caso del BBVA, no ha habido compras relevantes y para el Santander la mayor adquisición ha sido en Reino Unido, zona de libra esterlina, y en Polonia, también fuera del euro. González pidió en 2001 que las cajas de ahorros se privatizaran aprovechando la llegada del mercado único. Nadie le hizo caso, pero quizá el sector se hubiera ahorrado problemas como los actuales.
Los banqueros españoles admiten que el euro les ha permitido consolidar posiciones en América Latina (tan necesarias hoy para la cuenta de resultados), así como financiarse a tipos muy bajos durante años. Ahora ha llegado el momento de pagar la factura por los excesos cometidos. Los ciudadanos más afectados son los que sufren los desahucios (más de 300.000) y las entidades más arriesgadas, que han sido intervenidas o cerradas. El Estado ha intervenido siete entidades desde 2009, que suman el 10% del sistema.
Pero la mayor frustración es que nunca se formaron entidades paneuropeas. No hubo un mercado financiero único, ni libertad de compra, ni un supervisor único que impusiera una regulación homogénea. Los criterios financieros han estado por debajo de los políticos. Incluso en tiempos de bonanza, el proteccionismo de los países se impuso sobre la racionalidad económica y se vetó la creación de grandes entidades transnacionales "por el miedo a perder el control de los sistemas bancarios", como apunta Alfonso García Mora, director general de Analistas Financieros Internacionales (AFI). Desde el inicio de la crisis, en 2007, el nacionalismo ha sido guía para resolver los problemas financieros, con escasa coordinación entre los Gobiernos de la UE y con poco mando de la Comisión Europea.
El resultado se ve ahora. "La laxitud en la regulación y en la supervisión de la banca ha sido uno de los factores que ha contribuido a la crisis del euro. Las autoridades reaccionaron con un cambio radical en las exigencias de capital del 2% de core capital al 7%. Si la banca hubiera dispuesto de más capital al inicio, el impacto de la crisis hubiera sido mucho menor ya que habrían podido soportar más pérdidas sin ayudas públicas", comenta Joaquín Maudos, catedrático de la Universidad de Valencia.
García Mora, de AFI, coincide en este aspecto. "La falta de capital incrementó el riesgo bancario y la necesidad de rescate por parte de los Estados, lo que aumentó el riesgo soberano. La situación se retroalimenta y ha terminado por afectar al euro por la asimetría entre países y por la falta de un supervisor europeo". Luis Garicano, de la London School of Economics, también apoya la necesidad del gran supervisor: "La crisis del euro es un círculo vicioso entre deuda soberana y sistema financiero. Al agravarse la situación de los Estados, se puso en duda la solvencia de la banca. La necesidad de recapitalización de los bancos a su vez agrava las dudas sobre la solvencia de los Estados".
El profesor de ESADE, Robert Tornabell, añade un elemento que acentúa la crisis: "No tenemos un banco central prestador de última instancia como Estados Unidos y Reino Unido. Algunos Estados emitieron grandes cantidades de deuda para financiar los déficits por cuenta corriente. Comprar esa deuda fue una tentación para la banca porque rentaba casi el 10% y dejaron seco el mercado interbancario. Nadie quería dar liquidez a otros bancos" y se cerró el grifo del crédito a la economía.
A los problemas estructurales, hay que añadir los de gobernanza comunitaria que se reflejan en la tardanza en resolver problemas. "La falta de decisiones impidió atajar los problemas que se iban generando y se incrementó la incertidumbre en los mercados. La consecuencia ha sido la subida de la prima de riesgo", dice García Mora.
Tornabell relaciona el retraso en la resolución de problemas con la falta de capacidad de actuación del BCE "a diferencia de la Fed y el Banco de Inglaterra, que sí nacionalizaron bancos". Garicano apunta que faltaba una pieza clave para que la UE sea más ejecutiva: "Un fondo de garantía de depósitos europeo, que hubiera permitido que, por ejemplo, los problemas de un banco italiano no afectaran a la solvencia de Italia, sino que fueran absorbidos por la UE".
¿Y cómo ha afectado a España? Jonás Fernández, director del Servicio de Estudios de Solchaga & Recio Asociados, cree que España ha sufrido males comunes a la UE. "Una acción más rápida, con menor preocupación por el contribuyente en el corto plazo, habría permitido una recesión menos profunda y larga en España, con un PIB más fuerte y menores problemas sobre la deuda". En su opinión, lejos de cerrarse la reestructuración en España "podría reabrirse si las entidades que han realizado adquisiciones tuviesen dificultades para absorberlas".
La gran cuestión es cómo salir del atolladero. Los expertos coinciden con las palabras de Maudos: "Mientras no se avance en la gobernanza económica del euro y se ceda parte de la soberanía nacional no se avanzará en la integración financiera".
No hay comentarios:
Publicar un comentario